No imaginaba que mi vida profesional iba a estar ligada a ese Robe de los años noventa. Pasión lo fichó y les publicó “Somos unos animales” (Pasión-Área Creativa, 1991), pero poco después el sello quebró y Robe se vio de nuevo en la necesidad de buscar compañía discográfica. Los problemas acabaron en cuanto José Antonio Gómez, el director artístico de DRO, se interesó por ellos. Fue el comienzo de su leyenda: el grupo estaba en plena trayectoria ascendente y el buen trabajo artístico y promocional realizado con el grupo hizo que los noventa fueran suyos. No es una hipérbole: si Robe hubiese nacido en Glasgow, Birmingham o San Francisco y sus letras hubiesen sido escritas en inglés, estaríamos refiriéndonos a la máxima figura mundial del rock de todos los tiempos.
Mis buenas relaciones con DRO me permitieron contacto directo con Robe en varias ocasiones. Después de publicar “Pedrá” (DRO, 1995), Robe se trasladó a vivir a La Zubia, no sé si un pueblo o un barrio situado a las afueras de Granada, de camino a Sierra Nevada. Allí tuve que presentarme una tarde de verano de 1995 para entrevistarlo, puesto que estaba redactando un número extra de la revista que por entonces dirigía, ‘La Payola’, dedicado a Extremoduro en su portada. Iniesta vivía en un chalé con piscina y unas cuantas matas de marihuana junto a la valla que separaba su hogar de la casa del vecino. Me lo encontré con la pierna fastidiada: había sufrido un accidente de tráfico y necesitaba rehabilitación y así se desarrolló la curiosa entrevista, con un fisioterapeuta trabajando mientras yo grababa sus respuestas.
Para el lanzamiento de “Canciones prohibidas” (DRO, 1998) se produjo una anécdota curiosa. En esa época seguía dirigiendo la revista de la asociación de mánagers, pero ya no era empleado, sino el copropietario de la editorial con la que la publicaba. Y mi socio, Enrique Pérez Balsa, también autor de tres novelas, era el responsable de toda la creatividad gráfica de la empresa. Un día recibimos por parte de Alfonso Pérez –el director artístico de Warner, la multinacional que por entonces ya había absorbido los sellos DRO, GASA y Twins y que publicaba los discos de Extremoduro– una petición extraña: Enrique iba a tener que llevar sus ordenadores a las oficinas de Warner y trabajar allí en el diseño gráfico del nuevo disco. “No era porque Robe fuera incontrolable por cuestiones de drogas, sino porque era muy pejiguero: tenía tanto control sobre sus discos y sobre la música que siempre quería cambiar cosas hasta el último momento. Y ya se nos había echado el tiempo encima. Si no venía Enrique a trabajar aquí, codo a codo con Robe, no hubiera salido el disco en el momento que tenía que salir. De hecho, Robe me exigió que le firmara un documento por el que si no le gustaba como quedaba el disco teníamos que destruir las 50.000 copias que se fabricaron de inicio y volverlo a publicar cuando tuviera su visto bueno. Afortunadamente, no hizo falta. Le gustó tanto el diseño, el famoso ‘hombre del saco’, como la mezcla de la grabación, que no tuvimos que destruir la tirada”, me explica Pérez, que fue batería y autor de las letras de Esclarecidos. “Nos tiramos toda la noche trabajando en Warner”, recuerda ahora Pérez Balsa. “Y, efectivamente, Robe era muy perfeccionista y puñetero: hasta que las cosas no estaban exactamente como él tenía en mente, no lo daba por acabado”.
En esa época sin teléfonos inteligentes con cámara, en la que los selfies no estaban a la orden del día, había que esperar a que alguien te hiciera “la” foto. La que acompaña estas líneas se tomó en la pequeña sala de conciertos de los locales de ensayo Ritmo & Compás, que estaban justo al lado de las oficinas de Warner de la calle Francisco Remiro, en Madrid. Como si yo fuese el que tiene un pasado yonqui, no recuerdo en qué circunstancias se tomó la foto, pero sí que fue en dos mil –ya era una foto digital, eso sí– y que, como también se puede ver en mi camiseta, “yo también estuve en la rueda de prensa de Extremoduro del 27 de abril de 1997”, la que ofrecieron en el centro social okupado de La Guindalera, que también estaba al lado de las oficinas de DRO… Lo echaré mucho de menos, aunque siempre podré recurrir a sus canciones para traerlo a mi vida. Como si nada hubiese pasado. ∎