Libro

Jerry Stahl

Siempre medianocheMalas Tierras, 2022

Vivir para contarlo. Que se lo pregunten a Jerry Stahl (Pittsburgh, 1953), articulista de éxito en medios como ‘Playboy’, ‘Hustler’ y ‘The Village Voice’ que entra en el mundo de las series televisivas como guionista y firma entregas para sagas como “ALF”, “Treinta y tantos” y “Luz de luna”; incluso recibió la llamada de Mark Frost para que se sumara a la troupe de “Twins Peaks”, experiencia esta última tan desastrosa como surrealista.

Pero Stahl odiaba su trabajo, quería ser un “escritor de verdad”, no una pieza más en un engranaje industrial donde tus ideas son trituradas y recicladas hasta quedar irreconocibles. Y, con un pasado de adolescente más que curioso por probar cualquier droga que se encontrara en su camino y la abundancia de dinero que le proporcionaba su “creatividad” en Hollywood, no le fue nada difícil encarrilarse sin complejos por la autopista de la politoxicomanía, guardando las apariencias siempre que su adicción se lo permitía.

“Siempre medianoche” (“Permanent Midnight”, 1995; Malas Tierras, 2022) es el exhaustivo recuento de su bajada a los infiernos de las drogas duras, de sus eternos días y noches a base de cocaína, heroína y crack. Un recuento, tan descarnado como exento de moralina, que nos sitúa frente al espejo de la rutina de un yonqui que únicamente es capaz de percibir el mundo por medio de las sustancias que introduce en su cuerpo y que llega a su “punto límite cero” una anoche apocalíptica durante los disturbios de Los Ángeles de 1992 por la absolución de los policías que apalizaron a Rodney King.

El autor de “Yo, Fatty” (2005; Anagrama, 2008) excava en sus recuerdos con desparpajo y despliega una prosa anfetamínica y desbordante, convirtiéndonos en acompañantes en sus periplos a la caza de sus manjares narcóticos y en compañeros de pico en lavabos impolutos antes de reuniones absurdas en su periplo por las oficinas de las grandes corporaciones televisivas. Es divertido –sus experiencias como empleado en un McDonald’s de Phoenix, durante uno de sus muchos intentos de desintoxicación, son absolutamente tronchantes–, atroz –los síndromes de abstinencia y las mentiras que elabora para conseguir su mandanga hacen que el “Yonqui” de William S. Burroughs parezca un cuento para niños– y tierno –su encuentro en el Tenderloin de San Francisco con un viejo jazzman en el abismo de su rutina drogata–: su reconocido estatus de libro de culto está totalmente justificado.

Dedicado a Hubert Shelby Jr. e impecablemente traducido por Ce Santiago, “Siempre medianoche” –que pasó a la gran pantalla en 1998 con Ben Stiller como Stahl– es un suculento manjar para los devoradores de memoirs a pecho (a vena) descubierto y un potentísimo faro en los anaqueles de la literatura yonqui. ∎

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