Soleá Morente, triunfal. Foto: Marina Tomàs
Soleá Morente, triunfal. Foto: Marina Tomàs

Festival

Primavera Sound (11 de junio /3): que no termine (al menos esta sensación)

El concepto diva tiene elasticidad suficiente como para propiciar el recorrido que nos ocupa, rico en argumentos sonoros y diverso en su articulación escénica. Bajo ese apelativo –cada una de ellas opera a su manera, por supuesto– cabe registrar las soberbias actuaciones de Soleá Morente, Celeste, Angèle y Jessie Ware. Redondeando el itinerario en sus respectivos turnos, dos hombres-orquesta que manejan planteamientos estéticos muy distintos pero sin duda apetecibles: Confeti de Odio y Jhay Cortez.

Es probable que el de Soleá Morente haya sido uno de los mejores conciertos de toda esta edición de Primavera Sound. Tuvo hits para dar y tomar, una gran banda, bailarines talentosos y un público implacable que no se amilanó por estar cantando y bailando a pleno sol durante el show, que comenzó a las seis de la tarde y abrió el escenario Estrella Damm. Pero, claro, el mérito también es de la madrileña, en cuerpo y alma. Pocas y pocos intérpretes más carismáticos, más magnéticos que ella pasarán por los festivales locales este verano. El final de su concierto con “Baila conmigo” –antecedido por esa bonita versión de “No pensar en ti”, de Raffaella Carrà, escrita por Nacho Canut y Carlos Berlanga– quedará como una de las postales más felices de esta edición. Todos arriba, cantando y sonriendo en el reflejo de la sonrisa de Soleá. Como debe ser.

Y mientras el sol comenzaba a ser más amable, pasadas las ocho de la tarde, Celeste llenaba el escenario Cupra. Comparada con Billie Holiday y con su coetánea Adele, la británica-estadounidense presentó un concierto robusto junto a una banda soberbia, con bronces y cuerdas incluidas. Quizá no era el tipo de show para un escenario que ha pasado de ser uno de los más bonitos –¿cómo olvidar el concierto de Caetano Veloso en la edición de 2014?– a uno de los más caóticos y ruidosos. Lo que preparó Celeste sí era algo que se comía el espacio, pero, al mismo tiempo, se trataba de composiciones llenas de detalles, de una voz privilegiada, de capas de instrumentos que era fácil perder de vista con muchas personas gritando o tirándote la cerveza encima. Ojalá pudieran programarla en otra ocasión en el Auditori Rockdelux, por ejemplo.

Confeti de Odio, afilado. Foto: Val Palavecino
Confeti de Odio, afilado. Foto: Val Palavecino

Mi ruta del sábado, último día de Primavera Sound, estaba marcada por las divas. Pero para que una regla lo sea debe haber excepción, así que me desvié hasta el escenario Ouigo (cuánta comodidad se vive allí). Irónicamente, a pesar de sus letras y de su performance de querer matarse, el concierto de Confeti de Odio es divertidísimo. Técnicamente sencillo, sostenido únicamente en la persona de Lucas Vidaur y unas canciones que, en directo, tienen una impronta mucho más punk rock que en las grabaciones. Cantó temas bien conocidos como “Todo muere” o “Dale una oportunidad al amor”, del álbum “Tragedia española” (2020), además de su versión de The Cure “Viernes siento amor” y algunas inéditas que, avisó, vendrán incluidas en su próximo disco, que se publicará en septiembre. “Madres en TikTok / hijos en la mierda / Jesucristo dimisión / exhumación de Franco comentada por Ibai”, dicen los versos de una de estas nuevas canciones, que anoté en la libreta. Que llegue ya septiembre para escuchar el resto.

Angèle, pop francófono siempre. Foto: Ismael Llopis
Angèle, pop francófono siempre. Foto: Ismael Llopis
Hay algo en el pop francófono que no tiene que ver del todo con el idioma. Es la producción. Las decisiones sonoras que vienen de una tradición, de una historia larga que apila y apila referencias, que busca la manera de sonar pop, cercano y amigable para, al mismo tiempo, evitar lo genérico, lo evidente y apuntar a los giros y las sorpresas que, además, suenan elegantes. Como muestra, su historia al completo: desde contemporáneos como Stromae y Charlotte Gainsbourg, pasando por todos los proyectos de impronta pop derivados del french touch, hasta la ya clásica y alguna vez vanguardista Françoise Hardy. La belga Angèle Joséphine Aimée van Laeken está ahí también, en el punto más cercano de esa genealogía. Ella es una pop star con un show de pop star de manual: cambios de vestuario, baile y canto simultáneo, breaks de coreografías y diferentes estados de ánimo que marcan la estructura del concierto. Pero sus canciones están lejos de ser olvidables, chabacanas, desechables. En la última noche de Primavera Sound, el público se entregó al francés en el escenario Binance. Quizá no todos sepamos pedir un menú del día en una ciudad belga, ni preguntar direcciones. Pero todos nos sabemos los coros de las canciones de Angèle. Balance ton quoi.

Jessie Ware: ser quien quieras ser. Foto: Val Palavecino
Jessie Ware: ser quien quieras ser. Foto: Val Palavecino

Jessie Ware es alguien que sabe cosas. Antes de verla en vivo en esta última jornada de festival, solo escuchando sus discos, pensaba que si tuviésemos que construir un tropo liberado de clichés y repensando la feminidad para una mujer adulta que vive y siente en este mundo, sería algo muy parecido a Jessie Ware, la artista. Algo así como Sade Adu vibes, pero pasada por Studio 54. En eso convirtió precisamente el escenario Cupra ya entrada la medianoche de este domingo, en un espacio hedonista, bello y en el que se respiraba en el ambiente la idea de que todes podíamos ser quien quisiéramos. Además de talento, pura elegancia fue lo que vimos en el escenario, porque menos siempre es más: ella en el centro en una plataforma –a veces con una bola disco en la mano, otras con un látigo (en “What’s Your Pleasure?”)–, con bailarines y coristas que entraban, salían y estaban lejos de ser un apoyo secundario. Todos juntos, incluyendo a Ware, funcionaban como un engranaje perfecto. Ojalá este concierto hubiese durado una hora más. Ojalá la vida fuera un concierto suyo.

Jhay Cortez: la madrugada es su hábitat. Foto: Val Palavecino
Jhay Cortez: la madrugada es su hábitat. Foto: Val Palavecino

Mi festival terminaba cruzando el puente. En el escenario Tous, a las dos de la mañana, el puertorriqueño Jhay Cortez entraba a romper la discoteca improvisada al aire libre en la que se convirtió con su concierto un espacio que, minutos antes, parecía un botellón masivo, como los que salían en los noticiarios durante la pandemia. Bailarinas, fuegos artificiales y la energía altísima del también productor fueron elementos que hicieron de este un show estelar, muy apropiado para esas horas, además. Como apunte: hace algunos meses lo vi en Lollapalooza Chile y no fue de lo mejor de la jornada, la verdad; tampoco le acompañó la hora, tocó de día, así que los asistentes a Primavera Sound tuvieron suerte. Porque su espectáculo es para las madrugadas, para cuando hasta el más tímido ya no tiene vergüenza de bailar. Cuando lo que quieres es sentir los bajos y las bases en el pecho. Hasta abajo. ∎

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