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Firma invitada / Vitafonías

Vitafonías nº 6

W

illian Tyler musica “First Cow” con instrumentales espirituales prendidos en el bosque. Sean Baker selecciona canciones para “Tangerine” en las que el día suene a noche y a sudor frío. Cristobal Tapia de Veer compone ritmos percutivos y onomatopeyas polisémicas en el resort “White Lotus”.


“First Cow” (2019; Filmin y MUBI)
Dirección: Kelly Reichardt
Guion: Jon Raymond, Kelly Reichardt
Música: William Tyler
Minuto: 00:07:57. Exterior. Día. Acabamos de abandonar el presente, donde una chica ha desenterrado un hoyo con dos esqueletos. Ahora estamos en el pasado, y lo primero que vemos son unas botas negras gastadas y unas setas. Antes había sonido ambiente: ruidos del bosque y de un barco en el horizonte. 

Do mayor. Esa transparencia. Esa pureza arpegiada con los dedos. William Tyler, posiblemente sentado en una mecedora con una guitarra tenor (o, quizá, una guitarra de palo pero afinada a lo “Nashville”). Interpreta en bucle frases de timbres agudos, parecidos a los de un arpa. Emula los sonidos de gotas de lluvia que rebotaran en las hojas verdes que separa meticulosamente Cookie, el cocinero interpretado por John Magaro, con las que hará un guiso delicioso. Antes de que conozca a King-lu. Antes de la vaca y de su leche. Estamos en los prolegómenos. Y la banda sonora suena a eso, a introducción (mágica). Música que parece un espiritual ancestral prendido en el bosque, libélulas invisibles que se le aparecen a Cookie para otorgarle sazón hechizada, y que dura hasta que el protagonista ayuda delicadamente a una salamandra que, de espaldas, no es capaz de retomar el camino.


“Tangerine” (2015; Filmin y MUBI)
Dirección: Sean Baker
Guion: Sean Baker, Chris Bergoch
Música: “Hope”, de White Night Ghosts
Minuto: 00:11:51. Interior de un taxi. Día soleado. “I’m in no hurry”. Dice el enésimo cliente del taxista armenio, de algún modo el hilo conductor de una historia de apariencia pequeña y recóndita aunque de impacto gigante: social, político, filosófico, vital. Y empieza la música, que “Tangerine” equivale al “dónde estamos”, al “de qué va esto”. Un foco desmesurado de decibelios graves que ilumina el día como si fuera la noche. No hay banda sonora original, sino canciones donde prima una sensación de after. A pleno día, claro. Sudor frío. 

En el asiento de atrás, un señor de unos 75 años del que se intuye un pasado carismático y un futuro efímero. Lo único que le ha dicho al ubicuo taxista armenio es que quiere ir al centro. Da realmente igual dónde. Quizá ni llegue con vida. Estamos en Los Ángeles, y por las estrellas de Hollywood pintadas en las aceras resuenan las plataformas de prostitutas transexuales que reparten flyers de sus shows nocturnos mientras negocian con clientes habituales transacciones fantasmales de 20 minutos. Sin-Dee Rella acaba de salir de la cárcel y va a ajustar cuentas con su proxeneta, al que quiere y odia mucho. Mientras, transversalmente, se abrirán las puertas de lo que esconde la ciudad, a la manera de Buñuel: un secreto a la vista de todos. La música aparece y desaparece violentamente, como esas puertas que se abren y se cierran y aquí no ha pasado nada. “Llévame al centro”.

“White Lotus” Temporada 1 (2021; HBO)
Creador: Mike White
Música: Cristobal Tapia de Veer
Minuto: 00:00:00. Cabecera. Imitación de tapices con fondo de flores supuestamente exóticas y animales presumiblemente selváticos: camaleones, leopardos, pájaros de fuego... Gritos y percusión de apariencia tribal traídos al score. Sencillo y atractivo. Los sonidos acústicos rebotan muy afinados y las voces que imitan animales resuenan sintéticas para que no parezcan una broma, sino un enigma.

El microuniverso del resort de lujo. Pero un lujo que tampoco es el de la isla privada del millonario, sino un complejo hotelero caro donde aparentar ser más rico que tu compañero de esnórquel. Familias, parejas, solitarios y el personal del resort, todos separados y mezclados entre sí. La banda sonora tira del cliché precisamente para no perder de vista este hábitat tan particular, pero lo enriquece y lo convierte en un juguete para adultos que, como la serie en sí misma, resulta adictiva y ligera aunque también aguda y elocuente.

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