En el capitalismo parece imposible entender el conformismo como una virtud. Todo está diseñado para que ambicionemos, para lanzarnos a la búsqueda de una satisfacción que siempre será efímera y mejorable. Contra ese yunque alza Marta Movidas su “Martillo” (Sonido Muchacho, 2024): “Te enseñan que siempre tienes que ir a más, hacer una Sol y después una Riviera, después un WiZink… ¿Y si quiero hacer El Sótano tres años seguidos?”, dice, compartiendo unas cervezas después de trabajar. “Estoy muy a gusto tal y como estoy, tengo una vida superplena con el proyecto a los niveles en los que está. Si creciera más, de hecho, no sé si me gustaría, porque ya te he dicho que no me siento cómoda con la relevancia”.
Marta España y yo escribimos en esta revista, coincidimos currando en otros ámbitos en torno a la música y también nos contamos nuestras vidas algún fin de semana, pero rara vez hablamos de eso, de música (si acaso algún salseo), de lo que espera de su proyecto o de cómo lo vive en su vida, cada vez más ordenada en torno a la quietud, el conformismo y el anonimato. Así que el lanzamiento de su nuevo álbum, en el que ha conseguido dar con el sonido que quiso desde el principio, parece la ocasión perfecta: cuando Marta Movidas ha conseguido depender solo de sí misma.
¿Cómo es todo el proceso de cambio desde tu formato antiguo a este más reducido, más electrónico, con el arpa?
Soy una persona que intento pensarlo todo mucho, pero a la hora de la verdad soy un poco impulsiva. Yo tenía una banda de rock, pero en el fondo nunca me he sentido cómoda con el rock. Me puede gustar mucho escucharlo, pero yo soy muy popera. Por otro lado también hay un tema económico: no podía pagarle a mis músicos todo lo que consideraba que tenía que pagarles, lo que se merecen que les pague, así que tomé la decisión porque el grupo tiene que ir acorde con mis valores políticos, sociales, morales. Tener una banda te da la oportunidad de generar tu pequeña utopía política, y siempre funcionamos de una forma muy asamblearia. Además, tener una sesión de directo me ayuda mucho: me encanta darle al play y no tener que pensar, porque no me gusta hablar, y en los directos no es que sea precisamente la persona más feliz del mundo. Me encanta la música, pero no me gusta subirme a un escenario y que la gente me mire: no necesito ese tipo de aprobación, no necesito que la gente me admire. Nunca he querido trascender, pero sí quiero que por lo menos algo de lo que haga genere un pensamiento crítico porque es diferente, original o te hace plantearte cosas. Si luego te parece una mierda me parece perfectamente comprensible, a mí a veces me lo parece también, pero por lo menos te ha parecido diferente. Y por eso el arpa, la música electrónica, el future funk y todas estas cosas que parece que no tienen mucho sentido pero que funcionan en mi cabeza.
¿Y cómo ha sido todo ese cambio: nuevos productores, la mezcla hecha en Japón?
Pues no sabía que necesitaba a Dani Bearoid, pero es evidente que lo necesitaba. De hecho, llegué a él un poco de rebote porque no sabíamos con quién producir, no terminé muy a gusto con Rodri y necesitaba a algún productor que al menos estuviese dispuesto a conocer las cosas que yo quería hacer… Dani se escuchó todas las referencias que le mandé, todas las horteradas japonesas. Hay muchos productores que se empeñan en dejar su marca personal, pero yo necesitaba mucho alguien que se pudiese adaptar a mí. Y en ese sentido Dani ha sido todo un descubrimiento. Trabaja muy rápido, ha hecho cosas que yo no podría haber hecho y ha sido un gusto currar con él. Poca gente podría haberlo hecho. Orquestar todo sin presupuesto, adaptar el repertorio para montar una sesión para soportar el directo…
¿Se plasman los cambios en el disco?
Para mí el disco fue una transición de un momento de mi vida superhistérico y raro hacia una etapa de estar tranquila. Al principio fue una crisis porque necesitaba que me pasara algo para escribir una canción, pero luego descubrí que no, que podía hacer canciones sin vivir grandes sobresaltos. Mi vida es plena, voy a trabajar, voy al gimnasio o a japonés, ceno con mi novio, vemos una serie o una película, me echo un Animal Crossing o un Stardew Valley, escribo algo, me acuesto, los fines de semana veo a mis amigos… Al principio fue duro, pero ahora he encontrado mi verdadero bienestar siendo la persona que realmente soy.
¿El hecho de ser musicóloga y periodista musical te hace criticar o juzgar quizá desde un punto de vista demasiado objetivo tu propio proyecto?
Desde que soy pequeña convierto cada una de mis experiencias en un objeto de estudio, y si estoy cocinando tomate pienso por qué lo estoy haciendo y cuál es la cultura que rodea al tomate y a cocinar con tomate, y si estoy jugando a un videojuego me leo todo el lore y veo vídeos en YouTube. Con lo que más fuerte me ha dado en mi vida es con la música, y por eso me dedico a lo que me dedico. Soy una obsesionada del sonido y de la sociología del sonido, no tanto de ser cantante.
¿Es un peaje ser cantante, como parte de una especie de experimento sociológico?
Pues sí. Por eso he tomado la decisión de intentar convertirme en un personaje anónimo, este avatar que es un dibujo de mí misma. No quiero ser yo. No hago música para que me regalen ropa, que si me la regalan está muy bien, ¿eh? Me veo más como una investigadora. Y creo que la gente de mi alrededor también lo ve porque tampoco soy una persona especialmente carismática, no tengo esa star quality que sí tiene otra gente de mi alrededor que está en una banda o que tiene un proyecto. Creo que a mí me interesa más otra parte.
¿Y de dónde sacas la seguridad para publicar canciones? Los más analíticos solemos preferir ver las cosas un poco desde fuera, sin meternos en el pogo, ¿sabes?
Llorando mucho en mi casa. El miércoles que salió el focus track del disco fui a clase, fuimos a recoger una estantería y ya cuando llegué a casa como que me puse a llorar. Y era por pura inseguridad. Simplemente interpreto que no soy insegura, supongo que como intentamos hacer todos. Y realmente cada día lo interpreto menos, he aprendido a aceptar que soy así, introvertida, insegura… Hay gente que cuando publica una canción es como si fuese su cumpleaños, pero como si cumpliese 13. Para mí es como si cumpliese 60. A veces estoy cocinando justo después de subir una story y estoy todo el rato pensando “joder, es que eres tonta”. Así que, nada, tiro hacia delante a ver si en algún momento se me pasa o a ver si consigo dedicarme a esto de una forma más extrovertida. Pienso que puedes dedicarte a la música sin ser mediático, y creo que ese sería mi equilibrio perfecto.
¿Tú notas cierto rechazo dentro de la industria aquí según te intentas avatarizar más?
Mi idea de hecho era salir solo con el avatar y no hacer ni fotos de promo, pero desde Sonido Muchacho me dijeron que se me tenía que ver la cara porque la industria funciona así. Y al final, en parte, es cierto: como que la gente tiene que tener la sensación de que te conoce de alguna manera, tiene que conectar con tu personalidad para que le gusten tus canciones… No sé, yo también participo de eso, escucho la música que escucho porque conecta con mis valores ideológicos la mayoría de las veces. No se premia la técnica o la excelencia, y me parece bien no hacerlo, pero premiamos virtudes más personales, el carisma.
¿Qué opinas de que se lea siempre tu proyecto en términos de no-normal?
En parte me gusta hacer una cosa que se sale tanto de la escena con la que comparto espacio porque eso me aleja de competencias y comparaciones. Pero en general a mí lo que hago me suena normal, puede que porque mi oído está hecho a todo tipo de cosas. Cuando empecé a tocar el arpa a veces no tenía media hora para afinar, que la que tengo tiene 34 cuerdas y son pocas para un arpa… Así que muchas veces tocaba desafinada; igual estaba dos meses enteros sin afinar. Ahora mismo tengo una costumbre auditiva que a lo mejor no es la norma; estoy acostumbrada a sonidos que suenan “mal”. Yo qué sé, también he tenido momentos en los que me ha dado a saco por el serialismo y las vanguardias posteriores a la Segunda Guerra Mundial. A mí si me dicen que ese Mi está desafinado pues puedo entenderlo y racionalizarlo, pero para mí a efectos prácticos todo está siempre en su sitio.
Esto ya lo trataba Stockhausen. Al final estamos hablando de intencionalidad. ¿Cómo has ido desarrollando tu zona de confort musical en los últimos años?
Pues ahora tengo más medios, no solamente económicos, que también, sino míos como persona que entiende la técnica de hacer algo. Al principio no sabes y poco a poco vas acercándote a eso que quieres hacer. Y luego, por otra parte, como me flipa la armonía, es mi parte favorita de la música. Tengo ya un repertorio importante en este sentido; me hago mis carpetas y subcarpetas en el ordenador con toda la música dividida en moods de armonía: triste, nostálgica, feliz… Investigo todo eso que me gusta y que me dice algo y lo voy juntando, y esa es mi zona de confort. También concentrarme en cosas que sé que puedo hacer pero que exigen focalizarse mucho, como una línea de bajo, por ejemplo.
¿Cuál es tu primer clic para decidirte a hacer la música que haces?
Yo hago música porque descubro que el indie es una cosa en España y que puedo hacer música con mis medios, supongo que como mucha otra gente: había una escena que ya lo hacía. Pero cuando me puse a hacer canciones tenían esta cosa de ser intensas, profundas, catárticas de algún modo, con letras de abrirse el corazón… Yo no me siento a gusto haciendo eso, me gusta quitarle hierro a las cosas, me gusta el humor… No me gusta exponerme tanto con una canción hecha a guitarra y voz. Y me gustan las canciones livianas que no te hacen replantearte tu existencia. Cuando pensé por primera vez “¿quién hace esto?”, terminé en La Casa Azul, esos primeros discos efervescentes en los que escribía letras como “Chicle Cosmos”. Las canciones estaban construidas ultrabien, pero las letras eran muy naíf. Supongo que es mi gran influencia. En ese momento descubrí algo que me sentía cómoda haciendo. Me puse a investigar, descubrí el Shinjuku-kei, el Shibuya-kei y todo esa jazztrónica de grupos como Pizzicato Five, la música de ascensores…
Los pianos siempre en tu equipo.
También es que compongo en partitura. Entonces, partir del piano siempre es lo más sencillo.
¿Qué es lo que más te gusta del city pop o en general de la música japonesa?
Allí el concepto de autenticidad no existe, no existe el plagio… Eso me encanta, es todo un ejercicio de copia, de reinvención, de diversión. El city pop es una cosa vomitada de una cosa vomitada de una cosa vomitada, ¡y está bien! ∎