“Los Kikes” –Kike Babas y Kike Turrón– son dos veteranos periodistas musicales –además de colaboraciones en muchos medios de rock, les debemos biografías de Manu Chao, Los Enemigos, Reincidentes, Los Rodríguez, El Canijo de Jerez o La Pegatina– y músicos más que solventes: King Putreak es el grupo punk que crearon juntos, pero por separado tienen o han tenido otras formaciones como The Vientre, Huevos Canos o La Desbandada. Ahora acaban de publicar “Rosendo. Quiero que sueñes conmigo”, que se abre con un prólogo curioso escrito por Moncho Alpuente, músico y periodista fallecido hace ya siete años. Hay otros tres prólogos, a cargo de Nancho Novo, Josele Santiago y Kutxi Romero, todos ellos ya aparecidos hace casi veinte años en “La sana intención. Conversaciones con Rosendo” (Zona de Obras-SGAE, 2003). No es azar: es el signo de este libro, creado a partir de refritos. Los autores lo reconocen abiertamente en la contraportada y, una vez más, justo antes del índice: “Este libro reúne la mayor parte de lo conversado y publicado con Rosendo a lo largo de más de dos décadas. Entrevistas que formaron parte de los libros ‘La sana intención’, ‘Maneras de vivir. Leño y el origen del rock urbano’ (BAO, 2013) y el documental ‘Ni presunto, ni confeso’ (2018). A ello se suman entrevistas aparecidas en Canal+, ‘Manerasdevivir’, ‘Rock Estatal’ y ‘Zona de Obras’ y algunas intervenciones públicas de Rosendo en ruedas de prensa. Para completar el repaso a toda la carrera han cedido algunas preguntas, indicadas a pie de página, hechas por David Esquitino y Jon Marín para ‘Los + Mejores’ (2005), Pae para ‘Mi Rollo es el Rock’ (2007) y Juan Puchades para ‘Efe Eme’ (2010)”.
Que el material existiera previamente no le quita valor ni mérito. De hecho, es un volumen en el que no se han escatimado recursos: desde tapas duras –muy duras, en realidad– a papel de alto gramaje e impresión a todo color. Si lo normal es que la mayor parte de un libro, el texto, se imprima en blanco y negro y, para reducir costes, solo se imprima a color un pliego en el que se concentran todas las fotografías, en este las fotografías están distribuidas por doquier, sin ahorro de ningún tipo.
Por otra parte, una de las características del trabajo de “Los Kikes” es su cercanía con los artistas a los que difunden. Son fans irredentos del punk, el rock urbano y kalimochero y el punk. De Tonino Carotone a Boikot, pasando por Extremoduro, Marea o Siniestro Total. Y entre sus tótems máximos, el gran Rosendo. El libro no es una biografía del músico carabanchelero, aunque sí sirve como biografía, ya que sigue un relato cronológico de su vida a base de esas numerosas entrevistas recopiladas en el volumen. Con el acceso fácil y directo al protagonista, al que conocen sobradamente y con el que tienen probada confianza, el documento podría tener un valor incalculable, pero el problema estriba en que Rosendo no es un personaje que dé mucho juego. Como mucha gente humilde nacida durante el franquismo, educada en el miedo a expresarse libremente, Rosendo Mercado es alguien tímido e inseguro: cohibido ante Teddy Bautista –productor de los primeros discos de Leño, al que admiraba musicalmente por toda su experiencia y dominio de todas las situaciones– o ante su ídolo Rory Gallagher –al que conoció en un estudio de grabación londinense– y sin confianza cuando grupos como Barricada o Extremoduro comenzaban a pedirle que les produjera discos suyos. Nunca le ha gustado levantar la voz ni mostrar opiniones vehementes sobre nada. De hecho, cuando al hablar de cada disco le piden que explique las canciones, sus respuestas no suelen pasar de algo como esto: “‘Manifiesta deprimente’ era un tema borrico y hablaba de un mal rollo. ‘Flojos de pantalón’ era la tontería y el figureo”.
Quien no haya leído los libros previos sobre Rosendo puede encontrar, sin embargo, sorpresas como sus breves referencias a Rocío Dúrcal, Manolo Escobar o los Hombres G –todas positivas–, o que hasta la gira de despedida de Leño –que no se vendió como tal, sino que formaba parte de una gira de Miguel Ríos en la que llevó de teloneros a Leño y a una principiante Luz Casal– Rosendo apenas lograba vivir de la música y se mantenía gracias al trabajo de su mujer, Esther Pérez, con la que lleva casado más de cuarenta años y que ha sido el bastión que le ha permitido dedicarse exclusivamente a su pasión por la música.
Jubilado a la edad de los jubilados de su quinta, los sesenta y cinco años, con una calle a su nombre en el recinto ferial de Leganés, junto a La Cubierta, y otra en Bolaños de Calatrava, el pueblo natal de sus padres y de su hermano mayor, Casimiro, nada hace presuponer que Rosendo se atreva ahora a ofrecer una nueva tanda de entrevistas en las que muestre a las claras todo lo que siempre se ha guardado para sí o para sus más allegados. En la conclusión del libro se reconoce “ejerciendo de jubilado anónimo todo lo que puedo” y asegura: “Ya estoy un poco saturado de aparecer todo el rato, por una u otra razón, en la escena de la que quiero desaparecer, al menos por el momento”.
A mí no me lo va a decir, pero con los Kikes sí podría largar, de verdad, sobre los políticos de todo signo y la Guardia Civil –que llegó a hacerle bajar de un avión y retrasar el vuelo para… ¡hacerse una foto con él!–, sobre el feminismo, las drogas, los medios de comunicación especializados en heavy o los hermanos De Castro (Barón Rojo). O, incluso, sobre su papel como padre: solo dice que “¿De qué vas?” la hizo pensando en su hijo y en su generación. La sensación que nos queda es que Rosendo, más allá del mito y la leyenda que es, ha sido un “bienqueda”. ∎