A estas alturas, del lápiz de Lorenzo Montatore (Madrid, 1983) se puede esperar casi cualquier cosa, sabiendo siempre que el nexo común van a ser la visceralidad, la ausencia de miedo a dejarse llevar por su propio lenguaje y una querencia casi obsesivo-compulsiva por triturar sus referencias hasta que se hacen indisolubles de su propio trabajo. Le ha ocurrido en su particular interpretación del estilo de dibujo de la escuela Bruguera a lo largo de sus muchas páginas dibujadas hasta la fecha. También a la hora de abordar la biografía del escritor Francisco Umbral en “La mentira por delante” (Astiberri, 2021) y, desde luego, con su acercamiento a la música de Talking Heads en “Si bailáis, entenderéis mejor las letras. Un tebeo de Lorenzo Montatore sobre Talking Heads”.
La música ha sido un elemento vehicular de la obra del madrileño desde su etapa fanzinera. Ya solo en su “Obras incompletas 2015-2022” (ECC, 2022) se pueden encontrar homenajes a Yma Súmac, The Flaming Lips, Neu! o Los Calis. Así que quien haya seguido la trayectoria de Montatore podía intuir que, igual que ha pasado con otros grandes temas de su obra (la salud mental, las adicciones, la poesía), antes o después acabaría por lanzarse a otra de sus obsesiones: el ritmo y la cadencia de Talking Heads. “Si bailáis, entenderéis mejor las letras…” no es, como podría pensarse, un ensayo sobre la banda neoyorquina, sino una reinterpretación visual de sus canciones en viñetas mudas; una suerte de traducción intuitiva al lenguaje del cómic que se asienta en la frontera entre lo musical y lo gráfico. Al pasar las páginas, es imposible no imaginar el ritmo sincopado de David Byrne, Tina Weymouth, Chris Frantz y Jerry Harrison como una presencia constante, un metrónomo invisible que marca el pulso de cada viñeta. Montatore se lanza al abismo de intentar capturar, con el trazo y el color, algo tan volátil y etéreo como la música, y lo logra de un modo que, si bien no suena, sí que resuena.
Montatore, que aprendió tanto en el caos de los fanzines como en los márgenes del cómic independiente, carga esta obra con un espíritu lúdico que atraviesa cada escena. Esta es una danza de imágenes, una coreografía de formas y texturas que evoca el movimiento frenético y nervioso de Talking Heads, esa misma energía que invitaba a “pararse y respirar, pero nunca demasiado tiempo”. En este sentido, Montatore parece entender su música más allá de lo sonoro, esa manera en que el ritmo se convierte en un mantra colectivo y en una liberación individual. Cada página aquí es una invitación a bailar, como si quisiera asegurarse de que el lector no solo entienda, sino que sienta en sus piernas la necesidad de moverse. También es un vehículo de memoria personal, donde cada canción de Talking Heads aparece vinculada a recuerdos íntimos de su vida.
Si algo ha demostrado Montatore en su carrera es que la distancia entre la música y el dibujo es mínima cuando se sabe cómo habitar el espacio que comparten. Al igual que los Talking Heads, desafía con descaro el planteamiento de coherencia absoluta, favoreciendo en su lugar la intuición, el puro placer del caos bien dirigido. Su propuesta, tan impredecible y a la vez tan reconocible, confirma que su trabajo no es simplemente un homenaje a las influencias, sino un espacio de reconstrucción que reinventa lo aprendido. Acudiendo en esta ocasión a un trazo roto y urgente, de texturas “sucias”, convierte el cómic en una pista de baile para los sentidos, donde los lectores son arrastrados a un territorio donde la música se dibuja y los dibujos vibran.
Esta libertad, este impulso casi febril del autor, lo colocan como una figura insólita y necesaria en el panorama del cómic contemporáneo. Su estética única recuerda en cierto modo la vitalidad de artistas como Olivier Schrauwen, quien también explora los espacios entre la narrativa tradicional y la experimentación visual. Montatore tiene la habilidad de proyectar un universo tan propio que uno se pregunta si alguna vez hubo un tiempo en que el cómic y la música estuvieron realmente separados. En su trabajo, ambos se fusionan con una naturalidad tan audaz que solo queda, tal como él sugiere, bailar y ver qué sucede. ∎