¿Pues no voy yo cosiendo la entrada del portal de mi casa tras practicarle el beso negro a siete jarras de cerveza y me viene el de arriba con que le molesta que ponga música a las tres de la mañana? La civilización está totalmente sobrevalorada. Y la comunidad… el comunitarismo es una trampa. Yo soy un marrajo, y tener arenques acoquinados, bagres fofos habitando mi espacio vital –que es enorme– me pudre. Pero parece que a otros les sale rocanrol lo de compartir hormigón. A unos zutanos de Barcelona, de hecho, les salió tan bien que montaron un grupo.
Mírame a mí, educando a mis convecinos a base de combinados crepusculares de The Stooges y The Velvet Underground, hinchando su tímida intelectualidad con lo último de Nick Cave, y se ponen a rumiar como oficinistas sin vacaciones. En cambio, llegan cuatro tipejos de la Ciudad Condal –Iñaki García (batería), Ismael Mateo (guitarra), Martín Puig (voz y guitarra) y Miguel Trias de Bes (bajo)– que se ponen a compartir sus inmersiones acústicas a través de las paredes ¡y van y se montan un grupo! Y lo han llamado, claro, Vecinos. ¡Y me parece un nombre fabuloso! ¿A quién has ido a ver? A los Vecinos. ¿Tenías reunión de la comunidad o qué? No, ha sido en la Razzmatazz. Joder, cómo moláis en vuestro bloque, que os vais de marcha a clubs y todo.
Hablando de canciones, “PAGA Y SEÑAL” –sí, en mayúsculas, no lo miréis raro, así titulan todas las composiciones del EP “No son horas” (2024), el tercero en su haber; todos recopilados en el álbum “Junta extraordinaria” (Mont Ventoux, 2024)– es de esos temas con los que me tiembla la rabadilla en público y termino dando la nota canturreando el estribillo. Tienen unas cuantas así, ojo. Por ejemplo “Patinete eléctrico”, también incluida en “Parecen majos”: mismo clima. Y eso que a mí me entran ganas de ponerme american psycho cuando veo a algún mamarracho callejeando las aceras con esas endemoniadas máquinas. Quizá un poco como a estos chicos. Lo digo porque cuando les pregunto por “el mejor tipo de vecino”, responden: “El que siempre saluda y no va en patinete”. En cuanto a qué instrumento debe tocar ese mismo ser divino, ese vecinus magicus del que hasta el banco ING se ha inventado un anuncio, dicen lo siguiente: “‘All in’ a todos los instrumentos, solo tienes que tener paciencia el primer año de aprendizaje”. Si es que, hay que joderse, de verdad que parecen majos, eh…
Sus riffs no son para echar cohetes de complejidad. Si los comparamos con “El señor de los anillos”, tiene más que ver con los círculos perfectos que hace Bilbo Bolsón fumándose su pipa de hierba que con el galeón refocilante de humo que expulsa Gandalf tras un calo a su porro de madera. Eso no quita que funcionen. El flow psicodélico de un solo de tres minutos místico donde se dormiría hasta un insomne chutado de adrenalina es ya un exotismo. La mayor parte harto innecesario. Así que, si os va tragar con la tradicional melodía pop acelerada, algo guarra, pespunteada por letras cabalgando el sentido del humor, estos gachos son vuestro rollo. “La ironía es nuestro recurso estilístico”, afirman los zagales. “Podemos llegar a escribir de un modo serio, de hecho si se leen las letras del disco se puede entender la complejidad y oscuridad en las letras, pero no nos aterra poder reírnos de ella”.
Con todo esto me refiero a que a los tíos les va una mandanga que lleva bufando las orejas del personal décadas, pero eso no quita que sea un material muy potable. Tienen, además, una curiosa visión antagónica entre letras y melodías, llevándote unas por un sitio y las otras por otro. Como si te estuvieras bebiendo un copazo de Macallan 30 años mientras ves vídeos de tu exnovia, la que justo se va a casar con el gilipollas que te hacía bullying. O, en fin, al revés. Que te toca pringar comiéndote un plato de kilo y medio de brócoli en casa de tu suegra, aunque prefieras un enema de plomo, pero estás tan enamorado de la churri que por ella te arrastrarías por el subsuelo forzando un incansable prognatismo mandibular. Esa clase de paradoja. Ellos, los Vecinos, tienen claro la contravención: “Siempre nos ha fascinado el concepto visual de imaginarnos que la música, la instrumentación, te lleve a un lado y la letra a otro estado de ánimo”. Que leído ahora lo podía haber dicho así, pero lo otro ha quedado más gráfico.