Libro

Blanca Lacasa

El accidenteLibros del Asteroide, 2025

Uno de los mayores logros que le he admirado (envidiado) mucho a la nouvelle (así la llaman en la contraportada) de Blanca Lacasa (Madrid, 1972), “El accidente”, publicada la pasada primavera y que hoy (unos cuatro meses después) va ya por su quinta edición, es que su trama, la cuestión, el fondo, el “accidente”, tiene el mismo poder succionador que su estilo literario, la forma. Y, por lo tanto, es un relato de niveles altos de frenesí, juego, metáfora, torbellino, seducción.

El juego literario es asombrosamente certero, y el juego argumental, espectacularmente documental. Aunque Blanca lo ha construido magistralmente como ficción (qué lista es esta mujer), parece realmente un reportaje observacional sobre ese sueño, droga, nube, que te sube cuando te chupas las yemas mojadas en los inicios del amor. Y creo que es muy difícil lograr esa minuciosidad, esa cámara fija ante los efectos del globo, porque el momento relatado, aunque a todas nos ha rebozado, no lo hemos podido ver desde dentro jamás. Requiere un estudio ulterior. Una tesis, otros testimonios, frialdad y análisis. Ponerse científica, coleccionar pruebas, ordenar la recopilación. Porque cuando nos pasa por encima, cuando nos lleva dentro, no hay quien enfoque nada, el lugar es un burruño, denso. Es literalmente como un agujero negro, donde las ecuaciones de física no funcionan, y del que nada puede escapar una vez se ha cruzado la frontera, el límite, la separación.

Y esa misma succión es la que acontece cuando lees la primera página de esta crónica, que ya no se puede parar, que efectivamente te acabas de tirar por un tobogán (como la portada advierte) del que no te bajarás hasta la autora dé por zanjada la explicación.

El libro de Blanca es casi como un cuaderno de viaje, como una guía (aunque no se parezca en nada a una guía y mucho a una poesía, a un torrente, a una maratón) o una etnografía, radiografía y constatación de que todo lo que nos parece especial, mágico, místico, cósmico y galáctico lo es, pero también es normal, corriente, habitual, diminuto, mentiroso, potente, común. El poder del deseo nos da una energía con la que se podría empezar muy bien el fin del capitalismo, de las guerras, del hambre; se podría hacer cualquier revolución. También podríamos matar a gente por las razones equivocadas cuando nos nubla la pasión. Y a su vez, cuando uno liga, lo hace sobre todo consigo mismo, a pesar de que en la campana que te aísla del mundo, quepan cómodamente dos. El espejo del ego lo amplifica, el otro nos devuelve en sus palabras la mejor imagen de nosotros, y esa pátina nos cubre la piel, nos hidrata el pelo, y el coco, nos da lucidez mental y velocidad de acción. Nos muestra que somos místicas todas, que queremos creer, tener una fe, una comunión. No hay que fiarse mucho de los primeros días del amor, pero eso volveremos a olvidarlo cada vez que nos caigamos por el pozo, y volveremos a beberlo hasta embriagarnos, sin preocuparnos de la resaca, porque, la verdad, no hay mejor celebración.

Succión y seducción y nadie folla en todo el libro. Está claro que no hace falta echar un polvo para hacerse polvo. ∎

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