La primera temporada de “Euphoria” (2019) capturaba de forma naturalista los contornos de la generación TikTok. El problema es que aquel logro de costumbrismo zillennial se veía deslucido por una trama final de thriller psicológico y por una season finale en la que el comportamiento de sus protagonistas resultaba francamente inexplicable.
La serie de Sam Levinson se cerraba con Rue (Zendaya) recayendo en las drogas en un número de góspel que podía entenderse como subidón… o como muerte. El primero de los dos capítulos especiales –6 de diciembre de 2020– tiene mucho de limbo, de lugar abstracto en el que Rue debe ganarse sus alas en una conversación con su sponsor. Hablan de Jules, claro, pero también de negritud, de moral y de cómo convivir con la adicción. Es una conversación en un plano/contraplano que intensifica un crescendo emocional implacable, casi una referencia directa a la escena de la cafetería del “Moonlight” (2016) de Barry Jenkins.
El episodio especial de Jules –24 de enero de 2021– se abre con el ojo de Hunter Schaffer sobre el que se reflejan imágenes del pasado al ritmo de “Liability” de Lorde (sobran las explicaciones). Comenta a su psicóloga que escaparse de casa fue una locura transitoria causada por los traumas de los últimos meses. Es entonces cuando te das cuenta de que, si el season finale resultó inexplicable, fue precisamente porque no tenías las claves suficientes para entender a Jules, ya que el punto de vista siempre estuvo pegado a la frente de Rue. Hablan de cómo Jules quiere dejar las hormonas porque se ha dado cuenta de que ha construido su feminidad para adaptarse al deseo masculino. También de cómo las relaciones del mundo virtual pueden ser más intensas que las del mundo real. No hay plano/contraplano, sino una construcción narrativa fragmentaria que refleja el estado mental de una persona en transición.