En 2003, el estruendo de la caída de las Torres Gemelas seguía perturbando el sueño del pueblo estadounidense. El relato del “eje del mal” se imponía entre la opinión pública por la fuerza de una tremenda maquinaria propagandística. George W. Bush y Dick Cheney –el ideólogo más oscuro que haya ocupado las dependencias de la Casa Blanca en este siglo– lanzaban la operación “Nuevo amanecer”. Arrancaba así la segunda guerra de Irak y, con ello, otro capítulo atroz de la política exterior norteamericana. Un trío de presidentes inmortalizaba el pacto criminal con una instantánea en las Azores.
Bajo ese contexto, Madonna tuvo que replegarse. La diva del pop presentaba “American Life” (2003) y la coincidencia con los acontecimientos bélicos la obligó a cancelar, en el último suspiro, el lanzamiento del obús visual que debía acompañar al single homónimo. Ahora, con motivo del vigésimo aniversario de la salida del disco, la cantante ha subido a su canal de YouTube el susodicho, con montaje del director. Viéndolo no cuesta entender por qué se echó atrás en su momento y terminó publicando una versión inofensiva con ella vestida de militar delante de una galería de banderas de diferentes países. El mito norteamericano se puso a resguardo de críticas feroces –que llovieron igualmente, aunque con menor intensidad que si hubiera optado por lo contrario– después de que el clip se filtrara en Europa.
Pese al tiempo transcurrido, Madonna demuestra cierta valentía recuperándolo ahora de forma oficial –buena parte de la población de su país seguirá tachándola de antipatriota– en un movimiento que propicia revisar esta obra. “American Life” permanece como unos de sus temas más políticos, en el que denuncia sin dobleces la impostura de la fama, las falacias del sueño americano, la dictadura de la imagen perfecta y, por supuesto, la salvaje política exterior estadounidense y su interminable listado de bajas. Una diatriba a su nación que lleva a un grado más alto con este explosivo vídeo concebido por Jonas Åkerlund en 2003 y que por fin ve la luz en alta calidad y con un final alternativo (más prudente) que el que se había filtrado hace un par de años.
En cualquier caso, el clip del sueco representa otros tiempos también en su estética, todavía con ciertas reminiscencias de los noventa, cuando las discográficas se volcaban en copiosas producciones y se aprobaban rodajes con un buen despliegue técnico sin demasiadas objeciones. En la pieza en cuestión se asiste a un desfile de moda –con guiño incluido al filme “Prêt-à-porter” (Robert Altman, 1994)– marcado por tendencias belicistas. Las celebrities y proto influencers que asisten a este, así como la prensa acreditada, se desviven por una estética militar que también asimilan Madonna y otras combatientes femeninas desde el backstage, preparándose para su propia invasión. Todo llega a su culmen con ese montaje anempático del tramo final en que se yuxtapone con premeditación mordiente la algarabía de los asistentes con imágenes de archivo de fechorías bélicas del aparato militar estadounidense. Concluye con la irrupción en la pasarela de Madonna y su escuadrón, en un vehículo con el que arrasan y mutilan (literalmente) a todos esos modelos, asistentes y fotógrafos que forman parte del engranaje contra el que acomete en su letra. Una bomba de racimo sobre la espectacularidad del horror bélico y la violencia. Un embate sobre esa doble moral tan propia del país de las barras y estrellas y que, a su modo, este videoclip contribuye en su alimentación de un icono de rentabilidad infinita. ∎