Qué lejos quedan los tiempos en los que la escena musical española miraba hacia Argentina de reojo y con cierto desdén. No hace tanto que para el público español las obras de colosos como Spinetta, Gustavo Cerati o Charly García eran poco menos que rarezas, mientras que al otro lado del Atlántico eran capaces de llenar estadios y alimentar un culto mesiánico, excesivo, habitual en un país entregado a la idolatría, de Maradona a Evita, de Gardel al Che.
No hace falta irse a los mastodontes del rock nacional para ver un cambio sustancial de la actitud del público español hacia todo lo venido del otro lado del Atlántico: se nota en la así llamada música urbana, donde Argentina es una factoría imparable de artistas de éxito, y se nota en el indie rock, donde la estela de Él Mató A Un Policía Motorizado ha alumbrado el camino para que un puñado de bandas se codeen con sus homólogos españoles en festivales y listas de reproducción variopintas. Nombres como 107 Faunos, Las Ligas Menores o Srta. Trueno Negro forman ya parte del imaginario colectivo del público español, que lentamente ha ido despojándose de ombliguismo hasta el punto en el que podríamos trazar líneas con aquellos años setenta en los que Moris o Ariel Rot desembarcaron en Madrid y sacudieron una escena rock aún dubitativa.
Bestia Bebé, boedenses, son uno de los grupos de la presente hornada del indie rock argentino que más han girado por territorio español. Se nota en ellos ese empaque que tienen las bandas rodadas, curtidas en centenares de horas de local de ensayo, giras interminables y músculo desarrollado por pura repetición. Esto brilla particularmente en los momentos sin complejos, cercanos al hard rock, como ese final de “El verano” en el que casi parecen citar a los Iron Maiden. Brilla también cuando se escapan de los manierismos sonoros del indie rock y se adentran en territorios inhóspitos, como esos detalles tropicales que afloran en “Fiesta en el barrio” (¿Vampire Weekend para rolingas?). Hay algo en ellos –incluso en la portada de su último álbum, que encajaría de alguna manera en el imaginario de unos Judas Priest– que remite a una energía juvenil, al sueño adolescente de un rock’n’roll alejado de pretensiones (adquiridas) de buen gusto.
Si su mayor virtud es la precisión, el detalle, Bestia Bebé tropiezan en ocasiones con cierta complacencia. Explotan una actitud inequívocamente lad, con unas maneras escénicas de banda-de-chicos-para-chicos. La referencia, a priori insospechada, pero muy tangible sobre las tablas, sería una versión algo pacata de los Oasis de la época “Definitely Maybe” (1994). En ocasiones da la impresión de que la banda conoce demasiado bien los deseos de su público y se esfuerza en complacer, en que las canciones tengan los gestos populistas adecuados en los momentos justos, y en ese camino acaban perdiendo personalidad. Los crescendos finales, las ráfagas de feedback controlado y los estribillos de puño en alto se van acumulando.
En ocasiones el karaoke colectivo acompaña a canciones brillantes (como la indudablemente pegadiza “Lo quiero mucho a ese muchacho”) y en otras a temas más cuestionables (como la muy facilona “El rock’n’roll pasó de moda”). La banda plantea conciertos donde la seducción al público casi nunca parte de la sorpresa, sino de un honrado pero predecible ejercicio de buscada complicidad, de masaje permanente al público. En cualquier caso, resulta meritorio y estimulante al mismo tiempo que una banda sea capaz de lograr una entrada más que digna en un jueves de enero en Oviedo. Una nada desdeñable parte del éxito mismo de la sala, La Salvaje, capaz desde su entusiasmo de convocar a un público que, por encima de todo, se fía de lo que se programe allí, porque se lo ha ganado, porque hay simbiosis entre sala y ciudad y público. La gira de Bestia Bebé, estajanovistas del rock, continuará durante las dos próximas semanas a ritmo de concierto por día a lo largo y ancho de la península, particularmente de su cuadrante norte: en enero pasan por Pamplona (26), Valencia (27), Madrid (28 y 30) y San Sebastián (31): en febrero por Zaragoza (1), Lleida (2) y Barcelona (3). Cabe pensar que en su alianza con Primavera Labels se está gestando un –merecido– salto de estatus para la banda, y que confirma que las alianzas intercontinentales van para largo. Hasta entonces, cabe aprovechar para verlos en salas pequeñas, porque quién sabe dónde estarán las próximas veces que visiten España. ∎