Libro

Garth Greenwell

Lluvia pequeñaRandom House, 2025

Existe un subgénero de la literatura que basa su argumento en un enfermo convaleciente en el hospital. En principio, puede parecer una temática cerrada, claustrofóbica, introvertida, aburrida, vamos. Sin embargo, el subgénero ha creado grandes obras maestras, dinámicas, reveladoras y emocionantes. La máxima expresión de este género es “La hija del tiempo” (1951), de Josephine Tey, votada la mejor novela negra de la historia, y eso que tiene a su detective protagonista, Alan Grant, postrado en la cama de un hospital. Como no se puede mover, investigará para distraerse el asesinato de los sobrinos del rey Ricardo III en el siglo XV y descubrirá, asombrado, que todo lo que hemos creído saber sobre el trágico monarca inglés era falso y su mala imagen solo parte de la propaganda de los isabelinos contra él. Incluso utilizaron a Shakespeare para caricaturizar su figura. Un detective investiga casos. Pero ¿qué hace un escritor si de golpe se ve lastrado en la cama de un hospital? Pues investigarse a sí mismo. Ese será su caso. Al menos eso es lo que hace Garth Greenwell (Louisville, 1978) en “Lluvia pequeña” (“Small Rain”, 2024; Random House, 2025; traducción de Antonia Martín), su última y extraordinaria novela.

El relato, una sublimación poética de lo que sería la autoficción al uso, nos presenta lo que sintió el protagonista y narrador, trasunto del escritor, cuando empezó a sufrir un dolor terrible en el estómago. Cuando se decide a ir al hospital, pensando que solo será un día perdido, descubre que sufre un desgarro en la aorta y que se tendrá que quedar retenido en el hospital durante semanas. Greenwell, quien sufrió un problema parecido, describe al detalle su estancia en el hospital, todos los procesos, evaluaciones, pruebas médicas, procedimientos burocráticos y demás estaciones del paso de un enfermo por un hospital para retratarnos el duro camino de la salud a la enfermedad, de la memoria al olvido, de la vida a la muerte.

Si en “Pureza” (2020) o “Lo que te pertenece” (2016) Greenwell enfocaba su talento en “el cuerpo para fuera”, o sea eran historias de deseo y esperanza, en el sentido de espera en busca de satisfacción, aquí hace el camino contrario, es un trayecto del cuerpo para dentro y ya no hay ni siquiera tiempo para esperar, la sensación de momento presente es absoluta. El deseo por otros cuerpos se convierte en el deseo por recuperar el propio, y el escritor consigue que sus reflexiones no se vuelvan hastiosas, sino precisas, dinámicas, reveladoras y emocionantes. El cuerpo puede estar inmóvil, informe, enfermo, pero son las palabras, más poéticas que nunca, las que lo reviven y otorgan doble vida en ese eco lírico prestidigitador.

De esta forma, Greenwood bucea en su memoria y nos habla de su infancia, de su madre, de olores, de primeros amores, de la humillante disciplina de los colegios religiosos, de adolescentes confusos, de una vida toda. Y marca a fuego cómo los recuerdos son muy diferentes con un cuerpo sano que con un cuerpo enfermo, como si viviésemos dos vidas alternas en todo momento. Los mismos temas que podían salir en monumentos como “La montaña mágica” (1924), de Thomas Mann, “La enfermedad y sus metáforas” (1980), de Susan Sontag, o “La muerte de Iván Illich” (1886), de Tolstói, son aquí concentrados en un átomo con la sensación que en cualquier momento puede suceder una explosión nuclear.

El compañero vital de Greenwood, el poeta granadino Luis Muñoz, es aquí L. y se convierte en ese contrario imprescindible de toda gran obra de ficción. Si el enfermo, taciturno y desesperado narrador es nuestro Quijote, que rememora su vida y pasiones para establecer una realidad más allá de un cuerpo disminuido, L. es nuestro Sancho Panza, que lo vuelve a la tierra y se ocupa de que no se pierda en la inconcreción de la vida simulada de las palabras y la imaginación.

En definitiva, una novela arriesgada, muy personal y que exige mucho del lector, para hablar de un tema que muchos prefieren ignorar, la enfermedad y sus estragos. Y si a todo esto añadimos que la acción sucede en tiempos de COVID, la sensación de extrañeza y mundo perdido se multiplica. Se nota la preocupación de Greenwell por el lenguaje para no perderse en meros llantos de socorro. Aquí hay un hombre que sufre, pero sabe bucear en ese sufrimiento en busca de algo de luz. ∎

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