a mirada cruda y expresiva de Ismael Llopis Navarro (1978-2023) ha sido protagonista de la fotografía documental de Barcelona durante casi dos décadas. El fotógrafo castellonense convirtió sus ideas en un polo de atracción para autores como él, que compartían estilo, inquietudes y un mismo acercamiento a la realidad.
Rechazaba, sin aspavientos y con convicciones elaboradas, las técnicas de posproducción digital que “desvirtúan la corporeidad humana”, explicaba como relato de uno de sus proyectos que le dieron mayor proyección y altura artística: ‘Momo’. Una revista que fundó con insobornable entusiasmo y la férrea convicción en una fotografía obsesionada con la naturalidad, la diversión y el estilo, decía, “no con ningún canon físico”.
Por un quiebro del destino, Ismael Llopis –Isma para absolutamente todo el mundo– murió poco después del mediodía del pasado viernes 24 de marzo en un trágico accidente de moto en Barcelona, donde vivía desde que conoció a la que fue su mujer durante casi dos décadas, la editora mexicana Carolina Hernández Terrazas.
Conocí a Isma cuando, a finales de 2006, Rockdelux me encargó la cobertura del festival Tanned Tin en Castellón, donde había fundado otra revista, ‘Code Magazine’, un medio de tendencias que sacó adelante con entusiasmo e interminables horas de trabajo. Nos presentó una amiga común, la editora Ana S. Pareja, y se ofreció a acompañarme a hacer las entrevistas con los músicos de esa edición. No quería cobrar nada a cambio, solo hacer fotos. Por supuesto, su excelente trabajo fue retribuido como el de todos los profesionales de esta revista y desde entonces colaboró con Rockdelux en la cobertura de los conciertos de la zona, como el festival de Benicàssim, y en otros tantos que sucedían en Barcelona. Isma siempre se sintió muy orgulloso de colaborar con Rockdelux, y así me lo recordaba cada vez que me cruzaba con él por Barcelona y presentaba su enorme sonrisa y apabullante bonhomía.
Había estudiado Derecho, pero nunca ejerció: estaba demasiado comprometido con la fotografía y el arte. Su aspecto sencillo y cercano escondía una inteligencia portentosa y un singular conocimiento de la historia, la política y el arte. Se manejaba como nadie –con la misma naturalidad y cercanía– con la persona más humilde o con cualquier protagonista del mundo literario de la Barcelona que alumbró la revista ‘Lateral’.
Colaboró también en medios como ‘Público’, ‘Metro’, ‘Vice’, ‘ADN’, ‘Yorokobu’ o ‘La Voz de Galicia’. Y editó el libro “No tendrás casa en la puta vida” (Melusina, 2009), un ensayo fotográfico sobre la privacidad doméstica de la primera generación de la era de la precariedad, en el que plasmó ese apego a la verdad que definió la vis artística de una fotografía que siempre tuvo algo de periodístico y documental.
Lo dramático de la situación no evitó que las decenas de personas que acudieron al tanatorio Sancho de Ávila de Barcelona a despedirse de Isma se sintieran dichosas y afortunadas de haber conocido a una persona como él. Porque suena a tópico arrojadizo y recurrente, pero pocas veces uno tiene la suerte de toparse con una buena persona como Isma Llopis. No sé si se van los mejores, pero, sin ninguna duda, él fue uno de los mejores.
Su última colaboración en Rockdelux fue cubriendo el Primavera Sound de 2022, donde fotografió muchos conciertos durante los diez días del evento. Por su cámara pasaron, entre otros artistas, Megan Thee Stallion, Kim Gordon o Rina Sawayama. ∎