Tom Verlaine, en 1978, al frente de Television: el destello de un sonido único. Foto: Roberta Bayley / Redferns (Getty Images)
Tom Verlaine, en 1978, al frente de Television: el destello de un sonido único. Foto: Roberta Bayley / Redferns (Getty Images)

Fuera de Juego

Tom Verlaine: la tierra está en el cielo

El inesperado fallecimiento de Tom Verlaine (1949-2023) el pasado día 28 nos priva de un verdadero pionero, responsable de un legado con un nivel de influencia de tal calibre que, simple y llanamente, hace imposible adivinar qué hubiera sido del rock alternativo sin la existencia de Television, grupo referencial que lideró con su imbatible guitarra a mediados de la década de los setenta. Su carrera en solitario posterior lo significó como un artista al margen de todo. 

Un mensaje en Facebook del ingeniero de sonido Brooke Delarco mediada la tarde del sábado 28 de enero de 2023 detonó la noticia: Tom Verlaine (1949-2023) había muerto. La verificación no llegó hasta horas después vía los obituarios de urgencia publicados por medios como ‘The New York Times’ o ‘Variety’, pero para entonces los más inquietos ya habían comprobado que Jimmy Rip, su más estrecho colaborador, anunciaba poco antes un viaje de urgencia a Nueva York “debido al peor motivo posible” y que el locutor Jim Marshall, “The Hound”, también le había hecho un discreto homenaje en su cuenta de Instagram. No se trataba de un simple rumor que la gente era reacia a creer; eran las primeras reacciones de su círculo íntimo a una noticia devastadora. Tom Verlaine se ha ido a los 73 años, cuando lo que realmente tocaba era que cualquier día nos sorprendiera con un disco de material nuevo. Murió después de una “breve enfermedad” rodeado de un puñado de amigos, Patti Smith incluida, convertida a estas alturas en una experta en extremaunciones. Fue precisamente su hija, Jesse Paris Smith, la encargada de oficializar el deceso.

Con Patti Smith, en 1975, su pareja en aquella época. Foto: Charlie Steiner / Highway 67 (Getty Images)
Con Patti Smith, en 1975, su pareja en aquella época. Foto: Charlie Steiner / Highway 67 (Getty Images)

No sé si tiene mucho sentido repasar la carrera de Verlaine. Probablemente bastaría con dar voz a toda una generación de músicos y fans –quizá ya más de una– para los que Television fueron el equivalente a la lactancia, y así poder aspirar a dar cuenta exacta de su importancia e influencia. Ellos cambiaron vidas, probablemente no solo en lo musical, las determinaron realmente. Quizá el mejor resumen lo hizo Robert Foster en la canción “When She Sang About Angels”, de The Go-Betweens: “Cuando ella cantó sobre un niño / Kurt Cobain / Pensé que lástima que no fuera sobre Tom Verlaine”. Michael Stipe, Steve Wynn, Flea, Marty Wilson-Piper… han sido legión los músicos que, impactados por la noticia, han publicado mensajes en sus redes sociales. Mike Scott, quien también le nombró en una de las canciones de The Waterboys, dejó el epitafio perfecto: “Nunca superado, solo igualado por él mismo”. Está todo dicho.

Antes de Television, Verlaine ya había inventado el punk en 1973 –o al menos puesto una buena parte de los cimientos del protopunk– junto a Richard Hell y Billy Ficca en The Neon Boys. Disueltos estos, ya sin Hell y tras la incorporación de Fred Smith y Richard Lloyd, nace la formación clásica de Television y con ellos la propuesta más cerebral y arty –tal vez en pugna con The Screamers, una banda de mucho menor recorrido– de la escena que gravitó desde mediados de los sesenta en el underground de Nueva York y alrededor del mítico CBGB, ofreciendo un sonido único e inimitable, tan avanzado entonces como vigente hoy. En él había arquitectura de guitarras: una más contenida y quizá ajustada al modelo tradicional, la de Richard Lloyd; la otra más intrépida y vehemente. Era Verlaine. El jazz de John Coltrane y Ornette Coleman pintaban mucho ahí, pero no, no era jazz-rock infumable, era rock que estaba tirando paredes y abriendo nuevas vías de expresión, y lo hacía sin ruido y sin gritos. Aquel punk podría ser una reacción, lo era ciertamente, contra los excesos y la vacua parafernalia tan propia del rock de los setenta, pero en general no dejaba de ser una trepidante puesta al día de modelos ya definidos en la década de los sesenta, vía rock’n’roll (The Heartbreakers) o pop (Blondie). Lo de Television era otra cosa.

Richard Lloyd, Tom Verlaine, Fred Smith y Billy Ficca: Television, era dorada. Foto: David Godlis
Richard Lloyd, Tom Verlaine, Fred Smith y Billy Ficca: Television, era dorada. Foto: David Godlis

Pocos supieron verlo. Ahmet Ertegun decidió no ficharlos para Atlantic porque “su música no le parecía terrenal”. Probablemente les sonara como un halago. Seymour Stein, que ya había incorporado al catálogo de Sire a Richard Hell o a los Ramones, no les veía potencial comercial, pero sí capacidad para hacer discos que permanecerían en el tiempo. Un diagnóstico certero que no le sirvió para ficharlos. Finalmente fue Elektra, gracias a las gestiones de Danny Fields y Karin Berg, la publicista del sello, la que apostó por ellos.

El grupo, que venía de grabar unas maquetas con Brian Eno a principios de 1975, partía de dos certezas. El material que iba a dar forma a su debut estaba más que rodado después de una dinámica rigurosa de ensayos con periodicidad prácticamente diaria. Por otro lado, no iban a admitir un productor externo, a lo sumo alguien que les guiara en el proceso de grabación. El elegido fue Andy Johns, un clásico. Y el resultado, “Marquee Moon” (Elektra, 1977), con su icónica portada y la fotografía de Robert Mapplethorpe, uno de esos títulos a los que la etiqueta de “mejor disco de la historia del rock” no le queda grande. De hecho, Rockdelux lo escogió el noveno en las lista de los 200 mejores álbumes del siglo XX en su especial del Rockdelux 200. Poca broma. Tampoco es que su impacto fuera inmediato: la revista ‘Rolling Stone’ comparó la manera de cantar de Verlaine con la de un pollo inteligente siendo estrangulado.

La reválida fue “Adventure” (Elektra, 1978), un disco complicado de grabar por los problemas de salud de Richard Lloyd y la desazón que provocaba el progresivo avance de una estrategia de control total sobre el grupo, diseñada y ejecutada por parte de Verlaine. El LP no siguió la senda de crudeza y tensión de “Marquee Moon”, una vía en la que lo virtuoso conciliaba bien con lo inquietante y no resultaba un soberano aburrimiento, sino que apostó por texturas más livianas y con cierta sofisticación. Grandes momentos –que los tiene, ahí están “Glory”, “Foxhole” o la soberbia “The Dream’s Dream”– no evitaron su fracaso comercial en Estados Unidos, la antesala obvia de una ruptura que tuvo lugar pocos meses después.

Tom Verlaine, en 1980. Foto: Kerstin Rodgers / Redferns (Getty Images)
Tom Verlaine, en 1980. Foto: Kerstin Rodgers / Redferns (Getty Images)

Verlaine empezó pronto su carrera en solitario, bastante prolífica durante los ochenta gracias a media docena de discos muy sólidos, llenos de ese sonido de guitarra tan suyo y reconocible, etéreo y flotante, que era capaz de extraer sin apenas ayuda de pedales y efectos. Algunos realmente buenos y accesibles, como “Tom Verlaine” (Elektra, 1979), el magnífico “Dreamtime” (Warner, 1981), “Words From The Front” (Warner, 1982) o “The Wonder” (Fontana, 1990). Y algún otro más exquisito, pero también durillo, como el instrumental “Warm And Cool” (Rykodisc, 1992). Nunca fue un personaje particularmente cercano, pero los años le fueron llevando a intensificar ese perfil huraño y esquivo: “Me gusta pensar en mí mismo como alguien invisible, desafortunadamente no es la manera en que funciona el negocio musical”. No fue reacio a las colaboraciones, de hecho fueron recurrentes las que tuvo con Patti Smith ya desde su primer single –el mítico “Piss Factory” (1974)–, o con grupos como Luna. Produjo una excelente maqueta a una de las bandas más exquisitas e infravaloradas del nuevo rock americano, True West, y también las canciones que finalmente dieron forma a “Sketches For My Sweetheart The Drunk” (Columbia, 1998), disco póstumo de Jeff Buckley. Pero el paso de los años le fue alejando de la dinámica que exige mantener una carrera, particularmente tras el regreso de Television en 1992. Un retorno propiciado por la insistencia del management de Richard Lloyd desde tiempo atrás y que coincidió con un Verlaine sin contrato discográfico tras más de una larga década de irrelevancia comercial. Tuvo como resultado la publicación de un tercer disco homónimo, “Television” (Capitol, 1992), álbum que merece una recuperación y el reconocimiento que nunca ha llegado a tener, y que llevó a que estuvieran presentes en los carteles de festivales como Glastonbury junto a un montón de bandas que les idolatraban. Tras esta peripecia, Verlaine adopta definitivamente un perfil bajo que apenas rompió en 2006 con la edición simultánea de dos discos para el sello Thrill Jockey, “Around” y “Songs And Other Things”, ambos excelentes.

No obstante, la historia de Television nunca terminó de cerrarse. El 9 de abril de 2001 la banda regresó a los escenarios por segunda vez, en esta ocasión gracias a la invitación de unos Tortoise que en aquel momento ejercían el comisariado de la edición británica del festival All Tomorrow’s Parties. Días después, el 12 de abril, tocaron también en Gijón, su debut en España, en la primera jornada del festival Música en Poniente. Volvieron para el Primavera Sound de 2003. Desde entonces –ya fuera con Richard Lloyd o con Jimmy Rip a la segunda guitarra– la banda se ha venido prodigando en directo con cierta periodicidad hasta hace apenas unos años, siquiera para interpretar “Marquee Moon” en su integridad (lo hicieron en el Primavera Sound de 2014). Incluso hubo rumores de la edición de material nuevo, con visita al estudio incluida, de los que nunca más se supo.

A partir de ahí, silencio casi absoluto y, por lo que contaban algunos de sus conocidos, una vida tranquila típica de cualquier neoyorquino (no lo era de origen: Verlaine nació en Denville, New Jersey, en diciembre de 1949; nombre real: Thomas Miller). Con sus paseos, paradas en la lunchette de confianza y visitas a las librerías de saldo en busca de libros de poetas semidesconocidos, a los que era aficionado. ∎

Hora de aventuras

TELEVISION
“Marquee Moon”
(Elektra, 1977)

¿Qué se puede añadir a lo ya dicho y escrito sobre “Marquee Moon”? Sinceramente, creo que nada. Una nueva escucha me hace pensar que, de no haber sido publicado en su momento, nada habría sido igual –ni parecido– en el rock alternativo desde los ochenta, nuevo rock americano y escena C86 incluidas. Y que si se publicara la semana que viene nos dejaría a todos rascándonos la cabeza durante un buen rato. Un disco perfecto, rotundo, imaginativo, provocador y excitante. Por muchas veces que lo pongas.

TELEVISION
“Adventure”
(Elektra, 1978)

Víctima de su condición de “hermano menor”, probablemente lastrado por las expectativas generadas, por una lírica aún más intrincada y exigente para lo que podían esperar sus receptores naturales y también por la sorpresa causada por una producción más ligera y sutil, alejada de la crudeza de su antecesor. Pero “Adventure” debe ser escuchado ajeno a cualquier comparación con “Marquee Moon”. Tenía todo el sentido no estancarse y este camino, labrado a base de un repertorio excelente, era tan bueno como cualquier otro.

TOM VERLAINE
“Dreamtime”
(Warner, 1981)

Tras un primer disco en solitario realmente bueno, en cierta manera una continuación de “Adventure” tanto por su sonido –por momentos cercano al pop– y también por esencia, dado que en general se trataba de canciones que Television no llegaron a grabar, “Dreamtime” supuso un volantazo hacia lo inmediato, lo arisco y punzante, con solos de guitarra de asalto que te mandan de nuevo a la fosa séptica neoyorquina a cuyos efluvios musicales sacamos tanta chispa. Mi favorito de los que hizo en solitario.

TOM VERLAINE
“Songs And Other Things”
(Thrill Jockey, 2006)

Publicado simultáneamente junto a otro disco, el instrumental “Around” (Thrill Jockey, 2006), y despachado en su momento con cierta displicencia por una crítica que no supo ver que Verlaine encarnaba el modelo original, parece resumir el filtrado que recoge de sus tres décadas de carrera. Un disco de su tiempo, pop tensionado que seguro que habría sido mejor recibido de venir firmado por alguno de sus imitadores. Y, entre bambalinas, mucha de la vieja guardia de Nueva York: Jay Dee Daugherty, Fred Smith, Billy Ficca, Jimmy Rip o Tony Shanahan. Respect. ∎

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