Aki Kaurismäki, el amigo de los perros.
Aki Kaurismäki, el amigo de los perros.

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Aki Kaurismäki: la vida destilada

Llega muy al final, pero a tiempo para coronarse como la mejor película de 2023 según los redactores de Rockdelux. “Fallen Leaves” –que obtuvo un premio grande en Cannes, pero que para muchos era merecedora de la Palma de Oro– condensa en solo 81 minutos todo lo que nos gusta del cine de Aki Kaurismäki: empatía, anticapitalismo, humor, humanismo, rock’n’roll (¡y synthpop!), solidaridad, alcohol y un perro. Podría ser su mejor película si no fuera porque casi todas las suyas pueden serlo.

En los primeros seis minutos de “Fallen Leaves” (2023; se estrena el 27 de diciembre) solo se dicen dos palabras y son un puro acto de cortesía entre dos trabajadoras de supermercado que se despiden tras una jornada cualquiera: “Hasta mañana”. En ese lapso de tiempo vemos a la protagonista trabajar, cambiarse, coger el tren, volver a su casa, calentarse la comida y cenar. También escuchar en la radio las últimas noticias sobre la guerra entre Rusia y Ucrania –más concretamente, el bombardeo sobre el hospital materno-infantil de Mariúpol del 8 de marzo de 2022– antes de sentarse, sola, en un sofá rojo, mirando hacia la nada. Y luego lo vemos a él, otro obrero, pintando macetas con una manguera industrial, ataviado con un mono de trabajo integral y fumándose un pitillo en un descanso delante de un cartel en el que pone “Prohibido fumar”. Personajes solos, trabajos precarios, un mundo en descomposición, adicciones, rutina. Puro universo Aki Kaurismäki (Orimattila, 1957), el cineasta de los desheredados, los trabajadores y los inmigrantes sin papeles. Pero también, por suerte, del humor y la ironía; cuando decide que ya va siendo hora de que sus personajes abran la boca no es para que sentencien nada ni para que se lamenten de su mala suerte, sino para comentar con sarcasmo el mal hábito del tabaco: “Daré un bonito discurso en tu entierro”, dice uno, y el otro responde “basta con que mandes una tarjeta”. Jaja.

Kaurismäki es quizá el director actual que mejor narra sin la necesidad de utilizar las palabras, sirviéndose solo de las imágenes. No es extraño que entre sus películas favoritas siempre cite varias del período mudo –“Nanuk, el esquimal” (Robert J. Flaherty, 1922), “Amanecer” (F. W. Murnau, 1927), “La edad de oro” (Luis Buñuel, 1930)– y que él mismo filmara una película muda,“Juha” (1999), como homenaje a sus héroes, especialmente Charles Chaplin. En una entrevista con Elsa Fernández-Santos para ‘El País’, afirmó que en su opinión Chaplin ha sido “el mayor genio del cine”. Tampoco sorprende que en 1998, en un encuentro con periodistas españoles en San Sebastián, dijera que “el cine debería tener cada vez menos palabras. Si quitas a las personas ya no necesitas los diálogos; la gente habla demasiado sin decir nada”. En “Fallen Leaves” no es que haya pocos diálogos, pero los personajes hablan únicamente cuando tienen algo que decir. No sobra ni falta una palabra. Y en todo caso la historia se cuenta siempre a través de la imagen, no del verbo. ¿No es eso, en esencia, lo que es –o debería ser– el cine?

Aki Kaurismäki, Alma Pöysti y Jussi Vatanen en el set de “Fallen Leaves”. Foto: Malla Hukkanen
Aki Kaurismäki, Alma Pöysti y Jussi Vatanen en el set de “Fallen Leaves”. Foto: Malla Hukkanen

Amor multiforme

Kaurismäki detesta a la humanidad como especie, pero aún cree en las personas. En sus filmes casi siempre deja un pequeño lugar para la esperanza. Aunque no siempre fue así: en “La chica de la fábrica de cerillas” (1990) no había margen ni para un mínimo de felicidad. Pero en “Fallen Leaves” –como en las dos anteriores, “Le Havre” (2011) y “El otro lado de la esperanza” (2017; mejor filme del año en Rockdelux)– ese espacio se antoja fundamental y nos hace pensar en la necesidad del cineasta finlandés de creer en algo y sentir que no todo está perdido. “Cuando no hay esperanza, no hay razón para el pesimismo”, ha dicho en alguna ocasión. “Fallen Leaves” es su película más romántica y luminosa en mucho tiempo. Quizá la que más de toda su filmografía. La historia de Asna y Holappa es atípica en la forma, poco canónica en la puesta en escena y alejada de los parámetros mainstream, pero clásica en el fondo: dos personas que se conocen, se gustan, se buscan y quieren intentar estar juntas.

“Fallen Leaves”, su película más romántica y luminosa en mucho tiempo.
“Fallen Leaves”, su película más romántica y luminosa en mucho tiempo.

Por el camino, Aki se las arregla –como siempre ha hecho– para hablar de lo que le preocupa y de lo que le interesa, sin que en ningún momento ninguna de las dos líneas resulte forzada o rompa el tono al cruzarse con la otra. Critica el poder ridiculizando, una vez más, a jefes y seguratas que se creen más importantes de lo que son. Nos recuerda el absurdo y el dolor de la guerra igual que antes nos había hablado de la deshumanización y la dignidad de los refugiados. Y al mismo tiempo nos deleita con guiños y filias artísticas, especialmente en terreno cinematográfico y musical. A sus habituales orquestas, jukeboxes y actuaciones de bandas amateur –desde los míticos Leningrad Cowboys al grupo de desclasados a los que hará de mánager el protagonista de “Un hombre sin pasado” (2002)–, ahora hay que añadir al amigo de Holappa que triunfa en el karaoke con su voz de barítono (perfecta para cantar “Paranoid”, de Black Sabbath) y al dúo femenino de pop sintético Maustetytöt, que interpreta entera la fantástica “Syntynyt suruun ja puettu pettymyksin” en uno de los momentos más extraños del filme. También reparte amor a amigos y maestros como Jim Jarmusch, Jean-Pierre Melville, Jean-Luc Godard, John Huston o Luchino Visconti.

Además de la dimensión humana y artística, el amor también se manifiesta en “Fallen Leaves” a través de una tercera vía muy kaurismäkiana: la perruna. Los animales siempre acuden al rescate en el cine del finlandés. En este caso de Ansa, que empezará a encontrar el calor que le falta en su vida con la llegada de su nuevo amigo. No será hasta el final cuando se nos revele el nombre que le ha puesto, en lo que podríamos considerar como el guiño definitivo de la película.∎

Cuatro patas para una mesa


La chica de la fábrica de cerillas” (1990)

Tercera película de la llamada “Trilogía del proletariado”, junto a “Sombras en el paraíso” (1986) y “Ariel” (1988), es el filme más devastador de su filmografía y probablemente una de las películas más tristes que uno jamás haya visto. Por una vez, Kaurismäki no deja espacio para la solidaridad y le niega al personaje central –pobre Iris– cualquier atisbo de esperanza. Eso sí, plantea un elemento que volverá a aparecer más tarde puntualmente en alguna otra de sus películas: la venganza. Quizá su peli más cercana al cine de Robert Bresson.


Contraté a un asesino a sueldo” (1990)

Quizá para compensar la aridez insoportable de “La chica de la fábrica de cerillas”, Kaurismäki se va a Londres, ficha a Jean-Pierre Léaud, llama a Joe Strummer para que se marque un rock’n’roll en el pub y arma una película maravillosa entre el thriller de bajos fondos, la historia de amor imposible y el comentario político. Hacia el final, perseguidos por el asesino que él mismo ha contratado, Léaud le pregunta a Margi Clarke: “¿Estás dispuesta a abandonar tu hogar?”. Y ella contesta: “La clase trabajadora no tiene patria”.


Juha” (1999)

Cuando se analiza la filmografía de Kaurismäki casi nunca se menciona “Juha”. Y es una lástima, además de una injusticia. Cierto que es un título atípico, por su condición de peli muda, pero el homenaje que hace aquí el finlandés a sus héroes de los primeros años del cine –Chaplin, Murnau, Jean Vigo– es mucho más honda de lo que pueda parecer. En la segunda mitad del filme, Kaurismäki se acerca de forma evidente al ambiente sórdido y nocturno de Jean-Pierre Melville, otro de sus cineastas de cabecera.


Un hombre sin pasado” (2002)

Un hombre es golpeado y pierde la memoria. Este clásico inamovible en un hipotético top 10 de argumentos más manidos de la historia del cine le sirve a nuestro hombre para armar otra película de tono perfecto, en la que se mezclan bajos fondos y pobreza –como en “Fallen Leaves”, el protagonista vive en un contenedor– con el amor improbable, el sentimiento de comunidad y el rock de los cincuenta. Obtuvo merecidamente tres premios en Cannes 2002, incluido el de mejor actriz para la eterna Kati Outinen. ∎

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