“Idaho” (2017; Random House, 2022) es la primera novela de Emily Ruskovich, publicada en septiembre de 2020 por la editorial Les Hores con una exquisita traducción al catalán de Àfrica Rubiés Mirabet, y que ahora llega en castellano de la mano de Random House con traducción de Antonia Martín.
Soy del parecer que hay que adrentrase en los libros sin mirar la contraportada, parte inservible si lo que queremos es sorprendernos por las formas que el autor tiene de presentarnos la trama. Así que obviaré la sinopsis. Hacedme caso, dejaos llevar por este libro.
De mayor utilidad siempre resulta la solapa, con información de quien escribe y un retrato aprobado por todos los involucrados. “Emily Ruskovich creció en las montañas del norte de Idaho. Se graduó en el Iowa Writers’ Workshop. Actualmente enseña escritura creativa en la Boise State University”. Seguido de premios y reconocimientos impropios de una novela de debut. A esta breve biografía la acompaña una foto de la autora que podría ser un cuento en sí misma. Mirada tranquila, algo vergonzosa, con la calma de quien vive en medio de la naturaleza. Pelo rubio desgajado por los vientos montañosos y una actitud familiar que me retuvo a contemplarla durante más tiempo del que seguro está previsto entre lectora y autora. Me dio confianza, y así lo afiancé a lo largo de la lectura. Llegué al final del libro, lo cerré, lo dejé reposando entre los brazos y pensé: ojalá poder llegar a conocer a Emily Ruskovich.
La historia salta de tiempo y personajes, y deambula entre 1973 y 2025 de una forma tan sútil que todo es fácil y no hay pérdida posible. Nos situamos en las montañas de Idaho, en las mismas montañas donde una imagina escribiendo a Emily bajo capas de mantas, con ese pelo desaliñado de la foto.
Una familia vive aislada en una casa, entre colinas, rodeada de poco más que cabras, pájaros y pinos. Un día de extremo calor y moscas que muerden la piel, el matrimonio y sus dos niñas se encuentran en el campo trabajando. La madre entra en la camioneta para descansar y tomar un vaso de limonada y de golpe… De golpe sucede algo que la autora diestramente esconde a lo largo de las páginas y va desmenuzando de forma lenta y magnética. Si la tuvieras al lado le suplicarías más información, le harías preguntas del cómo y el porqué. Pero lo hace con la parsimonia suficiente de quien sabe que tiene al lector enganchado. Presenta a los personajes como si los fuera deshojando por capas, haciendo que los comprendas y quieras a medida que pasas las páginas. Pocas veces he visto un trato tan dulce y cuidadoso de cada una de esas personas que van y vienen de ese paraje a ratos cálido, y a ratos totalmente inhóspito y terrorífico.
Idaho comprende una trama que permite a la autora alcanzar temas de cierta trascendencia, como lo complicado de la maternidad sin ayudas, la similitud de los celos entre hermanas o los celos por amor, la soledad de la demencia senil y el aislamiento cuando no es buscado. Y todo ello con una escritura directa y sencilla que va en escalada, tensando el hilo con un virtuosismo propio de quien lleva mucho tiempo escribiendo. O simplemente tiene un don.
Me hubiera quedado a vivir en el mundo montañoso de Emily. Este libro es como un cepo, como esas cuevas oscuras en las que sabes que no debes entrar, pero hay algo que tira de ti, quieres saber qué hay ahí; al final, es como si algo tirara fuertemente de ti hacia la oscuridad. Qué maestría. ∎