Libro

Caitlin Moran

¿Y los hombres qué?Anagrama, 2025

Siempre hay que poner bajo interrogantes todos los libros que se titulan con interrogantes, sin excepción, pues dejan claro desde el principio que no tienen claro qué quieren decir, solo que quieren decir algo. A veces, esta perspectiva tan dubitativa puede transformar el texto en algo superficial y peligroso. Necesitas alguien con mucho talento y un gran ingenio para dar valor a un libro que no sabe qué quiere decir, solo que quiere decir algo. Ese es el problema de “¿Y los hombres qué?” (“What About Men?”, 2023; Anagrama, 2025; traducción de Gemma Rovira Ortega), de Caitlin Moran (Brighton, 1975).

Quien se acerque al último libro de la escritora británica no entenderá mejor qué son los hombres y cuáles son sus problemas, solo que hay una necesidad de hablar sobre ello. Si esta era la intención del libro, consigue su propósito. Ese no es el problema. Vamos, la intención de un libro nunca es el problema. El problema es, sobre todo, el punto de vista. En los anteriores libros de Moran, como “Cómo ser mujer” (2011) o “Cómo se hace una chica” (2014), Moran hablaba desde su propia experiencia. Ella se convertía por extensión en todas las mujeres. Es decir, desde lo local llegabas a lo universal. En “¿Y los hombres qué?”, Moran intenta el truco a la inversa, utiliza lo universal, historias de diferentes hombres, para intentar representar lo local, es decir, el hombre en mayúsculas, y queda en su mayor parte algo aguado y sin raíz.

Los fans de la escritora de Brighton encontrarán el mismo sentido del humor y el ingenio acelerado de sus anteriores libros, lo que le otorga valor en sí mismo, pero en la mayoría de capítulos solo habla de oídas, de cosas que le cuentan, de opiniones que es difícil valorar, pues a los hombres a los que pregunta nos los presenta con dos frases y es difícil interpretar entonces lo que cuentan. En definitiva, es un libro con muchas florituras y acrobacias, y eso distrae, pero cuando acabas lo olvidas muy rápido.

Los que critican a Moran porque su ensayo no es un sesudo compendio profundo y detallado de la nueva masculinidad no han entendido lo que la escritora es y pretende. Los que critican que su sentido del humor solo convierte su ensayo en una colección de anécdotas vacías no saben del poder que esta mujer puede conseguir cuando sabe la anécdota de primera mano. Estas cosas no son el problema del libro. El único problema del libro es que pretende hablar de los hombres desde la generalidad, como si existiese un único hombre, cuando en sus anteriores libros se dedicaba a explicar una única mujer y así representaba por extensión a todas, pues de una forma u otra se podían sentir identificadas.

En definitiva, hay que aplaudir el intento de Moran, pero la pirueta le ha salido mal en esta ocasión y no pasa nada por decírselo. En el ensayo afirma que su marido es su “espía” en el mundo de los hombres. Pues háblanos del espía, explícanos mejor cómo es ese hombre, qué le gusta, qué no, cuáles son sus deseos, frustraciones, codicias, cómo es vivir con una mujer como ella, cómo trata a sus hijos, cómo vive su sexualidad, qué relación tiene con la pornografía, cómo asume sus sentimientos. Entonces, con la descripción al detalle de un único hombre, llegaremos a una idea más real de cómo son los hombres hoy en día.

El libro está dividido en cortos capítulos temáticos y en ellos desgrana temas candentes sobre los valores tradicionales de la masculinidad y su toxicidad intrínseca. La opinión pública lleva debatiendo estos “tópicos” desde hace una década con la irrupción del movimiento #metoo. Uno lee los diferentes capítulos embrujado por Moran, por su humor, por su descaro, pero al acabar la lectura no sabes nada nuevo de los hombres, solo de Moran, y eso está bien en sí mismo, pero la escritora es más atractiva cuando es protagonista, no una narradora omnisciente, omnipresente y omnipotente que habla de los hombres como si fuera una diosa ajena observando a sus criaturas. ¿Vale entonces la pena el libro? Si eres fan de Caitlin Moran, sin duda. Si no, no te vas a hacer fan de Caitlin Moran, y eso sí que es una desgracia. ∎

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