“Starlust”: deseo de estrellas.
“Starlust”: deseo de estrellas.

Entrevista

Fred Vermorel: animadas fantasías

En algún momento u otro, todos hemos soñado que las estrellas solo cantan para nosotros. Pero no todo el mundo está dispuesto a confesarlo, como sí hace, con todo lujo de detalles, el coro de voces de fans que se abren a Fred Vermorel en “Starlust. Las fantasías secretas de los fans”. Ibon Errazkin, traductor del libro en su edición española, conversa con el autor sobre una trayectoria que lo ha convertido en una voz imprescindible de la literatura pop.

Fred Vermorel lleva más de medio siglo espiando la cultura popular desde ángulos insólitos, ya sea en el centro mismo de la acción (el París de mayo del 68, la revolución punk) o desde los márgenes del mundo académico –actualmente es profesor universitario–. En su obra caben desde “antibiografías” y novelas de misterio situacionistas, como la reciente “Dead Fashion Girl” (2019), hasta estudios sobre el fenómeno de los fans y las celebridades. A esta categoría pertenece “Starlust. Las fantasías secretas de los fans”, fascinante colección de testimonios de fans del pop que se publicó originalmente en 1985, y que con el tiempo se ha ido convirtiendo en obra de culto.

No recuerdo cuándo ni dónde oí hablar por primera vez de “Starlust”, pero sé que lo leí en los primeros días del confinamiento, en marzo de 2020. Quizá la sensación de claustrofobia e irrealidad de aquellos días me ayudó a conectar con los fans que salen en el libro, prisioneros de fantasías aún más improbables que una pandemia global. Creo que ya estaba sobre la pista de Vermorel, miembro de un grupito de agitadores que se pasó los años 60 renegando de todo lo que veían y tramando aquello que cristalizó años después en el estallido del punk. Y el libro me pareció lo bastante interesante como para proponer a Ediciones Contra su publicación en español, materializada en la primavera de este 2021.

La trayectoria de Vermorel está muy unida a las de Malcolm McLaren y Vivienne Westwood, a quienes conoció en Londres a mediados de los sesenta (McLaren y él iban a la misma art school). Con el primero se acercó a la facción inglesa del movimiento situacionista y en 1977, cuando McLaren decidió documentar el punk-rock en forma de libro, encargó la tarea a Vermorel y a su esposa Judy –el resultado fue “Sex Pistols. The Inside Story”, publicado en 1978–. De la segunda escribió en 1996 una interesantísima biografía que, en parte, lo es también de McLaren y del propio autor. De todo esto y algunas cosas más hablé por teléfono con el señor Vermorel.

“Creo que es perfectamente posible ser manipulado y, al mismo tiempo, querer serlo. El placer de ser manipulado forma parte de ello”

“Starlust” se publicó en 1985 y con el tiempo se ha convertido en un libro de culto. ¿Te sorprende que haya sido así? ¿Cuáles eran tus expectativas?

Cuando lo escribí no sospechaba que fuera a ser un libro polémico, pero me lo hicieron saber enseguida. El editor que me lo encargó y me pagó un avance por él lo rechazó porque era demasiado controvertido. Pete Townshend, que en esa época era editor de libros, lo leyó y lo llevó a Faber, donde lo rechazaron por el mismo motivo, aunque años después, curiosamente, lo incluyeron en su colección de clásicos perdidos (risas). Por fin encontré un editor dispuesto a publicarlo, pero tuve que luchar mucho para que no manipulase el texto a su antojo. Así que no tenía ninguna expectativa; había estado demasiado liado con todos los problemas que tuve para publicarlo.

Pero con el tiempo ha llegado a tener una reputación considerable…

Bueno, entonces no existían estudios sobre fans, pero hoy en día se han convertido en un género establecido. Eso ha ayudado a que el libro siga teniendo interés.

Fred Vermorel: el pop y los tabloides.
Fred Vermorel: el pop y los tabloides.

En el epílogo del libro criticas la manipulación de la que son objeto los fans, pero también vienes a decir que ser fan es una decisión consciente y voluntaria. ¿No es un poco contradictorio? ¿Hasta qué punto dirías que los fans son “víctimas” del show business?

Entiendo que te parezca contradictorio, pero creo que es perfectamente posible ser manipulado y, al mismo tiempo, querer serlo. El placer de ser manipulado forma parte de ello.

Entonces, ¿crees que los fans del libro eran conscientes de su manipulación?

Creo que muchos lo eran, aunque no siempre tuvieran el discurso o la capacidad para tomar distancia y verse desde fuera. Algunos sí que se daban cuenta de la ironía que había en el fondo de todo aquello. En general, soy de la opinión de que todos somos responsables de lo que ocurre en nuestras vidas, o deberíamos serlo. Claro que a veces hay limitaciones, no voy a simplificar, pero creo que es posible ser fan y al mismo tiempo saber que te están engañando. Quizá no “engañando”, pero sí jugando contigo.

Cuando me enteré de que Barry Manilow es gay me acordé inmediatamente de todas esas fans que salen en tu libro. ¿Qué habrían pensado si lo hubieran sabido? Aunque tú comentabas en una entrevista que quizá muchas ya lo sabían…

Algunas de ellas debían sospecharlo, sobre todo las que estaban más al tanto de las entretelas de su vida privada. Pero no quise profundizar en eso; me interesaban más las opiniones de las fans y la visión que tenían ellas de él.

“Las celebridades existen porque no las conocemos personalmente; conocemos los textos, las imágenes y toda la especulación que hay en torno a ellas. Y a veces ellas mismas se creen esa configuración y quedan atrapadas en los deseos y expectativas de sus fans”

Hace poco volví a ver las fotos de cuando Britney Spears se rapó la cabeza. Me hizo pensar que quizá ahora son las estrellas las que están desprotegidas frente a esta proliferación de cámaras y foros en internet donde se cotillea sobre ellas y se analizan sus vidas, mientras que los fans se han “hecho fuertes” en las redes sociales…

Bueno, una celebridad es una cosa inventada. Las celebridades existen porque no las conocemos personalmente; conocemos los textos, las imágenes y toda la especulación que hay en torno a ellas. Y a veces ellas mismas se creen esa configuración y quedan atrapadas en los deseos y expectativas de sus fans. Quizá Britney Spears estuviera tan confundida como ellos. Pero, en cambio, mira a esa cantante pop americana… ¿cómo se llama? A veces invita a fans a su casa y los filma; es pura manipulación, pero está claro que ellos disfrutan siendo manipulados y deambulando por la casa… ¿Sabes de quién hablo? Es más famosa incluso que Britney Spears.

No sé, ¿Taylor Swift?

Exacto, Taylor Swift. Es muy curioso cómo se apropia de las armas de los fans para su propia estrategia de marketing. Esos vídeos que publica parecen hechos por un aficionado, como si estuvieran filmados con la cámara del móvil, y, por supuesto, no es así. Es un fenómeno bastante complejo; estoy de acuerdo en que las redes sociales han supuesto un gran cambio, pero el equilibrio de fuerzas sigue estando del lado de las estrellas y la industria musical. Los fans pueden operar en los márgenes y acosar a las estrellas con más facilidad, pero la situación no ha cambiado tanto.

Bono, según los fans de “Starlust”: más mesiánico que nunca.
Bono, según los fans de “Starlust”: más mesiánico que nunca.

¿De dónde viene tu atracción por el tema de la celebridad? ¿Lo ves como un asunto político?

En parte político y en parte cultural. La primera vez que fui consciente del poder de los medios de comunicación fue en París en mayo del 68. Había ido allí porque quería estudiar en la universidad francesa y estaba haciendo un curso de acceso en la Sorbona, pero aquellos sucesos me hicieron cambiar de idea y me puse a buscar un curso sobre medios de comunicación. El único que había de ese tipo estaba en la Universidad de Westminster, en Londres, así que me apunté a él y a partir de ahí me metí de lleno en el tema. Y en cuanto a las celebridades, hay una anécdota bastante divertida: mi novia trabajaba en la BBC, y su trabajo consistía en abrir cartas que enviaban los fans y marcar con tinta verde cualquier cosa que sonara un poco rara o inquietante. Yo tenía muchísima curiosidad por esas cartas; me habría encantado rescatarlas del cubo de la basura y leerlas. Creo que ese fue uno de los gérmenes de “Starlust”.

También tuviste mucha relación con el movimiento situacionista, que se ocupó de temas como los medios de masas y la sociedad del espectáculo.

Ya veo por dónde vas, pero antes de eso ya había leído “The Image” (1961), del sociólogo americano Daniel Boorstin. ¿Lo conoces? Es un libro muy potente que influyó mucho en Debord. De hecho, él robó muchas ideas de aquel libro y les dio un aire más radical, pero fue Boorstin, por ejemplo, quien dijo que la televisión había supuesto un cambio definitivo en nuestra cultura y en cómo percibimos las cosas.

Pero la forma en que os habéis acercado tú o Malcolm McLaren a la cultura pop tiene una parte de fascinación, o incluso amor, que es más cercana al pop art que al situacionismo. Por ejemplo, en algún sitio has dicho que Malcolm y tú erais fans de Billy Fury, que es algo que Warhol habría entendido mucho mejor que Debord. ¿O quizá el situacionismo y el pop art no estaban tan alejados?

Ten en cuenta que, en Inglaterra, la cultura pop era omnipresente y no había forma de escapar de ella; en Francia no era así. Yo no veo una gran relación entre la sociología americana, o la cultura pop, y el situacionismo. ¡Debord se habría enfadado muchísimo al oír eso! (risas) Quizá el pop art fuera una crítica implícita de la cultura pop, pero no era algo muy evidente.

Respecto a Billy Fury, el fan era Malcolm, pero no era un verdadero fan. Nos gustaba decir que éramos fans de él para llevar la contraria al rock’n’roll mainstream de los años 60; los Rolling Stones y todos aquellos héroes de la contracultura.

Sobre el París de mayo del 68 circulan todo tipo de versiones oficiales, y muchas las ha escrito gente que no estuvo allí. Ya que tú sí estuviste, ¿cuál es tu versión?

Mi versión es la que expuse en mi libro sobre Vivienne Westwood –Fashion & Perversity. A Life Of Vivienne Westwood And The Sixties Laid Bare” (1996)–, pero no creo que sea mejor que la de nadie, porque fue un momento tan turbulento… Cada cual tiene su propia perspectiva, según dónde estuviera situado. Como te decía, yo iba a clases en la Sorbona, y recuerdo que siempre había por allí periodistas extranjeros buscando a estudiantes a los que entrevistar. Pero yo ni siquiera era francés; soy medio inglés, medio francés. Mi participación fue muy marginal.

“Hoy en día la transgresión está tan normalizada… Siempre que se ve algo transgresor suele ser parte de una estrategia comercial”

Pero nueve años después sí que viviste de cerca la revolución punk. Me encanta tu libro “Sex Pistols. The Inside Story”, creo que fue una gran idea documentar lo que estaba pasando “en tiempo real”, antes de que el punk pasase a ser Historia con mayúsculas. ¿Qué recuerdas de aquello?

Fue muy interesante tener acceso a un material tan volátil. Viví todo aquello desde dentro porque era muy amigo de Malcolm y Vivienne, y también de Jamie Reid, el diseñador de las portadas de los Sex Pistols. Así que por un lado tuve acceso a esa información, pero también ocurrió que en esa época había empezado a investigar sobre la época victoriana. Iba mucho a la biblioteca del British Museum a leer periódicos del siglo XIX, y siempre acababa leyendo todo lo que no debía leer: las páginas de sucesos, historias que me intrigaban de verdad. Pensaba que era una pena no poder viajar en el tiempo y entrevistar a los protagonistas de esas historias, y eso fue en parte lo que me hizo adoptar una perspectiva diferente para el libro sobre los Pistols; ideas como entrevistar a sus madres, por ejemplo, que podía parecer una locura pero que creo que contribuyó mucho al libro. O convencer a Sophie, la secretaria de Malcolm McLaren, para que me dejara usar fragmentos de su diario. Por otra parte, en aquellos días todo iba tan rápido que no podía pararme a pensar en lo que estaba haciendo, y eso también fue una ventaja.

Leyendo “Starlust” treinta y seis años después, hay cambios sociales que llaman mucho la atención. Por ejemplo, el capítulo de las grupis. Lynne y Kelly aceptan sin reservas que se mueven en un mundo dominado por los hombres, es algo que no se cuestiona. Hoy, en plena era #MeToo, sería muy raro encontrarse a dos veinteañeras que no se rebelaran ante esa situación.

Eso que dices es interesante. No sé si tengo una respuesta… En su día ya noté que, después de “Starlust” (aunque no a consecuencia de “Starlust”, por supuesto), las grupis intentaron organizarse y retomar un cierto control de la situación. Recuerdo que publicaban un fanzine donde reivindicaban su derecho a ser respetadas que, viéndolo ahora, podría ser un precursor del #MeToo. Pero, en el fondo, esa sumisión sigue intacta, porque el show business es un mundo de sumisión, y es algo en lo que te metes conscientemente.

No sé si has leído las memorias de una grupi famosa, Pamela Des Barres – “I’m With The Band. Confessions Of A Groupie” (1987)–. Más o menos, viene a decir: “Las grupis sabíamos que estábamos siendo explotadas, pero estábamos dispuestas a pasar por ello para poder acceder a la fama y el poder, y eso lo conseguimos”. Leyendo ese libro no daba la impresión de de que Pamela fuera una mujer muy sumisa. Aunque estoy de acuerdo en que, en “Starlust”, Lynne y Kelly sí parecen más vulnerables.

“Slapper”: un fanzine grupi que aparece en las páginas de “Starlust”.
“Slapper”: un fanzine grupi que aparece en las páginas de “Starlust”.

Al ser profesor universitario y estar en contacto con gente joven, ¿ves algún movimiento juvenil hoy en día que pueda ser el equivalente del punk, con la misma energía y capacidad de transgresión?

Bueno, hoy en día la transgresión está tan normalizada… Siempre que se ve algo transgresor suele ser parte de una estrategia comercial. Hace poco hubo una campaña publicitaria que usaba la imagen de William Burroughs para vender una colonia aftershave; este tipo de figuras se han convertido en parte del discurso habitual.

Entonces, ¿ya no es posible transgredir?

Es más posible que nunca, pero la transgresión ha sido absorbida por el mainstream.

¿Podría ser un equivalente del punk la reivindicación del género no binario, la transexualidad, etc. que están haciendo muchos jóvenes? Puede que para mucha gente tenga la misma capacidad de shock, aunque desde luego va más allá de la estética; es una necesidad vital.

Eso que dices es interesante, no se me había ocurrido.

Cambiando de tema: sueles decir que no eres un gran fan de la música, pero me llamó la atención que en alguna entrevista has hablado de Édith Piaf como un personaje tan transgresor como Elvis o los Rolling Stones. Yo nunca había oído hablar de ella en esos términos.

Lo de Édith Piaf también era cosa de Malcolm. Recuerdo que una vez fuimos a una fiesta en la que estaban sonando todo el rato los Rolling Stones y los Beatles. Malcolm fue al equipo de música, quitó el disco y puso uno de Édith Piaf. Y si alguien se acercaba a protestar, Malcolm le hacía un gesto con los dos dedos para explicarle que Édith Piaf era un personaje tan rebelde como Elvis (risas). Lo cierto es que si lees sus biografías, tanto Elvis como Piaf fueron outsiders, los dos transmitían una cierta rebeldía en su voz.

Nunca la había visto de esa manera.

No, claro, porque ahora es un personaje mainstream. Y ten en cuenta que en Francia no se la veía igual que en el resto de Europa. Para muchos ingleses, el simple hecho de que fuera francesa ya implicaba algo un poco picante, tenía un aire risqué.

Hablando de biografías, tú has experimentado mucho con este género. No se me ocurren muchos escritores que hayan hecho eso; las biografías, en general, suelen ser muy tradicionales en cuanto a su estilo y estructura.

Bueno, ahora se habla mucho de la autoficción, ¿conoces ese género?

“Creo que a muchos fans de Kate Bush les irritó el libro por lo que decía de ellos mismos. Esto fue mucho antes de las redes sociales; estoy seguro de que hoy en día me habrían masacrado en Twitter”

Sí, pero en la autoficción el autor juega con su propia vida. Cuando se habla de la vida de los demás no se suele experimentar tanto. ¿Hubo algún autor que te influyera en ese sentido?

Hubo varios: Norman Mailer, las biografías que escribió Sartre, también Truman Capote… Me impactó mucho el tono sombrío y reflexivo de “A sangre fría” (1965). No era un libro exactamente experimental, pero sí lo bastante como para animarme a investigar más esa forma de hacer biografías, sobre todo cuando el personaje del que hablas es una celebridad y tiene un cierto atractivo. En esa época, la mayoría de las biografías eran hagiografías, así que intenté deconstruir el género.

Me intriga mucho la biografía que escribiste de Kate Bush –“The Secret History Of Kate Bush (& The Strange Art Of Pop)” (1983)–. Aún no he podido leerla, pero por lo que sé fue bastante polémica y en algún sitio has dicho que para escribir el libro llegaste a “acosarla”… ¿Qué me puedes contar de él?

Eso fue después del libro sobre los Sex Pistols. La editorial Omnibus Press me llamó y me dio carte blanche para embarcarme en el proyecto que más me apeteciera. Empecé a darle vueltas a la idea de escribir una biografía en la que el sujeto, en este caso Kate Bush, no apareciera en el libro; era una forma de subrayar la idea de que una celebridad es pura invención. Decidí que el libro iba a ser una investigación de su pasado familiar, su genealogía, etc., y que terminaría cuando llegara al día de su nacimiento (risas). Pero el editor era Barry Miles, que era un viejo jipi astuto, y cuando lo leyó me dijo: “Me gusta el libro, pero ¿no puedes dedicarle al menos un capítulo a ella?” (risas). Así que escribí ese capítulo, un poco a regañadientes.

¿De verdad? ¿En todo el libro solo hay un capítulo sobre Kate Bush?

Sí, solo el capítulo final. Es una especie de coda.

Claro, por eso sus fans se enfadaron tanto.

Se enfadaron, pero de todas las biografías que se han escrito sobre ella, esta es la que más se ha vendido, que es algo nunca he entendido muy bien. Supongo que atrajo a otro tipo de lectores; al fin y al cabo, no había que ser fan de Kate Bush para apreciar el libro.

¿Y lo del acoso?

Bueno, cuando dije que la había acosado fue una pequeña provocación. ¿Conoces a la artista Sophie Calle? Ella hacía algo así, acosaba a ciertas personas como parte de su obra. Lo curioso es que yo entonces no conocía a Sophie Calle y, sin embargo, los dos estábamos experimentando con eso a la vez. Yo quería saber qué se siente cuando estás muy obsesionado con alguien, que en el fondo fue lo que me llevó a escribir más tarde “Starlust”. Y también me influyó mucho “Las desventuras del joven Werther” (1774), el libro de Goethe. Esa pasión tan imposible y desesperada me tocó una fibra sensible; decidí que quería recrear esa experiencia. Así que no “acosé” exactamente a Kate Bush, y siempre tuve cuidado de no entrometerme en la vida de sus familiares. Pero, como fan, una de las cosas que debes hacer es averiguar dónde vive tu ídolo y, a ser posible, hacer una peregrinación a ese lugar. También coleccionas objetos, atesoras recuerdos… Y con todo ello eriges tu santuario de Kate Bush, que por supuesto no tiene nada que ver con quién es esa persona en realidad. Creo que a muchos fans de Kate Bush les irritó el libro por lo que decía de ellos mismos. Esto fue mucho antes de las redes sociales; estoy seguro de que hoy en día me habrían masacrado en Twitter. ∎

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