Libro

Leslie Feinberg

Drag King Dreamslevanta fuego, 2023

A veces me pregunto cómo es posible que hayamos tardado tanto tiempo en descubrir a Leslie Feinberg (Kansas City, 1949-Siracusa, 2014), pero otras pienso que si no se tradujo antes su obra era porque quizá no era el momento, y es posible que su trabajo hubiera pasado desapercibido o que no ocupara el lugar que merece.

“Stone Butch Blues” (1993; Antipersona, 2021) supuso un pequeño terremoto, no solo por la honestidad con que hablaba de lo que suponía ser butch y sindicalista hace unas décadas, sino porque revolucionó el lenguaje introduciendo términos a los que ahora estamos más que acostumbradas y porque se negó a identificar a sus personajes dando pistas sobre su edad, color de piel o cualquier otro dato que pudiera contribuir a perpetuar estereotipos o a condicionar a quien leyera la novela. En “Drag King Dreams” (2006; levanta fuego, 2023) seguimos sin conocer edad, color de piel u origen de sus protagonistas salvo que sea estrictamente necesario. Y, además, sus traductoras –Layla Martínez y Judit del Río– han hecho el esfuerzo de usar en todo momento el género neutro. La editorial levanta fuego también ha respetado la voluntad de la autora de no editar el libro con fines comerciales y ha puesto a disposición del público su obra para descarga.

“Drag King Dreams” está protagonizada por Max, portere butch que trabaja en un club queer en el Nueva York post 11-S. El brutal asesinato de una amiga travesti y la hostilidad hacia todo lo que no sea blanco y heteronormativo hace que el mundo de Max se vea sacudido, que se tenga que replantear algunas creencias y que regresen viejos miedos: “si me despiden ahora, ¿qué movimiento social peleará por que me readmitan o me conseguirá otro trabajo?”, se pregunta. En los días que siguen a la muerte de su amiga y a las detenciones arbitrarias post atentados, la precariedad laboral y emocional se hacen más patentes que nunca en la vida de Max: si bien está rodeade de amigues, no tiene familia y tampoco se atreve siquiera a implicarse en una relación, conformándose con pequeñas incursiones en un mundo virtual que ahora podemos asociar al metaverso o, si nos retrotraemos en el tiempo, a Second Life, y que de paso sirve a Feinberg para plantear una serie de interrogantes sobre el binarismo y los estereotipos de género en los videojuegos.

La amalgama de sucesos por los que pasa Max en las páginas de “Drag King Dreams” también permite a Feinberg presentar una serie de personajes cuyas vidas no se podrían cruzar de otra forma, y de paso, plantear conflictos como el de Israel y Palestina, la discriminación racial o la doble vida que a menudo deben llevar las personas no binarias.

Es inevitable leer “Drag King Dreams” y no ver en Max un trasunto de la Jess Goldberg de “Stone Butch Blues” y de la propia autora, pero ahí donde Jessie no se daba por vencida, Max parece haber optado por elegir en qué batallas se implica. Y de nuevo es inevitable no admirar la honestidad con que escribe, la forma en que se abre y contribuye a la construcción de una narrativa y una literatura que durante años no ha tenido espacio no porque no existiera, sino porque no se le quiso dar. ∎

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