Construida sobre las grabaciones de campo realizadas por Alan Lomax (1915-2002) durante sus incursiones en el Delta del Misisipi en las décadas de los años 30 y 40 del siglo XX, “La tierra que vio nacer el blues” (“The Land Where The Blues Began”, 1993; Libros del Kultrum, 2021) es la extraordinaria narración de vivencias protagonizadas por sus pobladores negros; una estirpe desarraigada, sometida a explotación, segregación y abuso policial hasta donde les alcanzaba la memoria.
Lomax se llamaba a sí mismo “cazador de canciones”, uno de sus principales objetivos como folclorista. Compartía este oficio con su padre, el también etnomusicólogo y coleccionista John A. Lomax (1867-1948). Pero lo que se lee en esta obra que acaba de publicar Libros del Kultrum –en una excepcional edición– es mucho más que la crónica de un rastreo musicográfico de viejas composiciones.
“La tierra que vio nacer el blues”, aquí subtitulado “Prosas reunidas de un folclorista legendario”, fue publicado en inglés una década antes de la muerte de Lomax, trotamundos polifacético, productor discográfico, locutor de radio, músico y cantante, archivista y escritor. Pero es su incansable espíritu investigador y un enorme talento como contador de historias lo que hace de esta obra clave de la literatura musical el Santo Grial de lo que su autor llamaba “cante jondo americano”.
Un libro de aventuras habitado por personajes míticos: titulares del santoral blues como Leadbelly, Muddy Waters o Robert Johnson –conmovedor el testimonio de su desconsolada madre–; el músico que sentó las bases del estándar “Every Day I Have The Blues”, Memphis Slim, “uno de los mejores pianistas de blues del mundo”; fantasmales, como el pícaro Br’er Rabbit o el “hombre blanco bueno”, y colaterales, como William Faulkner o Shirley Collins, cuyo viaje de 1959 junto a Lomax quedó retratado en el libro de la británica “America Over The Water” (2004).
Lomax indagó en el sustrato vital de aquella “primera forma de canción satírica en lengua inglesa”, basamento carnoso de estilos más tarde comercializados como jazz, ragtime, rhythm & blues, rock’n’roll, soul y hip hop. “Patrimonio de la humanidad” y “nutritivo manantial de prácticas culturales africanas” milagrosamente persistentes en el gueto pantanoso de supervivencia que aún era el sur confederado postesclavista.
Usos y costumbres ancestrales, rituales, danzas y otras formas no verbales de integración fraguaban la vida de una comunidad obrera que se veía sometida incluso a los prejuicios de su propia raza y cuyo silencio quiso quebrar Lomax, observador, actor y conductor de inolvidables destellos de vida: conversaciones y encuentros casuales, actuaciones clandestinas y sesiones de grabación, situaciones azarosas y cotidianas preservadas como gotitas de sangre y ámbar gracias al poder mnemónico de la música y a la cruzada emprendida por un titán incansable en un complicado contexto.
“La tierra que vio nacer el blues” rescata más que notarialmente, con respeto, valentía y admiración, todas aquellas experiencias. No dejen pasar por alto su lectura. Es la odisea humana, con todos sus triunfos y miserias. La de sus héroes y sus canciones. ∎