Johnny Jewel, cine y sintetizadores. Foto: Sergi Paramès
Johnny Jewel, cine y sintetizadores. Foto: Sergi Paramès

Festival

Primavera a la Ciutat (27 de mayo): agradecido preliminar

Hay que cuidar los preliminares, porque pueden determinar –para bien, para mal– todo lo que venga después. Por eso se agradece la propuesta de Primavera a la Ciutat: conciertos de distancia corta en varias salas de Barcelona antes del desembarco de Primavera Sound en el Parc del Fòrum a partir de este miércoles, más un epílogo para despedirse como está mandado el próximo domingo. En la jornada de ayer, tuvimos reencuentros con egregias figuras de la cosa oscura y contactos con promesas de la escena local, además de pequeñas raciones de synthpop fílmico, new wave finesa o folk céltico. Y en otros espacios escénicos de la Ciudad Condal actuaron grupos y solistas como Él Mató A Un Policía Motorizado, Rozi Plain, Angélica García o Xebi SF. Un buen comienzo.

Abstract Concrete

El nombre de la banda de Charles Hayward –ex This Heat– describe bastante bien su música, pero en vivo Abstract Concrete –tal como demostraron a su paso por La (2) de Apolo– suman una síncopa casi bailable que se entromete en la experimentación, atravesada por muros de sonido y música de cámara. Si bien en este concierto predominó el componente avant-prog de su propuesta, el groove de Otto Willberg al bajo brilló con luz propia en temas como “Sad Bogbrush” –a ritmo de bossa nova– o “Almost Touch”, donde viajó del folk a un funk progresivo clásico y de ahí al noise. Sin embargo, cada canción muta desde las disonancias y melodías de la viola de Agathe Max o de la guitarra Roberto Sassi hasta un rock que roza el indie pop en temas como “Ventriloquist/Dummy”. Charles también presentó “Small World” como nuevo corte, para luego rectificar y llamarlo “Tomorrow's World”. Daniel P. García

Abstract Concrete: la eterna juventud de Charles Hayward (batería). Foto: Òscar Giralt
Abstract Concrete: la eterna juventud de Charles Hayward (batería). Foto: Òscar Giralt

Ariox

Para presentar los temas de su nuevo trabajo, “ARIOX IS SUPER SAD” (2024) –y a diferencia de conciertos previos, donde cantaba junto a un guitarrista tunenado la voz mediante un filtro–, la artista de Cardedeu, intensamente sumida en su interpretación, se acompañó de bases pregrabadas y un batería, lo que subrayó los ecos más drum’n’bass y EDM de algunas de las composiciones, así como su contundencia, mientras que cortes como “Dessstrosssada per un mal d’amor” resaltaron el lado más emo-dramático de su propuesta. Al igual que la presentación estética –una holgada camiseta promocional de “Diablo III”, metal líquido gris circulando por la pantalla, dos barreras de carretera marca Safeblock sobre el escenario de la sala Apolo–, el breve recital de Ariox dejó entrever su paulatina evolución hacia una expresión artística más firmemente propia. Xavier Gaillard

Ariox, buscando su camino. Foto: Sergi Paramès
Ariox, buscando su camino. Foto: Sergi Paramès

Cranes

La hipnótica voz aniñada de Alison Shaw sobrevoló la encantadora melodía de la etérea “Cloudless” a medida que se le iban sumando el resto de instrumentos: así empezó Cranes su intenso concierto en la sala Apolo, en el que repasaron las distintas facetas de su obra noventera, acompañadas de una variopinta presentación visual. La veterana banda inglesa hizo espacio en su repertorio a lo amorfo-fabril: el martillazo industrial de “Dada 331”, la desorientadora “Lillies” o “Starblood”, que puso un fin ruidoso al recital con su batería minimalista y una apoteosis de feedback desatado. También hubo lugar para lo melódico, con temas radicados en el rasgueo, como “Everywhere” y sus ondulantes sintes, o “Reverie”, con sus arrebatos de agresión guitarrera. E incluso para lo dramático: una “Far Away” más categórica que en disco por el severo trabajo de las baquetas o el embrujo iterativo de “Sixth Of May”. Xavier Gaillard

Cranes: Alison Shaw, princesa dream pop. Foto: Sergi Paramès
Cranes: Alison Shaw, princesa dream pop. Foto: Sergi Paramès

John Francis Flynn

El irlandés –que se ha dado a conocer como divulgador del folk de su tierra– salió a escena íntimo, conversador y gracioso. John Francis Flynn interpretó varios estándares de la tradición musical de la isla esmeralda como “My Son Tim”, pero el uso de samplers aportaba un toque noise y el arreglo para dos flautas irlandesas de “Tralee Gaol” suponía una reinvención. Curiosamente, abrió su concierto en La (2) de Apolo con el clásico folk norteamericano “Mole In The Ground”, en una versión con aire post-punk de ritmo vertiginoso y oscuro. Entre tema y tema, aprovechó para contar historias y afinar su guitarra apuntando que la afinación es “como el mantenimiento de aviones: requiere tiempo”, pero precisamente eso, tiempo, es lo que le faltó para terminar, por lo que improvisó la breve “Within A Mile Of Dublin” en vez de la canción prevista para cerrar su show. Daniel P. García

John Francis Flynn: Irlanda deconstruida. Foto: Òscar Giralt
John Francis Flynn: Irlanda deconstruida. Foto: Òscar Giralt

Johnny Jewel

Oscuro, formal, mudo, vibrante y profesional, Johnny Jewel no paró de moverse arriba y abajo de su mesa de dos metros repleta de aparatos analógicos para recrear, con alguna que otra gestualidad teatral y jocosa, algunas de sus composiciones, ornamentadas con una selección de cortes de los filmes a los que ha puesto música. Bajo los focos de la sala Apolo imperó la atmósfera narcótica y una ocasional tenebrosidad ruidosa, con temas de electrónica progresiva setentera: el ominoso inicio con “Red Door”; ese saxo grueso de “Windswept”, utilizada para el regreso de “Twin Peaks” (David Lynch y Mark Frost, 2017); varias piezas de “Lost River” (Ryan Gosling, 2014), como la tétrica “Carousel”, la hirsuta maquinaria de “Shell Game” o la delicadeza de “Tell Me”, que cerró el set. Aunque el músico estadounidense también dejó algo de espacio para la vertiente más synthpop y bailable de su repertorio: “Digital Versicolor” y “Lady”, cuya línea vocal reprodujo con un inquietante filtro robótico. De la mítica dupla de “Drive” (Nicolas Winding Refn, 2011) cayó la pulsante “Tick Of The Clock”, que fue recibida con exacerbado entusiasmo entre los asistentes. Xavier Gaillard

Johnny Jewel: entusiasmo. Foto: Sergi Paramès
Johnny Jewel: entusiasmo. Foto: Sergi Paramès

Maustetytöt

El dúo formado por las hermanas Anna y Kaisa Karjalainen tuvo una presentación sobria y sólida. En sus 40 minutos de concierto en La (2) de Apolo, Maustetytöt pasearon brevemente por diferentes canciones de los tres discos que han grabado en siete años de carrera, con un repertorio que mantuvo invariables las versiones originales. Casi todas son oscuras baladas new wave, post-punk, synthpop o (un poco) italo disco, pero con ricas y sutiles armonías vocales que hablan de violencia, soledad, guerra y refugiados. Todo esto matizado con anécdotas de humor negro contadas por Anna. Hacia el final del concierto, destacó “Syntynyt suruun ja puettu pettymyksin”, el corte de su segundo álbum con el que saltaron a la fama gracias a su aparición en “Fallen Leaves” (2023), última película de su compatriota Aki Kaurismäki, elegida como la mejor del año pasado por Rockdelux. Daniel P. García

Maustetytöt: mucho más que Kaurismäki girls. Foto: Òscar Giralt
Maustetytöt: mucho más que Kaurismäki girls. Foto: Òscar Giralt

The Chameleons

Tan anonadante resulta la óptima preservación vocal y física de Mark Burgess como la capacidad de la versión actual de The Chameleons –donde, recordemos, sigue militando también Reg Smithies, auténtico mago de los punteos guitarreros filtrados– para trasladar fielmente al directo canciones cuya producción original no es precisamente sencilla. Tras la épica introducción instrumental con sintetizadores “Silence, Sea And Sky”, los británicos iniciaron su turno en la sala Apolo con la triunfal y novísima “Where Are You?”, para luego sumirse en una retahíla imparable de clasicazos, incluyendo la sublime melodía de “Perfume Garden” (que dedicaron a John Peel), con sus guitarras pioneras del shoegaze o el post-rock. Después escuchamos “Looking Inwardly”, con su abrumador e incesante vaivén a dos notas, cascadas de telarañas guitarreras pedaleadas y una sobrecogedora coda airosa. O “Up The Down Escalator”, cuyo pegadizo estribillo –“there must be something wrong, boys”– fue coreado a puño alzado por muchos de los presentes. La locomotora de hits sufrió una ralentización –¿necesaria?– con una interpretación no acústica de la frágil “Tears”, seguida de la popera “Mad Jack”, que quizá se alargó en demasía. Sin embargo, las olas de sintes y la cíclica sección rítmica de “Home Is Where The Heart Is” devolvieron la sangre a las venas de un directo al que solo se le podría achacar cierto hieratismo escénico e inexistente espacio para la improvisación, dado lo estudiado y técnico de la propuesta. El grupo se despidió acertadamente con la galopante “Swamp Thing”, una de las canciones más enormes no solo de su repertorio, sino de los años ochenta en general, cuyo final con guitarras celestiales probablemente dejó levitando a más de uno. Xavier Gaillard

The Chameleons: veteranía sin fisuras. Foto: Sergi Paramès
The Chameleons: veteranía sin fisuras. Foto: Sergi Paramès

TIEMEI

La banda antes conocida como TMATNB cerró la primera noche del festival en La (2) de Apolo, comenzando antes de la hora pero frente a un público que escaseaba y cuya procedencia era marcadamente local. Así, el trío catalán se desenvolvió sobre el escenario con familiaridad, comenzando su presentación con “Fault”, tema incluido en su primer álbum como TIEMEI, “The Mourning After The Night Before” (2024). Fue el disco que predominó en su set, que también incluyó algunos temas de sus dos EPs anteriores como “Party Sober” o “Triglicèrids”. En general, el estilo del grupo se pasea ampliamente por la electrónica, aunque con un marcado acento en techno, electrosoul e IDM que juguetea con influencias del electropop, del industrial, del reguetón y hasta del trap, lo que hace que su propuesta sea por momentos altamente bailable y en otros más introspectiva. Daniel P. García

TIEMEI: entre el baile y la introspección. Foto: Òscar Giralt
TIEMEI: entre el baile y la introspección. Foto: Òscar Giralt
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