Con la ayuda del dúo de realizadores The Reids –los hermanos Will y Ed Reid– y con el humor como ariete, James Blake lanza un grito de socorro ante el estado actual de la música y el aspecto promocional que la desvirtúa. El clip de “Thrown Around” lo empuja a una cadena de desdichas con un giro final irónico que subraya la idiotez del presente. El músico inglés se presta al humor, y al maltrato físico, en esta pesadilla realista y con fugas oníricas por el asfalto londinense.
Como si de un encuentro entre “Un día de furia” (Joel Schumacher, 1993), “Jo, ¡qué noche!” (Martin Scorsese, 1985) y “Corre, Lola, corre” (Tom Tykwer, 1998) se tratase, el nuevo single de James Blake recoge el testigo de estos filmes icónicos para construir su propia itinerancia por el Londres más áspero. Todo empieza en la reunión del músico con un gurú de las redes sociales bajo el mantra de “shag the algorithm”. Ante la insistencia del profesional de las redes, el músico accede a regañadientes a generar contenido para alimentar su perfil digital. Es a la salida de la reunión, en una callejuela, e inspirado por unas chicas que preparan una coreografía para TikTok, cuando el de Enfield decide hacer lo propio con la mala fortuna de que un ladrón le roba el móvil.
A partir de ahí, la cámara y la frenética realización se fijan en la figura de un James Blake en desespero creciente ante la mala fortuna que seguirá al incidente. Buses perdidos, peleas callejeras, mierdas pisadas, cabinas de teléfono sin teléfono… Todo juega en su contra en esa carrera desesperada por recuperar su smartphone y poder seguir aumentando la cuenta de seguidores. En este alocado trayecto de infortunio, Blake vuelve a coincidir con su ladrón, pero esta vez es él quien le roba. Recuperado el móvil, pero sin batería, regresa a la reunión del día siguiente con el gurú con la convicción de haber fracasado en sus deberes. Sin embargo, en un giro irónico, la paliza que le propician unos chicos se convierte en viral. Y en ese momento en que el clip se cierra con ese grito del músico cuando el mecanismo humorístico-hiperbólico de la pieza se deshace para dejar resonando la denuncia hacia toda la parafernalia extramusical y la obsesión por métricas que rodea, cada vez más, al trabajo de los músicos y el negocio de la música.
Un grito de desespero inserto en un divertido, accidental e incisivo mecanismo narrativo que se transmite mediante esa frenética cámara de seguimiento –en ángulo picado– sobre el cuerpo magullado y descompuesto de un Blake sobrepasado por la desdicha y por el mundo moderno. ∎