El sello de calidad de Mariana Enriquez, blasón que preside el prólogo y garantiza una notable bolsa de lectores, es un buen acicate, sí, pero de poco servirían las palabras de la argentina si el contenido no acompañase. Y, créanme, el entusiasta pero clínicamente descriptivo prólogo de la Suma Sacerdotisa de lo Gótico se queda corto a la hora de glosar lo que Attila Veres (Nyíregyháza, Hungría, 1985), gran nombre y mejor escritor, consigue hacerle a la página en blanco y, sobre todo, a la literatura de género en sus múltiples y variados frentes.
Defiende el húngaro, inédito por aquí hasta que Sexto Piso se animó a publicarlo a finales de 2024 en una colección de narrativa generalista, nada de nichos ni colecciones diminutas, que está intentando reconstruir el fantástico desde cero, y mucho de eso hay en “Negro tal vez” (“Éjféli iskolák / A valóság”, 2018 / 2022; Sexto Piso, 2024; traducción de Judit Faller y Andrés Cienfuegos), compilación de relatos que hace malabares con el horror cósmico “made in Lovecraft”, convierte aterradores rituales en atracciones turísticas y sondea los bajos fondos del humor negro acompañado de demonios metaleros, bandas de rock fantasmales y trazas de comunismo pegadas a la piel.
Son doce relatos, publicados originalmente entre 2018 y 2022 y profundamente inquietantes todos ellos, pero sobresalen dos que, sencillamente, son sensacionales. Sin más. Se trata de “Ciudad de niebla”, magistral invocación a ciegas de una banda de rock cuasi fantasmal y de su única y legendaria grabación, y “Negro tal vez”, desoladora reinvención del “horror folk” en tiempos de Airbnb y turismo invasivo. “La tradición dicta cada uno de los pasos de la cosecha. Los jóvenes se encargan de recoger los caracoles durante el día y los hombres engrasan las cadenas por la noche”, escribe Veres. En el horizonte, escalofríos y congoja.
Lector apasionado de Stephen King y adorador de John Carpenter, el también cineasta aplica el prisma de lo fantástico, muchas veces de lo grotesco, para explicar las turbulencias centroeuropeas, celebrar la tradición gótica y buscar el miedo en las costuras de lo cotidiano. Vivos y muertos danzan aquí al mismo son, a ratos Manowar, a ratos Judas Priest, y deambulan por la realidad (o eso parece) rozándose con chicas que muerden a perros y mujeres que dan a luz en fosas.
“Estoy intentando capturar la experiencia húngara, captarla a un nivel muy básico y visceral, para luego poder introducir elementos fantásticos”, resumía el propio autor a su paso por Barcelona a finales del año pasado mientras defendía que, a estas alturas, la única manera de mostrar la historia de su país, quizá también de tantos otros, es a través de lo absurdo, lo horroroso y lo aterrador. Y si de algo anda sobrado “Negro tal vez” es de todo eso. “Cuando llegué al último cuento, era fan de Attila Veres. Por muchas razones. Me dio miedo. Me dio ternura. Me hizo reír. Me dio sana e insana envidia, ganas de escribir y admiración”, celebra Enriquez en el prólogo. Avisados quedan. ∎