El pasado18 de mayo, en Stuttgart: Maria Alyokhina (izquierda) y Olga Borisova: “Riot Days 2022”. Foto: Marijan Mura (Getty Images)
El pasado18 de mayo, en Stuttgart: Maria Alyokhina (izquierda) y Olga Borisova: “Riot Days 2022”. Foto: Marijan Mura (Getty Images)

En portada

Pussy Riot

La lucha continúa

27.05.2022

Hace diez años, el colectivo ruso de agitación artístico-política se convirtió en un icono global tras la detención de varias de sus componentes. Lejos de diluirse, su vigencia ha crecido y, en el actual clima de guerra y represión, su labor es más pertinente que nunca. Hablamos con una de sus cabecillas, Maria Alyokhina, en vísperas de su visita con el espectáculo “Riot Days”, gira que debía recalar en Barcelona, Zaragoza y Madrid entre el 1 y el 3 de junio y que finalmente fue cancelada. Se mantiene el show del 17 de junio dentro del Culture & Business Pride de Tenerife.

E

l 21 de febrero de 2012, cinco componentes del colectivo ruso Pussy Riot subieron sin previo aviso –con sus rostros cubiertos con pasamontañas de ganchillo de diversos colores– al altar de la Catedral del Cristo Salvador en Moscú. Allí interpretaron unos segundos de la canción “Punk Prayer: Mother Of God, Put Putin Away!” para denunciar el apoyo de Cirilo I, patriarca de la Iglesia Ortodoxa rusa, al presidente del país. Se detuvo a tres de las chicas que intervinieron en la performance, se les llevó a juicio y, en agosto de aquel mismo año, se condenó a dos de ellas –Nadezhda “Nadya” Tolokonnikova y Maria “Masha” Alyokhina– a dos años de prisión por vandalismo y odio religioso. En aquel momento tenían 22 y 24 años, respectivamente. La noticia conmocionó al mundo y convirtió a los dos rostros visibles de aquel grupo de acción artística, política y punk, hasta entonces anónimo y desconocido, en iconos globales. La imagen de Nadya a la salida del juicio, vistiendo una camiseta azul con el logo (en español) de “No pasarán” y con el puño en alto, contribuyó de modo poderoso a ello, pero también el aluvión de apoyos instantáneos que obtuvieron tanto por parte de organizaciones de defensa de los derechos humanos como Amnistía Internacional, como del mundo político, la cultura, las artes y, por supuesto, la música pop.

“Mother Of God, Drive Putin Away”, la mítica plegaria punk en la Catedral del Cristo Salvador, en Moscú, el 21 de febrero de 2012.

La amnistía decretada por Putin en diciembre de 2013 para conmemorar los 20 años de la constitución rusa –en una época en que a este todavía le preocupaba un poco su imagen internacional– permitió que Nadya y Masha fueran liberadas. Pero no puso fin a la historia de Pussy Riot, que no solo ha mantenido un perfil alto en su activismo durante el último decenio, sino que ha conseguido que este ganase relevancia. Basta con mirar los derroteros que la política de Putin ha ido adquiriendo en los últimos tiempos para confirmarlo. No solo eso: aunque Putin sea el principal blanco de sus iras y sus acciones, tampoco se han librado de las mismas Estados Unidos, la represión policial y la cultura patriarcal.

No ha sido un camino fácil, pues la crisis estalló incluso en el seno del mismo colectivo cuando, tras salir de la cárcel, Nadya y Masha fueron criticadas en una carta abierta firmada por seis de sus componentes, presentadas como Garadja, Fara, Shaiba, Cat, Seraphima y Schumacher. Pussy Riot había nacido como un colectivo anónimo de activistas políticas feministas, artistas conceptuales y músicas punk moscovitas en agosto de 2011. Parte de ellas procedían de grupos similares de carácter anarquista-situacionista como Voina, que ya en su momento había causado gran revuelo por sus performances practicando sexo en vivo en la Facultad –donde destacaba Nadya, embarazada entonces de ocho meses– o besando a mujeres policía en lugares públicos. Como Pussy Riot, mantuvieron esa idea de crear acciones planificadas, de guerrilla, siempre en espacios públicos inusuales y con un carácter deliberadamente ilegal. Algunas de las más reseñables se produjeron en la Plaza Roja, en escaparates de tiendas de lujo, encima de un autobús y junto a una prisión en la que se encontraban varios opositores a Putin. La escenificación de sus protestas solía ir acompañada de la interpretación de una canción de estilo punk con mensaje crítico. Siempre eran filmadas y subidas a internet como elemento fundamental para que tuvieran un impacto mediático instantáneo y de alcance global.

Las Pussy Riot en acción, en 2012.
Las Pussy Riot en acción, en 2012.

Pero la disputa interna estalló en 2014 después de que Nadya y Masha apareciesen –presentadas por Madonna– en un concierto para Amnistía Internacional en Nueva York en el que se vendieron entradas y en el que se usó el nombre de Pussy Riot con fines publicitarios, anunciándose incluso como “su primera actuación legal”. Entonces, el núcleo anónimo anunció que aquellas dos chicas ya no representaban a Pussy Riot, pero lo cierto es que la tortilla dio la vuelta: para el resto del mundo, Nadya y Masha eran Pussy Riot, y así ha seguido siendo hasta ahora. Ellas dos poseen la propiedad del nombre y han borrado de la historia presente al resto de sus excompañeras. En las canciones, videoclips y conciertos anunciados como Pussy Riot suele ser todo proyecto de Nadya, declarada “agente extranjero” por el gobierno ruso y en paradero desconocido, aunque la mayoría de sus acciones se tejen desde Estados Unidos. Masha se ha centrado en su faceta más teatral y en espectáculos multidisciplinares. “Riot Days”, basado en su propio libro biográfico, es un musical escrito, dirigido y protagonizado por ella misma que une elementos de spoken word, teatro y manifiesto punk con canciones que cuentan con todo tipo de detalles el proceso que cambió su vida en 2012. Con la promoción de este espectáculo como reclamo (en una gira española de tres fechas que al final se canceló, aunque se mantiene su presencia, el 17 de junio, dentro del Culture & Business Pride de Tenerife), tuve la oportunidad de hablar durante media hora con Maria Alyokhina vía Telegram, la mañana del 9 de mayo.

Maria Alyokhina, en la pieza teatral “Riot Days”, en Berlin, el pasado 12 de mayo. Foto: Sean Gallup (Getty Images)
Maria Alyokhina, en la pieza teatral “Riot Days”, en Berlin, el pasado 12 de mayo. Foto: Sean Gallup (Getty Images)


¿Crees que las autoridades rusas podrían estar escuchando esta conversación?

(Silencio) Probablemente sí. Mi cuenta de Telegram está conectada a un número ruso y no es una plataforma segura. Para mí no es ningún problema, porque llevo diez años entendiendo que todas mis cartas, mensajes y llamadas son leídas o escuchadas por la policía. Espero que no sea problema para ti, para mí no lo es.

Tampoco, pero evitaré preguntarte dónde te encuentras ahora mismo. ¿Cuál es tu situación legal actual en Rusia?

En enero de 2021 me sometieron a una causa penal por participar en una manifestación a favor de un opositor a Putin aduciendo que había violado la alerta sanitaria por la COVID. Estuve durante siete meses en el más estricto tipo de arresto domiciliario que existe en Rusia. Después me condenaron a un año de restricción de libertad, que de repente se convirtió en año y medio y, aparte de eso, me detuvieron seis veces, estuve 90 días en prisión y también controlada con brazaletes electrónicos, lo que se puede entender como doble condena. Antes de mi última detención salí al extranjero, con lo cual mi situación pasó a ser de fugitiva. Desde hace semana y media estoy fuera de Rusia, con la vista puesta en la próxima gira. (Al día siguiente de la entrevista, apareció una información en ‘The New York Times’ que detallaba cómo la activista había escapado del país disfrazada de repartidora de comida a domicilio y, con ayuda del artista Ragnar Kjartansson, había encontrado asilo en Islandia previo paso por Bielorrusia y Lituania).

¿Te sientes en peligro cada vez que sales de Rusia para actuar?

La censura ahora es peor de lo que ha sido nunca. Es ilegal escribir o postear sobre la guerra, es ilegal subir fotos sobre ella o sobre los territorios atacados y decir la verdad sobre Putin o sobre el ejército ruso. Todo es delito. Mucha gente está yendo a la cárcel por ello y otra mucha ha abandonado el país. Yo intento no pensar demasiado en esta mierda porque creo que todo forma parte del colapso de este régimen y todos deberíamos dar lo mejor de nosotros mismos para que su fin llegue lo antes posible. Es verdadero fascismo y algo realmente horrible. Probablemente vosotros no tengáis toda la información sobre lo que está sucediendo dentro de Rusia. Por ejemplo, hace poco enviaron a combatir a unos chavales de 18 o 19 años, a la fuerza, los mataron y no repatriaron los cadáveres, los escondieron para que no se supiera, lo ocultaron todo. En ese contexto, lo que nosotras hacemos se puede considerar delictivo según las leyes que ellos han creado, pero para mí es mucho más importante contar la verdad que tener miedo por esta mierda.


“Mi cuenta de Telegram está conectada a un número ruso y no es una plataforma segura. Para mí no es ningún problema, porque llevo diez años entendiendo que todas mis cartas, mensajes y llamadas son leídas o escuchadas por la policía”

Maria Alyokhina



¿Crees que la mayoría de los rusos están a favor de la guerra con Ucrania?

¡No! De hecho la mitad de los participantes en el movimiento contra la guerra están en la cárcel y la otra mitad ha decidido irse del país. Cientos de miles de personas se han marchado de Rusia después de que estallase la guerra. La propaganda progubernamental intenta hacernos creer que el 85% de la población está a favor. Es cierto que mucha gente apoya estas ambiciones imperialistas de mierda, pero yo diría que ni siquiera llega al 50% de la población. A esta gente le han lavado el cerebro. Rusia no tiene ningún medio independiente ahora mismo. Todas las cadenas de televisión, los periódicos y los portales de internet están trabajando bajo la propaganda gubernamental de guerra. Es terrible, pero es la verdad, y espero, deseo, que toda esta propaganda sea sancionada por un tribunal neutral como crímenes de guerra en el futuro, porque eso es lo que son esos medios, criminales de guerra. No te puedes imaginar qué palabras utilizan, en qué términos se expresan, con qué frecuencia llaman al uso de armas nucleares en contra de Ucrania y de Estados Unidos. A los ucranianos no solo los tildan de nazis, sino que utilizan métodos muy cínicos para describir la situación de ese pueblo. En Rusia se escucha esa mierda todo el tiempo y, desafortunadamente, eso surte efecto en mucha gente. Si lo comparas con la situación en la Alemania nazi verías muchas similitudes. Ese es el ejemplo más cercano, porque no lo podemos comparar con Corea del Norte. Aunque los métodos de propaganda son muy parecidos, hay que reconocer que Rusia no está todavía tan cerrada en sí misma. Es posible salir del país y, aunque resulta difícil, volver a entrar también.

Diez años después de vuestra primera detención, ¿cómo dirías que Pussy Riot ha afectado el clima cultural en Rusia? Por entonces decíais que aquello iba a llevar a que salieran más artistas alternativos mostrando su disidencia, pero ¿realmente ha sido así o, al contrario, se ha creado una situación de miedo que ha evitado que nadie tomara vuestro testigo?

En estos diez años la situación se ha vuelto realmente peor. Incluso te diría que es incomparable. En 2012 todavía había bastantes artistas que contaban con muchas plataformas en las que podían actuar. Ahora no es solo que ya no quede ninguna, sino que los artistas son tratados como enemigos del pueblo. Además de nosotras hay muchos músicos, cantantes de rap, cineastas, actores y directores de teatro que han sido perseguidos. Muchos han salido del país y han continuado actuando en el extranjero y donando el dinero que recaudan a refugiados ucranianos. En Rusia, si intentas decir algo en contra de la guerra durante un concierto, una representación o cualquier tipo de evento público, el recinto será clausurado inmediatamente. No se trata ya solo del arte alternativo, sino de toda la cultura. Hay también muchos artistas haciendo creer que nada está sucediendo y continuando con sus exposiciones o lo que sea. El arte se ha convertido en un elemento decorativo del régimen. Es nefasto. Yo no quiero juzgar a nadie, pero lo que tengo claro es que no quiero estar mínimamente cerca de nada de esto.

Maria, en la actuación de Pussy Riot en la sala Apolo, en Barcelona, el 9 febrero de 2019. Foto: Marina Tomàs
Maria, en la actuación de Pussy Riot en la sala Apolo, en Barcelona, el 9 febrero de 2019. Foto: Marina Tomàs


¿Has hecho las paces con las componentes de Pussy Riot que os intentaron expulsar del grupo?

Nadya y yo pasamos dos años en prisión. Ellas no. Después de que nos liberaran, empezamos a luchar por los derechos de los reclusos y abrimos nuestro propio medio de comunicación, MediaZona, que fue el primer medio independiente en la Rusia de Putin que informaba sobre el sistema judicial y la violencia en las prisiones. Tal vez aquello fue algo inesperado, porque Pussy Riot éramos al principio aquel colectivo de arte anónimo y no un grupo de defensa de los derechos humanos, pero todo cambió. Si pasas dos años en la cárcel es imposible que eso no te cambie. Si ves todas esas cosas horribles, torturas, esclavitud y violaciones continuas de los derechos humanos es imposible no reaccionar ante ello. Yo no veo por qué tendríamos que sentirnos culpables de eso. En Rusia no hay tanta gente y, sobre todo, no hay tanta gente joven que luche por los derechos de los presos, y nosotras quisimos mejorar esa situación. Aparte de eso, tanto para mí como para Nadya el feminismo sigue siendo tan importante como lo ha sido siempre. En nuestros conciertos vendemos entradas, actuamos como un colectivo musical y político, pero en todas nuestras actuaciones hemos apoyado a quienes se encuentran entre rejas y hemos tratado esos temas que son extremadamente importantes. Somos artistas que no ponen el espectáculo en primer lugar. Siempre primamos la importancia de los derechos humanos, el feminismo, los derechos LGTBI, por supuesto, porque yo tengo una novia y muchas cosas que decir sobre la situación real de nuestro colectivo, especialmente en Rusia. Si tenemos esta oportunidad, un altavoz para tratar estos temas, eso es lo que debemos hacer.

Habéis recibido mucho apoyo de artistas internacionales, grandes estrellas del pop, incluso llegasteis a aparecer en un capítulo de la serie “House Of Cards”. ¿Qué importancia creéis que ha tenido para vosotras el ser reconocidas por todos estos iconos del mundo del espectáculo global a la hora de visibilizar vuestra causa?

No creo que hubiera una campaña blanda para hacer a Pussy Riot más populares. Al creador de “House Of Cards”, Beau Willimon, lo conocimos en un acto del PEN International y descubrimos que era una persona genial, una de las personas más interesantes que he tratado en mi vida. Nos invitaron a ir a una de las reuniones de guionistas cuando estaban preparando el argumento de la tercera temporada. Querían recabar información sobre cómo funcionaban las cárceles rusas, estuvimos allí cuatro horas y rápidamente nos invitaron a participar en uno de los episodios. Beau está actualmente trabajando en un documental sobre Ucrania. No quiero que esto se lea como que estamos en una posición de compadreo, o algo así. Simplemente, si alguien quiere hacer algo bueno para conseguir que los rusos sean más libres, en este caso para parar la guerra, yo estaré a su lado, solidariamente. Yo lo veo así.


“Cientos de miles de personas se han marchado de Rusia después de que estallase la guerra. La propaganda progubernamental intenta hacernos creer que el 85% de la población está a favor. Es cierto que mucha gente apoya estas ambiciones imperialistas de mierda, pero yo diría que ni siquiera llega al 50% de la población”

Maria Alyokhina



¿Creéis que en 2012 se os juzgó más severamente por el hecho de ser mujeres, en el sentido de que subir al altar, cuyo acceso está prohibido para vosotras, se interpretó como agravante y le dio un carácter de castigo ejemplar?

Pienso que no se debió tanto a eso como a que nos habíamos posicionado contra el gobierno de Putin. Es cierto que para ellos supuso un shock el ver a mujeres subiéndose ahí y manifestándose políticamente, especialmente con las formas que utilizamos. El ruso es un estado muy patriarcal, ellos no nos aceptan como sujetos políticos activos e independientes, y eso resultó frustrante para ellos. Nuestro sistema judicial no es independiente en absoluto. Antes de la sentencia, a los jueces los llaman por teléfono desde el gobierno, que les dicta a cuántos años debe ascender la condena, y eso funciona igual para mujeres y hombres. Pero el feminismo en sí, como concepto, como idea, como movimiento, es considerado desde el discurso del gobierno como algo diabólico y pernicioso, no tiene comparación a su percepción en el resto de Europa. Y a Pussy Riot, por supuesto, se nos considera parte de todo esto. Probablemente ni te imagines lo que nos llaman en los medios rusos, pero sobre nosotras han dicho un montón de cosas realmente desagradables.

¿Cuál es la situación actual de MediaZona?

Todos los medios independientes han sido cerrados. Si trabajas en ellos te expones a que te consideren un agente extranjero. Hay una ley, o así la llaman, que se decretó en 2013 cuando nosotras estábamos encarceladas, que permite dar ese tratamiento tanto a organizaciones como a personas físicas. Si te imponen el estatus de “agente extranjero” va a ser muy difícil la vida para ti. Así te tildarán y remarcarán en todos los medios y redes sociales; vas a tener que informar al Ministerio de Justicia sobre todas tus actividades, tus movimientos financieros, incluso qué tipo de papel de váter utilizas… Y eso ha llevado a que mucha gente tenga miedo a que le impongan ese tratamiento.

Eres madre de un niño, ¿cómo ha afectado a tu relación con él todo lo vivido?

Mi hijo tiene ahora casi 15 años, ya es un adolescente. Ha visto cosas realmente demenciales en estos diez años, no solo mis dos años en la cárcel, sino las detenciones permanentes, las causas judiciales y administrativas y mucha policía en nuestra vida. En realidad, no sé cómo le habrá afectado hasta ahora, pero veremos lo que él piensa sobre todo esto en cuanto crezca más. Espero que me pueda entender. ∎

La música de Pussy Riot: más allá del punk

Por su situación política, el punk llegó a la Europa del Este tarde y con sus propias especificidades. Maria Alyokhina nació en 1988, justo cuando eclosionó en Rusia el denominado “punk de la perestroika”, con grupos como Grazhdanskaya Oborona, Sektor Gaza o Korol i Shut. “También había muchos colectivos hippies fascinantes en aquella época. Yo crecí con toda aquella cultura, y de allí salió Pussy Riot”, afirma la artista, para quien “la década de los 90 ha sido el único período de libertad en Rusia, justo tras la caída de la Unión Soviética y antes de que comenzara el régimen de Putin. Es cierto que también había mucha pobreza y delincuencia, pero éramos libres, podíamos expresarnos como queríamos y había un mercado alternativo en el que gente que había ido a los países occidentales traía a vender CDs y discos de vinilo”.

Dentro de la multidisciplinariedad de Pussy Riot, un colectivo de carácter insólito y muy difícil de clasificar no solo en su país, la música no era el elemento fundamental, pero eso no implica que no fuera parte importante de su discurso. En sus inicios, su mayor influencia era el punk anglosajón de estilo Oi!. Su primera canción, “Kill The Sexist!”, se construyó sobre un sample de Cockney Rejects, y la segunda, “Release The Cobblestones”, lo hizo sobre otro de Angelic Upstarts. A ello añadieron un espíritu marcado muy obviamente por el movimiento riot grrrl en sus letras, proclamas y actitud, especialmente por Bikini Kill (Kathleen Hannah y Tobi Vail son admiradoras suyas). La famosa plegaria punk “Mother Of God, Drive Putin Away” fue su sexta canción y, al igual que el resto, fue concebida como parte de sus acciones-performance y realizada para circular por la red sin ser nunca comercializada. Las palabras y el ruido eran el mensaje.

Tras la liberación de las dos condenadas, en 2014, cambió completamente la dinámica del brazo musical del grupo, con Nadya Tolokonnikova como única componente fija. Desde el exilio, abandonó el lo-fi extremo, comenzó a cantar en inglés, a hacer videoclips más trabajados y a utilizar YouTube y Spotify como principales canales de difusión, incluso a editar alguno de sus singles en vinilo. El estilo también viró hacia un pop oscuro de tintes electrónicos e industriales, con algún elemento de hip hop (pensemos en un cruce entre Atari Teenage Riot, Crystal Castles y Charli XCX), aunque con mensajes siempre frontales y muy críticos con el sistema. Desde entonces ha publicado alrededor de una treintena de canciones, entre las que destacan “Make America Great Again” (en 2016, poco antes de la llegada de Donald Trump a la presidencia de EEUU, y con vídeo dirigido por Jonas Åkerlund), “Bad Apples” y “Bad Girls” (ambas junto a Dave Sitek, de TV On The Radio, en 2018), “Hangerz” (junto a Junglepussy y Vic Mensa, en 2019) y “Weather Strike” (junto a Tom Morello, en 2021).

Este año comenzó un ciclo de piezas audiovisuales (canciones, videoclips y carteles) que, bajo el título “Patriarchy R.I.P”, imagina el personaje de una superheroína (la propia Nadya) que busca la destrucción del patriarcado. De momento ha publicado dos videosingles, “Punish” y “Hatefuck”. Además, está muy activa con su organización Unicorn DAO, que ha emprendido una especie de subasta de arte online solamente de mujeres y artistas no binarias y LGTBI. Nadya ya ha reclutado entre sus integrantes a Grimes y Sia. ∎

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