Libro

Julian Gloag

Cada noche a las nueveImpedimenta, 2024

Hace ya un año que nos dejó Julian Gloag (1930-2023), de quien ahora Impedimenta nos regala una nueva edición de su novela más icónica, esta magistral demostración de cómo el suspense gótico británico desarrollado en los años sesenta es una de las eras doradas de dicho género. Dicho libro cumple una función esencial a la hora de mostrar los miedos generados en un microuniverso infantil. En este caso, mediante una exaltación de los temores generados por secretos familiares activados por una aparición desasosegante: la de ese falso padre, o no, que viene a trastocar los cimientos de la rutina diaria que ha desarrollado la camada de hermanos protagonista a partir de la muerte, no revelada, de su madre.

Más allá de los interesantísimos vericuetos argumentales dirigidos por Gloag, su prosa avanza sutil y contundente, al mismo tiempo, desde una predisposición hipnótica en su forma de convertir lo cotidiano en un lugar plagado de extrañeza y terror sofocante.

“Cada noche a las nueve” (“Our Mother’s House”, 1963; Impedimenta, 2024; traducción de Olalla García) anticipa un tema como la terrorífica intromisión adulta en el mundo infantil y preadolescente que Laird Koenig llevó al contexto norteamericano de la América hippie y profunda en “Los niños están mirando” (1970) y en “La chica que vive al final del camino” (1974), respectivamente, sus dos brillantes primeras novelas, a su vez claves para descubrir los significantes estilísticos de escritores tan influyentes como Stephen King.

Cabe decir que resulta altamente satisfactorio leer esta novela y compararla con su excelente adaptación cinematográfica, dirigida en 1967 por el siempre notable Jack Clayton, también firmante de la genial “Suspense” (1961), para la cual creó una atmósfera que capta al dedillo el halo de terror subyacente en cada diálogo y encuentro con el mundo adulto, simbolizado en la figura de un Dirk Bogarde que hace uno de los papeles de su vida.

Igual de interesante resulta comprobar si el supuesto plagio escrito por Ian McEwan en “Jardín de cemento” (1978) es real o no. En cualquier caso, con todos los respetos hacia el genial autor de “Expiación” (2001), en un duelo entre ambos libros, “Cada noche a las nueve” se lleva la palma por diferentes razones, entre ellas, la capacidad que Gloag tiene para gestar una sensación de incomodidad ante la incertidumbre que se va acumulando en torno al desmoronamiento gradual de una comunión familiar sustentada en base a un engaño de altos vuelos, pero sobre todo debido a la inquietante atmósfera religiosa introducida por el ritual oratorio que pone título a la novela.

Después de este clásico del gótico, Gloag alcanzó el reconocimiento masivo a través de joyas como “Sentencia de vida” (1966) y “Maundy” (1968): muestras de peso a la hora de referirnos al londinense como una de las voces literarias más interesantes de la segunda mitad del siglo XX en Inglaterra. La misma que con “Cada noche a las nueve” redimensiona la concepción psicológica del terror en terrenos colindantes con, tal como reza la nota de prensa, piezas maestras del horror cinematográfico de los sesenta como “La semilla del diablo”, pero sobre todo por beber de la misma tradición de pilares del género como Shirley Jackson. ∎

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