No sabemos cuál es, según Devendra Banhart, el clima perfecto para escuchar sus canciones en directo. Pero si tenemos que arriesgar, diremos que una noche de otoño con vientos moderados y amenaza latente de lluvia. Estas fueron las condiciones que se dieron la noche del viernes 10 de noviembre en el Palacio Municipal IFEMA de Madrid. Un contexto ideal para quitarse el abrigo y el calzado y relajar la espalda contra la butaca del teatro.
El preámbulo estuvo a cargo del trío folk comandado por el berlinés John Moods, encargado de amenizar la llegada a la sala a base de armonías exquisitas, guitarra acústica y flauta, justificando los insistentes halagos que recibió en entrevistas recientes por parte del artista principal. Después del primer acto, que apenas duró unos veintipico minutos, Devendra Banhart subió al escenario acompañado de su banda estable: Greg Rogove (batería), Brian Betancourt (bajo), Sofia Arreguin (sintetizadores) y Huw Evans (guitarra y coros). La excusa fue la presentación de su álbum “Flying Wig” (2023), un trabajo oscuro producido por la galesa Cate Le Bon en el que Banhart explora algunas de sus influencias británicas de los ochenta.
Los años pasan y el autor de álbumes clásicos como “What Will We Be” (2009) o “Mala” (2013) parece ser consciente de su madurez artística, lo que no solo se explica por su vestuario –zapatos, pantalón de vestir y camiseta de cuello alto– sino, sobre todo, por la energía contenida que despliega en el escenario y ese aspecto de crooner que lo acerca más a referentes como Bryan Ferry, David Sylvian o Mark Hollis.
Así lo demostró desde el inicio con la impecable ejecución de “Twin”, una de las cinco canciones de su nuevo disco que sonaron en Madrid y que despejaron las dudas acerca de cómo se escucharán en directo. Como dijo a Bruno Galindo en esta entrevista para Rockdelux: “Yo tenía una gran ilusión con algunas canciones y cuando vino el tiempo de tocarlas en vivo no funcionaban. Nos las sabemos muy bien, pero no tenemos ni idea de cómo va a ser la energía en cada escenario. Es parte de nuestro trabajo bailar con ese misterio; las canciones cambian todas las noches”.
Atrás quedó la imagen trovadora de Devendra Banhart haciendo canciones con la guitarra. Esta etapa lo muestra más integrado a su banda y apoyándose especialmente en el trabajo del guitarrista galés Huw Evans, que tiene un protagonismo notable en la propuesta del cantante y autor nacido en Texas e incluso interpretó una canción de su autoría, “Milk For Flowers”, de su proyecto paralelo H. Hawkline.
A pesar del perfil britanizado de Banhart, todavía queda algo de aquel joven hípster influenciado por la psicodelia y que funciona como contrapunto: sus reflexiones verborrágicas en asociación libre, en un español de perfecta pronunciación y con un tono de voz exageradamente dulce, capaces de provocar algunas carcajadas tras haber infectado la sala de melancolía mediante canciones como “Fireflies” o “Bad Girl”. A lo mejor fueron intentos de no dejarse arrastrar por el estado emocional que propuso el repertorio.
Pero también hubo lugar para temas menos lúgubres, y en este apartado destacan las versiones. Aunque Banhart tenga canciones de sobra para seleccionar entre su discografía personal, siempre acostumbra a traer en su maleta un puñado de ellas. En este caso, un final con la interpretación en clave cumbia de “Try Again”, de Aaliyah, a las que se añadieron “Let Forever Be”, de The Chemical Brothers, y uno de los mejores momentos de la noche: el rescate de un temazo como es “Don’t Tell Me”, de Madonna, con Arreguin llevando la voz cantante.
El resto fueron sobre todo evocaciones de sus álbumes más cercanos en el tiempo, con especial énfasis en “Mala”, “Ape In Pink Marble” (2016) y “Ma” (2019). En una hora y media de concierto, Devendra Banhart aportó una nueva pincelada a una carrera desprejuiciada, construida en torno a las múltiples influencias que lo marcaron. Más allá de esa amplia variedad de matices, su propuesta tiene un hilo conductor que vuelve a traerlo hacia el centro cada vez que parece estar a punto de salirse del cuadro y convertirse en un mero artista del absurdo. Pero no, Banhart no es ningún improvisador. Cada canción se encastra perfectamente en su propia mirada sobre lo que implica subirse a un escenario y hacer música. Y eso no es poca cosa. ∎