Detroit: la saga continúa...
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Entrevista

Terrence Dixon: arquitectura del vacío y arqueología del futuro

Detroit no inventó el futuro. Lo padeció primero y lo escuchó después. Armado con instrumental analógico y digital, Terrence Dixon sigue apelando al paisaje urbano de la metrópoli estadounidense para construir una obra plena de carácter.

A finales del siglo XX, mientras Detroit perdía fábricas, habitantes y dignidad, mientras los barrios eran tragados por la maleza y las ventanas se cubrían con tablones, un puñado de productores locales empezó a convertir esa ruina en sonido: Juan Atkins, Derrick May, Kevin Saunderson. Hijos de trabajadores del sector de la automoción y de la cultura afroamericana, crecieron en un entorno donde el rugido de las cadenas de montaje convivía con la música disco de los clubes, con Kraftwerk en la radio universitaria, con George Clinton en los coches. En ese cruce improbable nació el techno: una música hecha de máquinas pero profundamente humana, pensada para la pista de baile y, a la vez, para la introspección.

Ese espíritu, dialéctico, futurista y melancólico, nunca abandonó Detroit. Como escribió Kodwo Eshun en “Más brillante que el sol. Incursiones en la ficción sónica” (1998; Caja Negra, 2018), el techno no es tanto música para un futuro prometido como un “espacio para habitar el trauma del progreso”.

A esa tradición pertenece Terrence Dixon, quizá el más enigmático de sus herederos. Nacido y criado en Romulus, un suburbio obrero del área metropolitana de Detroit, Dixon emergió en los años noventa en un momento donde el techno ya había consolidado su lenguaje, pero buscaba nuevos territorios. Debutó en sellos fundamentales como Utensil, fundado por Claude Young, y Metroplex, el histórico sello de Juan Atkins.

Su música se distingue por un minimalismo radical que lleva el techno a su esencia más pura y filosófica: la repetición se convierte en estrategia, el silencio en arquitectura, y la austeridad en rigor. Bajo su propio nombre y el alias Population One, Dixon ha desarrollado un corpus de obras que desafían la superficialidad del baile comercial y se adentran en territorios introspectivos, casi meditativos.

En sus producciones, utiliza tanto hardware clásico –la caja de ritmos-secuenciador Roland MC-303 o los sintetizadores SH-101 y Juno-106, también de Roland– como herramientas digitales contemporáneas, reflejando su compromiso con una estética analógica que se niega a desaparecer en la era digital. Su sonido evoca la propia Detroit: sus calles desiertas, sus sirenas lejanas, el eco de sus fábricas vacías, convirtiendo cada pista en una reconstrucción sonora del espacio urbano.

Tuvimos la oportunidad de charlar con él tras presenciar su set en el Nitsa Club de Barcelona a finales de junio pasado, una sesión hipnótica y precisa que suspendió el tiempo y atrapó a los cuerpos en capas sutiles y densas.

En una sesión en el festival Dekmantel de Ámsterdam en 2019: pálpito Detroit techno.

Al preguntarle por qué retomó “From The Far Future” (Tresor, 2000) en 2012 y en 2020 con dos nuevos capítulos, Dixon fue directo: “Porque tengo mucho material de ‘From The Far Future’ que quiero publicar. En su momento llegué a hacer más de 200 temas para esta visión y ahora quiero sacar tanto de ese material como pueda”. Esta respuesta revela algo esencial en la escena techno de Detroit: la acumulación de archivos personales como espacio de creación, más allá del ritmo frenético de lanzamientos inmediatos. Dixon construye un corpus que no es producto efímero, sino una documentación sonora de su búsqueda estética y filosófica. Así, la práctica creativa se convierte en una ética que privilegia la coherencia conceptual frente a la inmediatez comercial.

Al profundizar sobre su enfoque minimalista, explica: “Cuando empiezo un tema, tiene muchas partes. Luego lo silencio eliminando elementos; normalmente hay algo debajo que está ahí. Al principio, la única máquina que me podía permitir era una Roland MC-303, así que eso quizá explique parte del minimalismo”. Nos dejó claro que su método es escultórico: parte del exceso para encontrar la esencia a través de la reducción. Esta manera de trabajar no solo crea tensión y espacio. También evidencia cómo las limitaciones técnicas moldean la estética, un fenómeno recurrente en la historia del techno. En este sentido, Dixon actualiza y reivindica la economía de recursos como fuerza expresiva y no como limitación.

“Cuando empiezo un tema, tiene muchas partes. Luego lo silencio eliminando elementos. Al principio, la única máquina que me podía permitir era una Roland MC-303, así que eso quizá explique parte del minimalismo”

Para dar forma a las texturas de “From The Far Future”, Dixon recurre a una mezcla de tecnología analógica y digital que define su sonido: “Cuatro Roland MC-303, Alesis Quadrasynth, Roland SH-101, Roland Juno-106, Maschine MK3, MacBook, Alesis HR-16, Alesis MMT-8, una grabadora de cinta de carrete y Ableton”, explica. La elección de estos instrumentos refleja un diálogo entre tradición y modernidad. Los sintetizadores Roland, clásicos del techno, aportan calidez y carácter, mientras que las herramientas digitales y la grabadora analógica ofrecen precisión y flexibilidad para experimentar. Así, Dixon se posiciona como un puente generacional y tecnológico, manteniendo viva la historia sin renunciar a la innovación.

Terrence Dixon no solo crea música, sino que construye espacios sonoros inspirados en su entorno: “Obtengo mi concepto de arquitectura musical y su contenido del entorno de Detroit: las licorerías en cada esquina, el crimen, la arquitectura en ruinas, las sirenas de la policía, los disparos, los perros y gatos callejeros… Todo eso forma parte de mi sonido”. Esta conexión con la ciudad convierte su obra en una cartografía auditiva que captura el paisaje sonoro urbano y sus tensiones sociales. El techno, entonces, funciona como arquitectura del vacío, como un paisaje sonoro que transforma la ruina y la memoria en experiencia estética.

Techno emocional en los cables.
Techno emocional en los cables.

El tono emocional de su música, ni melancólico ni eufórico, se explica con esta reflexión: “Quería sonar como el año 2976, pero no de una forma futurista, sino realmente desde el futuro de aquel pasado”. Este desplazamiento temporal es una paradoja fundamental en el techno: su futurismo no es promesa, es arqueología. El futuro que propone Dixon no es una utopía tecnológica, sino una reconstrucción especulativa del tiempo, un presente alternativo emergiendo de capas históricas. Esta perspectiva se vincula con corrientes filosóficas y estéticas afrofuturistas y especulativas que cuestionan la linealidad temporal y recuperan memorias ocultas para proyectar futuros posibles.

El músico sintetiza esta idea de manera contundente: “El pasado es más futurista que el presente y el futuro, porque no hay nada nuevo bajo el sol, aunque pensemos que todo esto es completamente nuevo… pero todo esto ya se ha hecho antes de alguna manera, forma o estilo”. Así, su obra desmantela el mito del progreso lineal y propone el tiempo como simultaneidad, un concepto filosófico explorado por pensadores como Walter Benjamin y que resuena en su práctica musical. En cuanto a artistas emergentes, mencionó a Diantez Saunderson, hijo de Kevin Saunderson, señalando cómo el legado familiar mantiene viva la esencia de Detroit: “El hijo de Kevin está empezando a hacer cosas interesantes para el grupo de techno E-Dancer”.

“El pasado es más futurista que el presente y el futuro, porque no hay nada nuevo bajo el sol, aunque pensemos que todo esto es completamente nuevo… pero todo esto ya se ha hecho antes de alguna manera, forma o estilo”

Con esta mención, Dixon subraya la importancia de la transmisión generacional para que la tradición evolucione sin rupturas radicales. Es parte de una comunidad que dialoga a través del tiempo, sosteniendo la identidad del techno como fenómeno cultural y musical.

Mientras la mayoría de la escena se deja seducir por el brillo efímero de eventos masivos y la uniformidad estética, Terrence Dixon permanece firme en su defensa del techno como disciplina artística rigurosa, conceptual y desafiante. Su obra no busca simplemente acompañar o ambientar; quiere cuestionar, provocar y resistir la banalidad. Como dijo Theodor Adorno, “la verdadera obra de arte desafía la banalidad del mundo”. En cada pausa medida, en cada patrón austero, Dixon encarna esa actitud crítica.

Su música se convierte en un acto de preservación y memoria, un archivo sonoro que rescata las ruinas materiales e históricas de Detroit y la memoria técnica de sus máquinas. Mientras algunos buscan en la música un escape para olvidar, Dixon crea para recordar y entender, para abrir una ventana hacia un futuro que ya ocurrió y que aún sigue resonando en el presente. En ese vacío arquitectónico y temporal, Terrence Dixon construye un territorio único: el techno como arqueología del futuro. ∎

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