Para cualquiera que no conozca el trabajo de
Kate Tempest (Londres, 1985) ni su apetito voraz a la hora de exprimir las palabras, ya sea a través de la poesía, del teatro o de esos versos descarnados que mastica con gran autoridad en discos como
“Let Them Eat Chaos” (2016), la portada de su primera novela es lo suficientemente gráfica para entender qué es lo que más preocupa a esta polifacética creadora británica. Ahí está, alzándose entre el perfil nocturno de Londres, una cuchilla convertida en amenazante rascacielos. Una metáfora que recorre todas y cada una de las páginas de un debut que bien podría resumirse en lo que le pasa por la cabeza a Becky, una de las protagonistas del libro, cuando regresa a la gran ciudad y es incapaz de reconocer su propio territorio:
“Le apetece parar a alguien, darle una sacudida y gritarle: ‘¿Pero qué ha pasado aquí’”, escribe Tempest en un intento por verbalizar la sensación que atraviesa a los cuatro protagonistas de este retrato coral de la precarización y deshumanización de la capital británica.
Sin perder de vista ese sudeste de Londres que ha convertido en base de operaciones y laboratorio creativo, Tempest anuda inestabilidad laboral, relaciones amorosas y ciencia política para dar voz a cuatro jóvenes que intentan llevar las riendas de su propia realidad. El peso del relato recae en Becky, una aspirante a bailarina que debe complementar sus ingresos trabajando como “masajista” especial, y en Pete, un licenciado en Relaciones Internacionales hastiado y aburrido que alterna los trabajos temporales con las visitas a la oficina del paro. Pero los personajes más logrados son los de Harry y Leon, una pareja de traficantes accidentales que articulan la derivada criminal de la novela y acaban manejando casi todas las tramas.
Porque en
“Cuando la vida te da un martillo” (“The Bricks That Built The Houses”, 2016; Sexto Piso, 2017 ) todas las vidas se enredan y avanzan a trompicones hasta que alguno de los protagonistas muerde la lona. Hay amores y traiciones, sí, pero también drogas a paletadas, noches etílicas, pasados que nadie quiere revisitar y huidas hacia ninguna parte. Una carrera de obstáculos y una historia aparentemente simple –chico quiere a chica y chica no sabe si quiere a chico o a otra chica– con la que Tempest se consagra como avezada cronista de las miserias urbanas. Se echa de menos, eso sí, el poder eléctrico y centelleante de la Tempest rapera, una cualidad que queda aquí un tanto diluida entre capítulos algo faltos de ritmo y personajes a veces demasiado arquetípicos. Nada grave, en cualquier caso, porque ya se sabe que cuando la vida te da un martillo no hay más remedio que usarlo. ∎