Thom Yorke y Jonny Greenwood tienen nuevo juguete al margen de Radiohead: The Smile, proyecto en el que también milita el batería de Sons Of Kemet Tom Skinner y que presentaron oficialmente este fin de semana(29-30 de enero) en tres conciertos celebrados en Londres y retransmitidos en streaming. Un pequeño acontecimiento que apunta a la idoneidad de este formato para tantear el potencial de empresas singulares.
l pasado fin de semana, el flamante trío The Smile, formado por los Radiohead Thom Yorke y Jonny Greenwood, además del batería Tom Skinner (Sons Of Kemet), dieron una vuelta de tuerca más al formato de los conciertos en streaming. Tras presentarse al mundo el pasado mes de mayo en otro show retransmitido en directo desde el recinto de Glastonbury, la banda tuvo su puesta de largo oficial con tres conciertos desde Londres separados por doce horas entre la noche del sábado y la mañana del domingo para llegar al prime time de Europa y África, las Américas, y Asia y Oceanía. Es algo así como la versión eco-friendly de cuando Carl Cox celebró el cambio del milenio por partida doble rompiendo la línea internacional de cambio de fecha con un vuelo en su jet privado entre Sídney y Hawái. Tampoco debería extrañarnos teniendo en cuenta que el nuevo single del “sonriente” grupo, “The Smoke”, habla de la necesidad de una revolución ante la evidencia del cambio climático y el drama de los incendios incontrolados.
“Con The Smile, esencialmente una banda que empieza desde cero, las opciones para el lanzamiento habían sido limitadas [...]. Ahora, estamos excitados con la aparición de los directos en streaming: si se planifican y realizan de la manera correcta, con creatividad y destreza, representarán un precioso nuevo medio a través del cual los artistas pueden comunicar y contar su historia, además de crear una experiencia alucinante”, dice Ric Salmon, uno de los productores principales de un show dirigido, por otro lado, por Paul Dugdale, el hombre detrás de esa maravilla de los conciertos por streaming que fue “Adele. One Night Only”. Desde luego, estos espectáculos han venido para quedarse y vienen a solucionar un problema histórico en las presentaciones en vivo de proyectos singulares como este The Smile, a menudo limitados a los Londres, Los Ángeles y Nueva York de turno (aunque es cierto que Thom Yorke siempre nos ha mimado: para el recuerdo queda la visita de Atoms For Peace al Razzmatazz barcelonés en 2013).
Desde el joven recinto Magazine London, en el barrio de Greenwich y cerca del masivo O2 Arena, The Smile interpretaron las canciones de un álbum de debut a punto de caramelo para un público sentado alrededor de un escenario circular. El asunto fue capturado para una audiencia global con nueve cámaras y un despliegue de LEDs que pareció encerrar al trío en una suerte de bóveda luminosa como sacada de una película de ciencia ficción. Además, la idea de los realizadores fue convertirse en una presencia discreta para que nadie en la sala se percatase de que estaban allí, pero lo suficiente espectacular como para que los que fans que lo viesen desde sus casas pudieran olvidarse de que no estaban en un concierto “tradicional” durante los 75 minutos que duró la grabación.
El show arrancó con un recitado del actor Cillian Murphy del poema de William Blake “La sonrisa” (aunque el origen del nombre de la banda hay que encontrarlo en otro poema, en este caso de Ted Hughes) y contó con la variedad estilística de grandeza panorámica que esperarías de los principales cerebros detrás de Radiohead. Tanto que, en algunos momentos, uno se preguntaba qué necesidad habría de que estas canciones las tuviera que firmar otra banda. Algunas novedades (y sorpresas) bienvenidas fueron el coqueteo con unos ritmos funk africanos en “The Smoke”, en los que Skinner hizo olvidar a Phil Selway, la mayor presencia de sintetizadores, Jonny Greenwood tocando el arpa en la belleza desarmante de “Speech Bubbles”, y el retorno al rock con mayúsculas de “You Will Never Work In Television Again”, algo como sacado de “The Bends” (1995) por imposible que parezca a estas alturas de la trayectoria de sus miembros, más interesados en el embelese electrónico.
La realización no se perdió ni una anécdota del espectáculo: desde Greenwood pisando pedales de efectos en calcetines hasta Yorke echándole la bronca a un miembro del público que llegó tarde (una de las pocas veces en que se dirigió a la audiencia). Hubo otro momentazo que no solo capturó el zeitgeist de esta sociedad de tardío capitalismo (individualismo vs colectivismo), sino también todo el espíritu combativo que ha caracterizado a Radiohead y cualquiera de sus spin-offs. “Una de las cosas de las que he descubierto tras dos años atrapado en casa es que es posible que los seres humanos sean bastante similares, pese a que nos digan lo contrario: que todos formamos parte de distintas facciones destinadas a luchar las unas contra las otras. Los cojones”. Algo para reflexionar en un show, no olvidemos, destinado a una audiencia global. ∎