Serie

Entrevista con el vampiro

Rolin Jones(T1, AMC+)
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A todos nos resulta familiar esa máxima del buen gusto que dicta que siempre es más sexi insinuar que enseñar, aunque creo que hoy por hoy podemos permitirnos revisarla. Sugerir a menudo es lo que se hace con lo que no se puede mostrar; la ocultación, por cautivadora que pueda resultarnos, suele responder a un marco normativo que más nos valdría derribar cuanto antes. En el ámbito del cine y la televisión queer, el acto de mostrar sigue siendo un ejercicio casi programático, y es por eso que la serie “Entrevista con el vampiro” (2022-; se estrena hoy en España) viene a saldar lo que para muchos es prácticamente una deuda histórica: la de descodificar el deseo homosexual que hasta ahora se inscribía en clave sobrenatural en la obra de Anne Rice, convirtiendo todo su subtexto en texto.

Publicada en 1976, la novela “Entrevista con el vampiro” inauguró una saga cuyo principal atractivo residía en ese equilibrio entre lo exhibido y lo velado: como una tienda de antigüedades que esconde tanto como publicita, con una cortina de terciopelo, su misteriosa puerta de atrás, páginas y páginas de lenguaje barroco y rimbombante se arremolinaban alrededor de lo que no se podía mostrar, dejándolo así escondido a plena vista. La tarea que parece imponerse la serie de Rolin Jones –dramaturgo y guionista en series como “Weeds” (Jenji Kohan, 2005-2012), “Friday Night Lights” (Peter Berg, 2006-2011) o “Boardwalk Empire” (Terence Winter, 2010-2014)– es doble: por un lado, actualizar la tumultuosa historia de amor entre Louis de Pointe du Lac y Lestat de Lioncourt con unos códigos que sean relevantes para el presente; por otro, reivindicar el gusto anacrónico por el exceso que se encuentra en el corazón del trabajo de Rice y que caracterizó también la adaptación cinematográfica de 1994 dirigida por Neil Jordan (como tanto cine erótico, lúdico y desenfrenado de los años 90, esta es una de esas películas que, si bien podrían hacerse, nadie está haciendo ahora).

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Por eso es tan glorioso y divertido que esta serie exista. La ficción se reconoce en todo momento heredera de sus predecesoras: adopta, como ellas, el marco de la entrevista entre un periodista y un vampiro que se realiza desde el presente, pero lo hace dando un paso metanarrativo más allá; admite la existencia de una entrevista previa que tuvo lugar en los años 70 y en la que, atendiendo a condicionamientos sociales y psicológicos, el vampiro Louis no contó toda la verdad. Así, integra en sí misma la tradición literaria que reescribe y se deleita en su carácter de hipertexto, introduciendo interesantes reflexiones acerca de la fiabilidad del narrador, del testigo y de la propia memoria. Lo reprimido sale a la superficie en forma de flashbacks intrusivos, pensamientos en forma de imágenes portentosas que rompen el flujo del montaje y desnaturalizan el discurso señalando sus grietas. Lo que vemos no es más que una historia, de entre todas las posibles, que alguien está decidiendo contar.

En el marco de la entrevista se introduce también otra novedad: la pandemia –y el aislamiento que esta conlleva– es el detonante que hace que la reactualización del proyecto biográfico se produzca. La sombra de la enfermedad penetra en la serie de diferentes formas, tensionando de nuevo varios conceptos que el presente ilumina con una luz distinta; por ejemplo, lo que significa la vida eterna en una coyuntura dominada por la muerte, la nostalgia y cierta soledad existencial. También la cantidad de sombras que crea una situación de excepcionalidad histórica y los monstruos que a menudo comienzan a poblarlas.

Su gran fuerza reside en el hecho de que, pese a todas las transformaciones que lleva a cabo, su relectura nace de un procesamiento muy atento del material original, hilando fino aquellos cabos que quedaban sueltos. Esto sucede, también, con la cuestión racial y de clase que la ficción saca a la superficie y pone en primer plano: Lestat, aburguesado y europeo, es un narcisista enamorado que convierte en vampiro a Louis. Louis, un empresario de raza negra, hombre de familia y temeroso de Dios, no recibe más que desdén del círculo social en el que intenta florecer y queda atrapado en la promesa inescapable de ese novio, padre y patrón que de un mordisco (consentido) le ha arrancado para siempre de su mundo. Claudia, que en esta versión alcanza la mayoría de edad, entra en la familia con una agenda y entidad propias, y aporta a la mezcla una interesante perspectiva.

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Las dinámicas que de todo ello se derivan son abusivas y desiguales, y en ellas se entrelazan todas estas cuestiones identitarias que reclaman su peso más allá de la etiqueta: el cruce entre deseo, pasiones y límites –siempre tensándose en el encuentro con los otros– dota de solidez a los personajes de esta tragicomedia que, poco a poco, se convierte en la analogía algo torcida de una situación de violencia intramarital. Destaca especialmente el trabajo actoral de Sam Reid y su brillante interpretación de Lestat, el monstruo más bello de todos; un personaje apasionante, ambiguo y peligroso que nunca cobró tanta vida.

Inmersas como estamos en un ciclo eterno de reactualizaciones de obras anteriores, a veces cuesta entender por qué esto y por qué ahora, qué tiene que aportar la enésima adaptación de una historia preexistente y explotada. En ocasiones, la triste respuesta a la pregunta es “nada”; de vez en cuando, y me alegra decir que es el caso, el remake es exactamente lo que andábamos buscando. “Entrevista con el vampiro” aterriza junto a “Dickinson” (Alena Smith, 2019-) en Apple TV, “Nuestra bandera significa muerte” (David Jenkins, 2022-) en HBO Max o “Ellas dan el golpe” (Abbi Jacobson y Will Graham, 2022-) en Amazon Prime Video, en lo que empieza a configurarse como un amplio nicho de televisión queer desacomplejada, divertida y diversa, también en su adscripción y su interpretación genérica. Es rimbombante, es sutil y es sexi, y todas las puertas están abiertas. Pasen y vean. ∎

El cruce entre deseo, pasiones y límites.
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