El nuevo ensayo de Hanif Abdurraqib (Columbus, Ohio, 1983) es una suerte de memorias reflexivas divididas en cinco “movimientos” que quedan entrelazados por la crítica social, la cultura pop y la autobiografía. Esos elementos mezclan bien en una narrativa cálida que no duda en ceder protagonismo a una caligrafía áspera cuando la ocasión lo requiere, como ocurre con la violencia sistémica. La agudeza y la confrontación también forman parte del cóctel de “Un diablillo en América. Homenaje a la identidad escénica negra” (“A Little Devil in America. In Praise Of Black Performance”, 2021; Liburuak, 2024, con traducción de Tito Pintado). Como contrapunto, el autor sabe ser cauto. Como si fuese un niño juguetón y pícaro, no se decanta sobre si la cultura es política, pero introduce el tema en ese neologismo que se llama “la conversación”, aquello que siempre se ha conocido como diálogo.
Considerado uno de los mejores poetas de su generación, el narrador se explaya hablando del baile y el blackface. El primero hace hincapié en los exhaustos maratones de baile durante la Gran Depresión, y el segundo se refiere a los actores blancos que se pintaban la cara de negro para actuar. Abdurraqib relata un sueño que tuvo en el que intenta ahogar a Al Jolson –el intérprete de origen lituano de “El cantor de jazz” (Alan Crosland, 1927), considerado el primer largometraje con sonido sincronizado– en una bañera.
El autor del muy interesante “Go Ahead In The Rain. Notas para A Tribe Called Quest” (2019) engarza en su nueva obra el espíritu de unas palabras históricas: “I was a devil in other countries, and I was a little devil in America, too”, pronunciadas por Freda Joséphine McDonald, más conocida como Joséphine Baker en la Marcha sobre Washington de 1963. La bailarina y cantante, a quien dedica el libro, abandonó los Estados Unidos a los 19 años, camino de París. Durante el período de entreguerras, se convirtió en una de las grandes divas del music hall. También actuó en diversas ocasiones en Barcelona y acabó siendo ciudadana francesa por su contribución a los servicios de información galos durante la Segunda Guerra Mundial.
Uno de los puntos fuertes del libro reside en la ambición del narrador al describir el talento que desprende la belleza negra, precisando y contextualizando el impacto histórico de una producción cultural tan relevante, como indica el subtítulo del libro. Desde este punto de vista, el escritor analiza desde el funeral de Aretha Franklin y el fallecimiento de Michael Jackson hasta el programa musical de televisión ‘Soul Train’ (1971-2006) y la vida de su anfitrión y productor Don Cornelius.
El recorrido de este conjunto de ensayos alcanza a prominentes figuras de la música y el mundo del espectáculo como James Brown, los jazzmen Don Shirley y Sun Ra, pasando por Mahalia Jackson, Little Richard, The Staple Singers, Patti LaBelle y Merry Clayton (la intérprete de los famosos coros de “Gimme Shelter”, de los Rolling Stones). También el actor Billy Dee Williams y el comediante Dave Chappelle, así como Chaka Khan, Prince, Whitney Houston, Wu-Tang Clan, Beyoncé y la banda afropunk Fuck U Pay Us. No falta la soap opera “El príncipe de Bel-Air” (Susan y Andy Borowitz, 1990-1996), cuyo productor era Quincy Jones, entre otros muchos nombres.
“Siempre me pregunto cómo llegas a amar un país. A veces, en función de quién seas, de cuál sea tu historia o de los traumas que hayas heredado, parece demasiado complicado conseguirlo”. Al igual que otras voces, Hanif Abdurraqib coincide en que la tristeza y las atrocidades se esconden y se curvan alrededor de los bordes de la belleza. Ética y estéticamente. El libro incluye un índice onomástico. ∎