“Drinking Songs”, veinte años después. Foto: Alfredo Arias
“Drinking Songs”, veinte años después. Foto: Alfredo Arias

Concierto

Matt Elliott, buceando en la nostalgia

Anoche en Madrid, dentro del ciclo de conciertos Sound Isidro, el músico y compositor británico ofreció un directo de cercanía –él a solas sobre la tarima, ante no demasiado público– con “Drinking Songs”, su carismático álbum, que está cumpliendo 20 años en 2025, como argumento principal.

Acentúo Matt Elliott el domingo nublado y taciturno en Madrid con la revisión de uno de los discos más emblemáticos de su amplio catálogo personal. El británico está prolongando el vigésimo aniversario de “Drinking Songs” (2005) y algo más de un año después de haber actuado en Madrid regresó a la ciudad tras haber pasado por Barcelona (El Molino) el viernes 2 de mayo. A diferencia de su anterior recital en la ciudad, ahora ha optado por un camino aún más austero, ocupando en soledad el centro del escenario e incidiendo en el significado de la portada del álbum, una ilustración en la que aparece sentado junto a una botella de vino en la barra de una taberna y que podría situarse en una novela de su compatriota Charles Dickens.

Apenas unas decenas de personas se trasladaron a la sala El Sol para sumergirse en el folk de autor de Elliott, que se manejó únicamente con una guitarra española, un saxofón y una miríada de pedales y secuenciadores que repiten notas de cuerdas, viento y voz generando una atmósfera íntima y decadente. Pese a ser lo único a lo que podían apuntar los focos, la yuxtaposición de capas sonoras y la sentida interpretación permitían empatizar con el compositor y secundarle en su nostálgico deambular.

Los arreglos originales fueron sustituidos por el saxofón, con el que Elliott ha conseguido cierto dominio en tan solo un lustro –como explicaba en esta entrevista que publicamos en junio de 2023– y que es protagonista en “C.F. Bundy”, la canción que abre tanto el largo como el concierto. Siguió sin pausa “Trying To Explain”, con la voz fantasmal que describe el desamparo (“I was trying to talk to you, but you couldn’t hear / And I was trying to explain to you, but you wouldn’t listen / And when I wrote it down / You couldn’t see what was written”) y el primer diseño del entramado coral.

El saxo como recurso añadido. Foto: Alfredo Arias
El saxo como recurso añadido. Foto: Alfredo Arias

El álbum fue concebido como un disco con carga política y el capítulo que lo corroboraba se inició con “The Kursk”, inspirada en los tripulantes de la tragedia del submarino ruso, y que en su versión en directo estuvo edulcorada con una luctuosa arquitectura de voces y un contundente rasgueo. “A Waste Of Blood” actualizó la crítica de alguien pesimista con la condición humana y sirvió para denunciar el genocidio que se está perpetrando en Gaza. Encajan demasiado bien en este tiempo estrofas como “And the craters remain from the last time you came / and seemingly our only crime was wrong place”.

Matt Elliott decidió, en sus propias palabras, cambiar el mood con la única novedad, una canción sobre hacer desaparecer a millonarios cuya hora habría llegado según una letra vitriólica sobre una melodía que evoca a Tom Waits. También el final vía “The Maid We Messed” contrastó con el resto del repertorio, rememorando la etapa en la que Elliott fue un jerarca de la escena electrónica de Bristol con Third Eye Foundation. Pero eso fue hace demasiado tiempo, cuando todavía no había aparecido el músico introspectivo, esmerado en los detalles y minimalista en la ejecución de su música. Alguien empeñado en hacer de la melancolía un refugio confortable. ∎

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