Renacimiento romántico. Foto: Marina Tomàs
Renacimiento romántico. Foto: Marina Tomàs

Concierto

Patrick Wolf, talentoso y resolutivo

El músico británico camina por la senda de una madurez bien llevada. Anoche, casi en modo hombre-orquesta, ofreció un buen concierto en el Centre Artesà Tradicionàrius de Barcelona. Era la única fecha en España de su tour europeo.

Cuando Patrick Wolf emergió en la prensa musical británica allá por 2003, nos encontramos con un jovencísimo efebo virtuoso que aunaba su formación clásica y destreza al violín con una electrónica de glitches soft de habitación, en la misma época en la que sellos como Morr Music o proyectos como múm o Final Fantasy acaparaban cierta atención con similares equilibrios entre el pop melancólico de cámara y la experimentación digital.

Wolf destacaba por su precocidad, teatralidad e imagen de Puck en “Sueño de una noche de verano” en modo boho-folk. Para cuando publicó su tercer LP, “The Magic Position” (2007), con el que tenía ganas de seducir a grandes audiencias como las que atraían otras bandas coetáneas en el poderoso circuito festivalero, ya cotejaba un culto fiel a sus fantasías y podía haber sido el comienzo de una interesante fase imperial.

Artísticamente siguió fiel a sus instintos con “The Bachelor” (2009) y “Lupercalia” (2011), pero su estela no llegó a petarlo tanto como muchos fans sentían que merecía. Continuaría publicando discos fieles a su carácter y talento, pero el crecimiento de su popularidad se detuvo un poco a mediados de la década pasada y se tomó un descanso de la música unos años.

El Patrick Wolf que se presentó anoche en el Tradicionàrius de Barcelona, con todas las entradas agotadas, no vino como el entusiasta enamorado con ganas de contagiar una alegría desbordante como el de los años que siguieron a “The Magic Position”, cuando se estaba comiendo el mundo, sino como el prisionero maldito que se encierra en una torre con sus instrumentos a reflexionar sobre las veces que le han roto el corazón y observa a los pájaros volar hacia el sur.

Eligió para su repertorio pocas de las canciones que podían arrastrar a despistados en festivales, centrándose en su lado más melancólico, solventando sus ambiciosos arreglos de estudio con reinterpretaciones intimistas y sin presumir de sus conocidas habilidades con el violín o piano. Más en sintonía con “Sundark And Riverlight” (2012), aquel recopilatorio en el que echaba la vista atrás a su primera década de composiciones, simplificando muchos de los arreglos pomposos o llevándolos al terreno aún más acústico sin apoyos digitales. No vino al barrio de Gràcia a recordar a sus fieles que es un showman capaz de acrobacias y gran técnica. A estas alturas todos los que estábamos en la sala sabíamos de lo que es capaz. Anoche vino a enseñarnos en qué punto está en su vida. Orgulloso de su pasado, sin complejos y confiado de que lo acompañaremos en esta velada en la que le apetece cautivarnos con su esencia ensoñadora.

Multiusos bohemio. Foto: Marina Tomàs
Multiusos bohemio. Foto: Marina Tomàs

Nos regala una anécdota sobre un viejo piano maltratado que mantiene con vida en un cobertizo al final de su jardín, parecido al que la organización le ha conseguido para su show en Barcelona, garantizando que son prácticamente iguales, con lo que oímos las canciones tal como se gestaron en primer lugar. Aunque haya viajado kilómetros para estar con nosotros, es él quien nos ha llevado a su alcoba en la que entran esos vientos del norte del Atlántico, desde donde contempla las aves emigrar lejos del frío desolador.

Manteniendo ese mismo estilo de clochard glam, con una corona de hojas y gran fular, ahora luce unos brazos musculados como de bailarín del Bolshói y se mueve por el escenario con ligereza: ha colocado un piano viejo, una consola desde la que lanza beats, un violín, un ukelele, una guitarra acústica y un dulcimer. No aparece ningún roadie para cambiar instrumentos dependiendo de la canción. Se lo monta todo el solo y es asombroso lo nítido y bien que suena todo. No hay repertorio impreso y pegado a los monitores. Tiene su librito con apuntes de cómo afinar cada instrumento para cada tema, y lo consulta un par de veces durante el show.

Empieza tocando dos canciones solamente con ukelele o guitarra acústica. La tercera será una simplificada versión de “Wind In The Wires” en la que loopea unas notas largas al violín y después añade las notas del ukelele al loop, para acabar al piano con unas bases atmosféricas disparadas desde la consola. Se le nota un pelín tenso teniendo que manejar tanto cachorro a la vez, pero el leve caos añade encanto al momento y él disimula muy bien. Su capacidad para resolver resulta tan entretenida como su voz, capaz de pasar de graves a falsetes sin esfuerzo.

El carácter de todo el show tiene mucho de acústico y un uso medido de programación electrónica, demostrando que Wolf es un brillante multinstrumentista y performer que no necesita depender de los hitos de su discografía o de una banda de acompañamiento para meternos en su universo de bosques oscuros y acantilados azotados por vientos Atlánticos. Para el bis nos regala una versión folk de “The Magic Position” que nos pone a toda la sala en pie y cantando al unísono.

Se despide agotado de haberse entregado en cuerpo y alma, y desaparece de la escena para descansar antes de irse a París. ∎

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