Es normal que entre la crítica especializada exista la tentación de adscribir “La guerra de Gaza” (2024), el último trabajo del dibujante estadounidense Joe Sacco (Kirkop, Malta, 1960), al ensayo periodístico. La impecable trayectoria de Sacco, un historietista deudor de la tradición norteamericana del comix underground y el Nuevo Periodismo que ha firmado trabajos de crónica bélica tan sobresalientes como “Gorazde. Zona Segura” (2000; Planeta Cómic, 2015) y “Notas al pie de Gaza” (2009; Reservoir Books, 2010), podría hacer pensar que nos encontramos ante otra de sus documentadas, exhaustivas y rigurosas obras. Sin embargo, “La guerra de Gaza”, con traducción de Montserrat Meneses Vilar, pertenece a otro género clásico del cómic de no ficción, que en esta ocasión resulta mucho más pertinente: el monólogo de un dibujante cabreadísimo.
Sacco ha sido en obras previas un dibujante eminentemente satírico, y en “La guerra de Gaza” ejerce como tal. Los cómics que recoge el volumen, un puñado de historias cortas que completan apenas 36 páginas, vieron la luz originalmente en la web de ‘The Comics Journal’, con acceso libre y gratuito para todo el público. El estallido en octubre de 2023 de este nuevo episodio del eterno conflicto entre Israel y Palestina motivó al artista a ofrecer su visión sobre el asunto, sin muchos requiebros narrativos, argumentativos ni estilísticos, porque esto va de otra cosa. “La guerra de Gaza” es una denuncia del horror, dura, sin medias tintas, pero con mucho sarcasmo y mucha mala leche, en definitiva, una sátira. Porque aquí recibe quien tiene que recibir: aparecen caricaturizados Netanyahu y el gobierno de Israel, claro, pero también la administración demócrata estadounidense, colaboradora necesaria en la matanza. Tanto, que Sacco se permite el lujo de marcar con una gran letra G mayúscula (y escarlata, como en la novela de Hawthorne) de “genocida” en la frente a Joe Biden.
El dibujante de origen maltés encuentra las inevitables similitudes entre el Holocausto y el exterminio sistemático de la población palestina, que son expresadas a través de las angustiosas palabras de su madre, superviviente de la Segunda Guerra Mundial. Ante una demostración tan desquiciada de violencia por parte de un estado, el autor de “Palestina” (1993-1995; Planeta Cómic, 2015) ni siquiera intenta mostrarse como el experto en el conflicto que realmente es, porque en esta ocasión no necesitamos a otro tertuliano, sino a un artista. El último capítulo del libro es, de hecho, una imprecación que solo puede ser expresada a través del arte. Quizás contradecir a Theodor W. Adorno una vez más es la única salida posible. ∎