o han querido esperar hasta los 30 años ni a la posibilidad de poner un redondo 2:22:22 en el vídeo de despedida, fragmento jodorowskiano de su mediometraje “Electroma” (2006), precedido por un título (“Epilogue”) y una fecha a la americana (“2:22:21”), y finalizado con un épico fragmento de “Touch” (“hold on, if love is the answer you’re home”). Daft Punk se despiden sin dar explicaciones, tal cual ha transcurrido gran parte de su carrera. Se despiden hoy (ayer) como lo podían haber hecho hace tres años o dentro de cinco, dados los largos períodos de silencio a que nos tenían acostumbrados. Se despiden dejando una inmaculada trayectoria, ejemplo de independencia y libertad creativas. Cuatro álbumes, dos directos, la banda sonora de “TRON. Legacy” (2010), colaboraciones más recientes con Kanye West, The Weeknd o Jay-Z, apariciones en vídeojuegos (DJ Hero), clips dirigidos por Spike Jonze, Michael Gondry, el japonés Kazuhisha Takenouchi. Siempre sabiendo jugar con el misterio, la mitomanía hacia y desde, la excitación del descubrimiento, la ausencia de ego, la conservación de cierta inocencia, la aparente facilidad para alcanzar metas que para otros que ponían todo el empeño resultaban esquivas, tal como apuntaba con bastante gracia Mia Hansen-Løve en su película “Eden. Lost In Music” (2014).
El “French touch” se les quedó pequeño casi desde el primer día. “Da Funk”, “Around The World”, “One More Time”, “Aerodynamic”, “Harder, Better, Faster, Stronger” o “Get Lucky” se bastan para abrirles las puertas de cualquier olimpo, acreedores tanto de homenajes con sana envidia (“Daft Punk Is Playing At My House”, cantó LCD Soundsystem) como hilarantes gags.
No es del todo justa la percepción de que empezaron enseñándonos el futuro y han acabado recreándose en el pasado. En cualquier caso, siempre pusieron por delante el reconocimiento a sus predecesores en la línea evolutiva de la música de baile: si en su último trabajo, “Random Access Memories” (2013), se marcaron prácticamente un disco de Chic, resucitando artísticamente por el camino a Giorgio Moroder y honrando a Paul Williams (sus últimos cascos debían lo suyo a la iconografía de “El fantasma del paraíso”), en el “Teachers” del debut “Homework” (1996) citaban a sus héroes de todas las épocas pero incidiendo en el house y el techno de la década anterior. Además, en aquella primera gira se mostraban, mientras tocaban, la imagen de cada uno de ellos, cuando la escena todavía era un bosque de productores sin cara, la misma que Thomas Baltanger y Guy-Manuel de Homem-Christo decidieron empezar a ocultar a partir de entonces. ∎