“La insensibilidad, o desconexión, es la ausencia de verdadero sentimiento. Es mantener una atención superficial a lo que sea que esté sucediendo y, al mismo tiempo, estar en otro lugar”: es una de las muchas sentencias y observaciones que Kae Tempest (Londres, 1985) va diseminando en “Conexión” (“On Connection”, 2020; Sexto Piso, 2021), poco más de 100 páginas entre el ensayo y la rememoración autobiográfica que ponen sobre el tapete la imperiosa necesidad de desgarrar las capas superficiales de nuestra existencia para llegar al fondo de lo que realmente somos. No, no es un libro de autoayuda, sino una reflexión sincera sobre el potencial del ser humano para superar los límites que la sociedad nos impone y que acaban cercenando nuestras posibilidades de expresión (artística y personal) y de comunicación (con nosotros mismos y con los demás).
La conexión es la clave: hay que compartir y apuntalar la empatía, apartar la basura tecnológica sobre la que se asienta nuestra existencia en el decorado del neocapistalismo y sentir la fuerza de nuestros cuerpos y mentes.
Tempest tuvo una epifanía en Portland, durante una gira norteamericana, cuando descubrió en una librería “El libro rojo” de Jung, donde el psiquiatra suizo expone su teoría de que una persona está gobernada por dos espíritus: el espíritu de este tiempo y el espíritu de la profundidad. El primero es el mundano; el segundo, el del conocimiento de nuestra verdadera espiritualidad. Tempest se lanzó a explorar el segundo y, entre confesiones sobre su vida (algunas realmente desgarradoras) y su obra (“Las palabras en una página están incompletas. Las obras de no ficción, el poema o la novela están terminados cuando alguien los toma y les presta su atención. La conexión es colaborativa. Para que las palabras tengan significado deben ser leídas”), nos guía y nos invita a “salir ahí afuera”, a abrir las puertas de la percepción y sentir la conexión, a que seamos conscientes de nuestra propia humanidad. ∎