Johnny Cash mantuvo erguida la bandera del genio hasta su último disco. Lo mismo que David Bowie. O como ha seguido haciendo Tom Waits. Porque hay quien hasta en las motas finales de la línea, con la mecha húmeda y sobada, acaba por hacer llegar la chispa a la pólvora. ¿Qué tendrá que ver estar consumiéndote con estar acabado? Más aún cuando tienes los nervios del grosor y dureza de la cecina, habiendo visto la vida a punto de esfumarse bajo el denso humo de la heroína. Amorrado durante décadas a la pipa de crack. Una reminiscencia de épocas oscuras, con más supervivencia que vida, y de las que Peter Perrett (Londres, 1952) se despidió hace una década.
Perrett, antiguo líder de The Only Ones, banda que sobrevoló las estrellas del pop-rock con su himno “Another Girl, Another Planet” (1978), reafirma esta segunda vida creativa con un nuevo álbum a su nombre, “The Cleansing” (Domino-Music As Usual, 2024). A gusto de quien escribe, el mejor. El que parece hecho por un joven entusiasta con alma de viejo mellado. Hay canas en la profundidad de las letras. Dolor y firmeza. Catarsis. Veinte canciones de las que sería difícil librarse de alguna. Por si no fuera suficiente con la estrecha colaboración que ha recibido Peter de sus dos hijos, Jamie (guitarra) y Peter Jr. (bajo) –exmiembros ambos de los Babyshambles de otro Peter ilustre, Doherty–, también ha contado con la participación de Bobby Gillespie, Johnny Marr y Carlos O’Connell de Fontaines D.C. Todos amigos y vecinos. Todos volcados en hacer de este disco la coronación de una resurrección fantástica.
Para ahondar en la suculenta historia de semejante regreso estelar, me reúno con Peter y Jamie en el Hard Rock Hotel de Madrid. Peter, con inseparables gafas de sol, a pesar de la nocturnidad que nos rodea, es un vampiro repleto de humor negro. Y no es gratuito lo de vampiro. No le gustan los espejos. Eso asegura. Dice que le recuerdan su pollina piel de pasa. El transcurso impepinable del tiempo. Y que por muy joven que se sienta, su facha no opina igual. No puede medirse, ni los demás ni él mismo, y eso lo hace todavía más interesante.
Por otro lado, Jamie, su hijo, es de una imagen más vívida. Ataviado con colgantes, una camisa de seda y un sombrero safari, se le ve lozano, caluroso, cercano: fiel a una sonrisa aviesa y sincera. Un último punto que comparte con el entrañable Peter. También risueño, algo ovillado por la edad, pero dispuesto a dejarse avivar por una conversación que su hijo hace saltar como un resorte.
Peter es un comunicador voraz. Despacha un hambre de interacción digno de quien ha pasado veinte años mirando una pared, domesticado por el sopor abstraído de las drogas. No se guarda. No se reprime. Liberándose en la misma confesión que pone en marcha a la hora de escribir sus letras. Un lujo, que no hace sino engrandecer más todavía la reverencia que merece su figura.
¿Cuál crees que ha sido el motor de su cambio vital?
Peter: Como adulto, te das cuenta de que es hora de aprender y pensar en las consecuencias de tus decisiones. Es importante reflexionar antes de actuar, especialmente cuando tus elecciones pueden afectar a las personas que amas. Mi problema es que, hasta que no cumplí más de 50 años, no tomé conciencia de esa madurez.
Jamie, ¿qué crees que ha supuesto la música para tu padre en estos últimos años?
Jamie: La música es la mejor manera de olvidar y sanar. Sé que al principio la vivió frívolamente. Dejándose llevar. Lo que lo empujó a olvidarse de todo. Pero también lo he visto luchar contra la depresión, y fue la música la que lo ayudó a enfrentarlo.
Peter: No sabía que estaba deprimido. Pensaba que me estaba divirtiendo, pero ahora entiendo que era depresión. Las drogas pueden hacerte creer que estás en el mejor momento de tu vida, pero también pueden hacerte olvidar lo que solías disfrutar.
¿Qué te llevó a espabilar y abandonar el camino por el que llevabas tantos años discurriendo tu vida?
Peter: Tuve que ponerme limpio solo para prolongar la vida de mi esposa y poder respirar. En este caso, era cambiar o morir. Luego, al final, me convencí de que debía regresar a la música; no solo por mí, sino por los demás. La música es lo único que realmente puedo hacer.
Creo que una reunión de The Only Ones en España, en 2009, tuvo mucho que ver, ¿no?
Peter: España fue un gran catalizador para redescubrir mi pasión por la música. Fue una experiencia clave que me hizo darme cuenta de lo que había estado perdiendo. Allí sentí que podía reconectar con lo que me hacía sentir vivo. Es como si de repente te dieras cuenta de lo que realmente necesitas hacer. No solo se trata de la música, sino de encontrar un propósito, de salir de un pozo y volver a sentirte vivo. La música te conecta con el presente.
¿Qué tiene este álbum que lo hace diferente de tus anteriores trabajos en solitario?
Peter: Lo que realmente hizo que este álbum fuera especial es que pusimos el foco en la voz. A lo largo de mi carrera, mi voz y mis letras siempre han sido lo que me ha diferenciado. Este disco destaca por cómo quiero transmitir el mensaje a través de cada canción. El tono. La tensión. Creo, sinceramente, que es el mejor disco de mi carrera.
Y vas y lo haces a los 70…
Peter: Lo que demuestra que nunca es tarde.
Y que cuentas con ayuda.
Peter: Sin duda, mis hijos han sido imprescindibles en este proceso. Sin ellos no habría disco.
Jamie: Admito que no tuvimos la infancia más fácil, desde luego. Fue duro criarse con dos padres adictos. Pero eso no quiere decir que hoy, con todo lo vivido, no admire a mi padre y sienta el impulso de ayudarlo. De hacer de su calidad como músico algo superior.
Tus letras son ambiguas, profundas, emocionantes y algo siniestras a la vez. Parece que disfrutas dejando las cosas más en emociones que en hechos.
Peter: No quiero que mis letras sean demasiado evidentes. Prefiero que las personas encuentren su propia interpretación, que la canción resuene de manera personal para cada oyente. Además, admito que antes solía ser más perezoso en la composición. Pero ahora, con mis hijos, experimentamos mucho más. Agregamos capas de sonido, y eso me ha dado mucha más satisfacción. Hemos aprendido a tener más paciencia, a cuidar los detalles.
Tengo entendido que el disco comenzó como algo muy personal, pero con el tiempo se convirtió en una obra colectiva.
Peter: Empezó siendo algo muy íntimo, pero a medida que avanzábamos, involucramos a amigos y familiares. Fue una manera de salir de mi zona de confort, y eso hizo que todo fuera más emocionante.
Hago lecturas en varias canciones de la depresión, sí, pero también del suicidio.
Peter: Si no puedes matar el dolor de otra manera, puede parecer que la única salida es acabar con tu vida. El sufrimiento te lleva a pensar que no hay otra opción. En esos momentos, te sientes atrapado en la oscuridad, sin ver ninguna salida. Cuando alguien llega al punto de suicidarse, ya no está pensando con claridad. El sufrimiento es tan profundo que no hay nada que puedas hacer para aliviarlo. Nos queda la culpa de pensar que podríamos haber hecho algo, pero, al final, la persona ya no podía ver ninguna salida. En “I Wanna Go With Dignity”, hablo de un amigo (el periodista musical David Cavanagh, que escribió el libro “The Creation Records Story. My Magpie Eyes Are Hungry For The Prize” y murió en 2018) que esperó a pasadas las navidades para suicidarse. Fue su gesto para con el bienestar de su familia y no arruinarles esas fechas. Es una canción para poner en su lugar estos sentimientos y actos extremos y sin retorno.
Algo de suicidio también hay en ponerse de crack durante 30 años.
Peter: No te creas. Era bastante inteligente con las drogas, sabía cuáles eran mis límites. Es una cuestión de tomar decisiones, incluso cuando todo parece ir en tu contra. Aunque, claro, es fácil caer en la trampa de pensar “lo dejaré para la próxima semana”. Es fácil procrastinar y convencerse de que hay tiempo, pero en realidad nunca sabemos cuánto tiempo nos queda.
Ya no tomas ni metadona, según tengo entendido.
Peter: Sí. Fue como quitarme un peso de encima, pero también fue aterrador. Al liberarme, tuve que enfrentarme a mí mismo, a mis propios demonios. No se trataba solo de dejar una droga, sino de aprender a vivir sin esa dependencia. De repente, pensé en mi vida con las drogas. Pensé en esa sensación de “¡mierda, acabo de perder dos días y no los disfruté!”. Es fácil perderse en la adicción, pero cuando te liberas, todo tiene un valor diferente. Cuando tomas drogas al principio, piensas que estás siendo libre, pero al final solo te alejas de ti mismo y de tu arte. Lo que creías que era inspiración en realidad solo era un escape.
¿Cómo ves la industria musical ahora que has vuelto tras una ausencia tan… categórica?
Peter: Vivimos en una cultura que desprecia el contenido. Ya no escuchamos discos enteros, solo nos fijamos en el clickbait, las imágenes, las estadísticas. La música se ha convertido en un producto y ya no importa tanto el arte, sino la capacidad de generar atención. El éxito ya no depende de la música, sino de cómo se empaqueta. La industria musical ya no valora el arte, sino las expectativas comerciales. La música se ha convertido en una cuestión de “seguir la corriente”.
Hay más tragedia en el disco, aparte de las drogas y el suicidio.
Peter: Temo haberme vuelto demasiado oscuro (se ríe). Hay muchas metáforas para ese momento en que alguien pierde su luz. No es solo tristeza, es una forma de comprender lo que sucede dentro de esas personas. Algo se apaga en ellas y ya no pueden ver más allá de su oscuridad. Supongo que veo la muerte como algo razonable, aunque no tengo intención de abrazarla todavía.
¿Te queda esperanza?
Peter: Joder, voy a empezar a girar con mi tercer disco, el que considero el mejor, en poco tiempo. Tengo más de 70 años y sigo vivo, después de lo que he hecho y contra todo pronóstico. Sigo con mi mujer desde hace décadas y la quiero. Si yo no tengo esperanza, ¿quién coño podría tenerla? ∎