Libro

Bob Dylan

Crónicas. Volumen 1Global Rhythm, 2005
Unas crónicas aleatorias, de las que seguimos esperando una continuación, en las que Robert Zimmerman estableció, también aquí, una marca difícil de superar. Una biografía que no lo es en su sentido estricto; un texto-tesoro que merece ser redescubierto. Miguel Martínez comentó estas memorias para Rockdelux. Y en el Rockdelux 236 fue escogido mejor libro pop de 2005.

Es por la manera en que te transporta a un tiempo, a unos paisajes y, sobre todo, a un sentir. Vital, musical y de lo que sea. Por eso, “Crónicas. Volumen 1” (“Chronicles. Volume One”, 2004; Global Rhythm, 2005), primera entrega de la autobiografía de Bob Dylan –se anuncian dos más para el futuro: él, o su editorial, dirán para cuándo–, es uno de los libros que más me ha impactado. De este año, del pasado y de todos mis años. Cojo ahora una página al azar y leo –es la 224– que los artistas de Sun Records “eran tan fuertes que te podían arrojar por encima de un muro. Si te alejabas y te volvías hacia ellos, corrías el peligro de convertirte en piedra”. No te has repuesto cuando en la siguiente –la 225– Dylan proclama que en las palabras de Johnny Cash “latía el imperio de la ley respaldado por el poder de Dios”. El libro funciona así, se te tira encima y te muerde en el cuello.

Está estructurado en cinco capítulos. Los dos primeros hablan de su llegada a Nueva York, allá por 1961, y de la forja de su personalidad artística. El tercero, de una rock star abrumada por la fama, a finales de los sesenta y principios de los setenta, que buscaba la manera de destruir su personaje y salvar su familia. El cuarto retrata la grabación del disco “Oh Mercy” (1989) en Nueva Orleans. Así describe los cementerios de esa ciudad: “El pasado no se aleja tan deprisa en esos sitios. Da igual si uno lleva mucho tiempo muerto. Las almas, los espíritus decididos a llegar a alguna parte corren hacia la luz; casi se alcanza a oír su resuello entrecortado”. El quinto capítulo se centra en 1959 y 1960, cuando un joven Dylan, hambriento de folk y de mundo, preparaba en Minneapolis su inminente asalto neoyorquino.

En este fabuloso relato circular, Dylan se dedica a describir sus desengaños y puntos débiles con la misma claridad que alaba a sus héroes. Entre estos, en el campo musical, Robert Johnson, Hank Williams, Woody Guthrie, Joe Tex, Irma Thomas y… Harry Belafonte. Hay verdaderas sorpresas. Escojo una, significativa. Estamos a finales de los ochenta, confeccionando “Oh Mercy”. Alguien le pregunta qué está escuchando últimamente. Responde que Ice-T. “Se soprendió, pero no tenía por qué”. A continuación, Dylan explica lo familiarizado que estaba con Public Enemy, N.W.A. y Run DMC. “Esa gente no se andaba con tonterías. Habían irrumpido en escena aporreando tambores y despeñando caballos. Eran poetas y eran conscientes de lo que ocurría alrededor de ellos”. ¿Más sorpresas? Admira a Mickey Rourke. ∎

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