Es fácil admirar, sobre todo hoy en día, cuando todo es deliberadamente efímero, a los artistas y grupos que se toman su tiempo para hacer las cosas, para pulir ideas, encontrar la mejor versión de lo que están buscando y, en fin, no hacernos perder demasiado el tiempo. Pero, queridos These New Puritans, seis años entre un disco y el siguiente es una crueldad.
Desde su giro del post-punk hacia lo desconocido con “Hidden” (2010), aquel sueño oscuro al son de tambores taiko y ritmos dancehall y hip hop, el grupo de los gemelos Barnett ha concebido cada nuevo álbum como un viaje musical depurado al extremo, compuesto de ejercicios de falsa quietud o tenso minimalismo. En “Field Of Reeds” (2013) se atrevieron a renunciar al ritmo y a cualquier clase de estructura pop tradicional, que no a las melodías, a veces entonadas por la cantante de fado Elisa Rodrigues. En el algo más directo “Inside The Rose” (2019), Jack Barnett nos dejaba escuchar su propia voz con total transparencia y claridad, esta vez el elemento más importante en otro paisaje sónico tan rico como espacioso.
“Industrial Love Song”, uno de los dos primeros avances del (¡por fin!) nuevo disco de These New Puritans, certifica que el proyecto sigue bastante ajeno a tendencias reinantes y obsesionado con seguir su propio camino, aunque eso reduzca sus opciones comerciales. Es un dueto con Caroline Polachek, pero se parece más al abstracto proyecto Ramona Lisa que a hits hyperpop estilo “Pang”. El título es engañoso: esto no suena a Front 242, sino más bien a las versiones de Sigur Rós con campanillas de Bjöllukór Tónlistarskóli Reykjanesbæjar. Pero era como tocaba titular una canción sobre, al parecer, la historia de amor casi imposible entre dos grúas en una obra de construcción. Este doble adelanto se completa con “Bells”, una belleza arty y etérea en algún lugar entre The Blue Nile y David Sylvian.
El álbum “Crooked Wing” –coproducido, como “Hidden” y “Field Of Reeds”, por el gran Graham Sutton de Bark Psychosis– verá la luz en Domino el próximo 23 de mayo, después de lo que serán, para ser algo más precisos, seis años y dos meses sin nuevo larga duración del grupo. La espera habrá valido la pena. ∎