Porque consigue que Nicole Kidman, una actriz aún dudosa (véanla en “Las horas” o “La mancha humana”) pero de miras amplísimas (lo más de Hollywood metido en un proyecto tan arriesgado), aguante sobre sus hombros un filme de este peso y esta duración sin un solo momento de flaqueza.
Porque se permite el lujo de contar con unos secundarios de lujo (James Caan, Harriet Andersson, Lauren Bacall, Philip Baker Hall...) y desaprovecharlos.
Porque “Dogville” ostenta la calidad de ser una obra única dentro de la historia del cine –como lo son “Persona” (Ingmar Bergman, 1966), “La maman et la putain” (Jean Eustache, 1973), “Arrebato” (Iván Zulueta, 1979), “No quarto da Vanda” (Pedro Costa, 2000)–: inclasificable, inimitable, irreferenciable, inigualable... (falta ver, y qué ganas, cómo serán
“Manderlay” y
“Washington”, segunda y tercera parte de la trilogía americana de Trier que inicia esta película).
Porque, definitivamente, Lars von Trier es un puto genio. ∎