De entrada, se notó que Gold Lake jugaba cerca de su cuartel general malasañero y que el personal –fue ocupando el Lula Club de Madrid poco a poco y desde la apertura de puertas– quería hacerse fuerte ante un lleno más que previsible. El dúo formado por la cantante Lúa Ríos y el guitarrista Carlos del Amo –reforzado para la ocasión por un breve set de percusión– se mueve con solvencia entre el shoegazing ochentero y el pop californiano de los setenta, aunque las canciones de su nuevo álbum, “Weightless” (2023), se escoran más hacia lo contemplativo y permiten apreciar el buen criterio de Lúa, sobrada de aparejo vocal pero siempre contenida y matizando la interpretación, cómoda en su rutilante traje de heroína dream pop.
Cuando empezaron a sonar los inconfundibles acordes de “Chinatown”, ya con Luna sobre la tarima, el aspecto de la sala –con el respetable apretándose en la zona central de la pista, presagiando sudores que no tardarían en aflorar– convocó el recuerdo del concierto que el cuarteto ofreció en la sala El Sol capitalina en noviembre de 1997, con “Pup Tent” (1997) como excusa y el bajista Justin Harwood todavía en plantilla. De hecho, el primer tercio del concierto –propulsado por la supersónica secuencia “Chinatown”, “Dear Diary”, “Sideshow By The Seashore”, “Bobby Peru” y “Superfreaky Memories”– debería haber reverdecido aquellos laureles, pero el exiguo despliegue sónico impidió un primer clímax a la altura del repertorio planteado. Fue una verdadera lástima que en “Bobby Peru” sufriéramos un solo afónico del guitarrista Sean Eden, falto de ataque pese a su buena ejecución. Y en “Superfreaky Memories” él mismo tuvo que acudir al rescate –coros mediante– de la voz de Dean Wareham, perdida en una mezcla con apenas volumen.
A partir de ahí la cosa fue ganando decibelios. Y muy pronto –con “Malibu Love Nest” y ese subidón final que nos hizo levitar– empezamos a escuchar todo en condiciones. “Four Thousand Days” supo a gloria bendita, lo mismo que “Friendly Advice”, con la bajista Britta Phillips imponente en lo suyo, marcando el paso a un crescendo sensacional que sanó la herida abierta al principio por la falta de contundencia sónica.
Fieles a su tradición versionera y con extra de oportunidad por aquello del décimo aniversario del fallecimiento de Lou Reed, interpretaron una “Satellite Of Love” en terreno propio que moló mil. Y en la preciosa “Tracy, I Love You”, Dean y Britta echaron dos pasos atrás para que Eden –en connivencia con el batería Lee Wall, siempre atento, siempre preciso en su groove– luciera bajo los focos como el consumado orfebre eléctrico que es. Y todavía estaba pendiente la emisión de un hito como “23 Minutes In Brussels”, que el talludo público acompañó en éxtasis, estableciendo una primera conexión televisiva –Eden más que a gusto en su papel de guitar hero del Lower East Side– que iba a desbordar en el bis.
Este último no se hizo esperar y tuvo mucho de simbólico, porque el grupo decidió acudir a sus propias fuentes, a los artistas neoyorquinos que les marcaron el camino a seguir, reconociéndose en ellos vía The Velvet Underground –“Femme Fatale”, con Britta transfigurada en Nico– y Television: clavaron la siempre exigente “Marquee Moon” con una versión canónica, que miró a los ojos de Tom Verlaine y compañía con todo el respeto posible, en una ejecución de ensueño que no vamos a olvidar así como así, sellando un concierto que, hablando mal y pronto, fue la hostia. ∎