Autor iconoclasta. Foto: Matt Ingham
Autor iconoclasta. Foto: Matt Ingham

Entrevista

Luke Haines: el outsider tocapelotas

Entrevistamos al músico británico, alma mater de The Auteurs, Black Box Recorder, Baader Meinhof y autor de una prolífica carrera en solitario, a propósito del jugoso, ácido y divertido “Freaks Out! Tarados, raros e inadaptados: ascensión y caída del rock and roll como Dios manda”, su primer libro publicado en España.

“Freaks Out! Tarados, raros e inadaptados: ascensión y caída del rock and roll como Dios manda” (“Freaks Out!: Weirdos, Misfits And Deviants. The Rise And Fall Of Righteous Rock ’n’ Roll”, 2024; Contra, 2025; traducción de David Paradela) es el cuarto libro que publica Luke Haines (Walton-On-Thames, 1967) y el primero que podemos leer traducido al castellano: 285 páginas en las que, con su inconfundible estilo, corrosivo, irreverente, erudito y con la incorrección política adecuada como para que apenas quede títere con cabeza, repasa desde un prisma muy personal, con lupa casi autobiográfica –hay una obvia identificación personal–, la vida y milagros de especímenes de la más singular genealogía rock que en algún momento lo marcaron, como Gene Vincent, The Shadows, The Incredible String Band, Jim Morrison, T. Rex, Gary Glitter, Lou Reed, Morrissey, The Fall, The Go-Betweens o la familia Manson.

Una galería de músicos heteredoxos cuyo retrato dice aquí tantas cosas sobre ellos como sobre el propio autor del libro. Mi entrevista con el hombre que ya rajó a conciencia del britpop en el descacharrante “Bad Vibes. Britpop And My Part In Its Downfall” (2009) se produce por escrito, a petición suya. Pero creo que eso no le resta miga. Juzgad vosotros mismos.

“Lou Reed, Lou Reed” (acústico, 2025), canción de su álbum solo “New York In The ‘70s” (2014).

Siempre he pensado que el Reino Unido es un lugar ideal para que broten freaks musicales, como si existiera un tipo particular de artista británico excéntrico, difícil de encontrar en cualquier otro país del mundo, al menos en tan gran promedio. También hay algunos freaks estadounidenses y australianos en tu libro, pero ¿crees que la sociedad inglesa tiene algo especial para generar esos caracteres tan singulares?

Bueno, el sistema de clases británico es responsable de gran parte de la llamada psique inglesa o mentalidad inglesa, y posiblemente sea demasiado complejo como para intentar explicárselo a alguien que no sea inglés. Pero quizá más relevante aún sea la forma en que las escuelas de arte británicas se relacionan con la música rock. Lo explico brevemente en el libro: esencialmente, las escuelas de arte británicas formaron parte de la Marina Real Británica hasta finales de la década de 1950 (increíble, pero cierto), por lo que solo impartían un concepto muy tradicional del arte. Todo lo posterior a Matisse se consideraba decadente. Así, a principios de los años sesenta, cuando las escuelas de arte se liberaron del patrocinio militar, empezaron a tener mucha más libertad para enseñar lo que querían y, casualmente, estaban repletas de futuros pioneros del rock, que veían la posibilidad de combinar el arte moderno con la nueva música pop; de ahí en adelante saldrían The Who, The Kinks, Syd Barrett y tantos otros.

De hecho, escribes sobre unos cuantos freaks británicos que no son precisamente muy conocidos en países como España. Como Steve Peregrin, Ivor Cutler, Mick Farren o Thomas Chatterton, y eso es algo que agradezco como lector. Siempre es bueno saber de gente que desconoces.

Bueno, Steve Peregrin Took es poco conocido incluso en el Reino Unido.

Hay un capítulo en el que reconoces que llevas mucho tiempo haciendo (al menos en la música) lo que te apetece, sin importarte las expectativas comerciales. ¿Siempre fue así? Soy de los que piensan que, si el mundo fuera un lugar justo, deberías vivir simplemente de las rentas, al menos de los tres primeros álbumes de The Auteurs, que me parecen obras maestras. Me da la sensación de que esperabas vender mucho más en la época de sencillos como “Lenny Valentino” (1993) o incluso “The Facts Of Life” (2000), leyendo sobre ello. ¿Me equivoco?

Toda banda, por grande o pequeña que sea, tiene un período imperial: es decir, el momento –que puede durar seis meses, un año o incluso más– en el que todas las estrellas se alinean y forman parte de una especie de zeitgeist (la relevancia de ese zeitgeist es muy relativa), así que “Lenny Valentino” y “The Facts Of Life” formaban parte de mi zeitgeist. Creo que “The Facts Of Life” (2000) (fue el segundo álbum de Black Box Recorder) es un buen disco, pero también uno de los menos interesantes que he hecho. A veces, un artista crea obras más interesantes cuando no está inmerso en ese zeitgeist.

“Lenny Valentino” (single, 1993) abría el segundo álbum de The Auteurs, “Now I’m A Cowboy” (1994).

Hay un capítulo, uno de mis favoritos, en el que la acidez de tu pluma, por así decirlo (¡perdón!), se toma un descanso, y es el que dedicas a Cathal Coughlan (Microdisney, The Fatima Mansions), fallecido en 2022. Lo encuentro realmente conmovedor, sin sarcasmo ni vitriolo. Absolutamente sincero y emotivo. De alguna manera, es como una pieza central del libro, también por donde lo colocas. Supongo que fue un capítulo especial para ti. ¿Fue difícil escribirlo?

Fue difícil. Lo reescribí muchas veces. Hice lo que pude, aunque no estoy seguro de si lo hice bien... En muchos sentidos, Cathal no debería estar en el libro, pero fue una forma de honrar su memoria lo mejor que pude. Un libro tiene más peso que una columna en una revista o en una página web.

Disfruté en su momento de tu libro “Bad Vibes. Britpop And My Part In Its Downfall”. Al leer este, también tengo la sensación de que Suede y Pulp eran quizá los únicos auténticos freaks de aquella hornada, al menos entre los que alcanzaron un gran éxito, y se nota que los aprecias. He echado de menos a Lawrence –un auténtico freak– y a sus Denim, que tuvieron un par de álbumes estupendos, en mi opinión, durante los noventa, aunque no encajaran demasiado en la moda imperante.

Sí, Suede y Pulp estaban por encima de todo aquello. La verdad es que no creo que artísticamente tuvieran nada que ver con el britpop. Para mí, el britpop eran bandas como Blur, Sleeper u Oasis. Suede, Pulp y The Auteurs existían antes de que se empezara a hablar de britpop. Blur también, la verdad, pero adoptaron la etiqueta britpop en aquella época. La verdad es que no sé mucho de Lawrence, y no estoy muy familiarizado con su obra.

“Sí, Suede y Pulp estaban por encima de todo aquello. La verdad es que no creo que artísticamente tuvieran nada que ver con el britpop. Para mí, el britpop eran bandas como Blur, Sleeper u Oasis. Suede, Pulp y The Auteurs existían antes de que se empezara a hablar de britpop”

Reconoces que hay un tipo particular de freak que necesita a otro músico, digamos, de personalidad más corriente, con quien trabajar en pareja: John Lennon (freak) con Paul McCartney, Robert Forster (freak) con Grant McLennan, Morrissey (freak) con Johnny Marr o Robin Williamson (freak) con Mike Heron. ¿Crees que todos ellos necesitaban a su Macca particular, esa contraparte equilibrada y centrada, para prosperar como artistas? ¿Que necesitaban ese complemento creativo tan necesario?

No estoy seguro de que eso fuera exactamente lo que quise transmitir. Sin embargo, todas esas personas que mencionas tienen un sentido de identidad muy fuerte. A veces, trabajar con un colaborador es útil para guiar el impulso más caprichoso de una personalidad fuerte. ¡Pero también puede ser bueno simplemente dejarse llevar por ese impulso y liberarse!

En tu libro reivindicas a algunos artistas que, como dices, no son precisamente populares entre los connoisseurs y los melómanos de pro: The Shadows, The Doors –al menos tras la película biográfica de Oliver Stone, que te parece “excelente”– o Gary Glitter. ¿Hubo alguna frontera particular para ti al envejecer? Es decir, ¿una época en la que sentiste que empezaban a darte igual los prejuicios y los postureos?

A medida que te haces mayor, ¡te da completamente igual! The Auteurs nunca fueron realmente un grupo cool, y menos en el sentido del ‘NME’. Siempre he sabido lo que me gusta y lo que no. La presión social no me ha influenciado en absoluto. A medida que te haces mayor, es ridículo tener la idea de ser cool. Cumplir años es maravilloso y envejecer es muy liberador: debería ser algo que simplemente hemos de aceptar. Soy un hombre de 58 años, ¡intentar ser cool sería absurdo!

En sentido contrario, no te da miedo mostrar tu desagrado por Prince, considerado uno de los grandes músicos de todos los tiempos. ¿Acaso no te gusta absolutamente nada de él, ni siquiera una sola canción, un estribillo, un diminuto riff de guitarra?

Jajaja. No, no hay nada que me guste de Prince. Ponte a escuchar a Funkadelic o a Sly Stone. No aceptes sucedáneos. No te molestes en escuchar a Oasis: escucha a los Sex Pistols o a The Beatles.

Hay muchas bandas y músicos en el libro por los que muestras interés, reconociendo que fluctúa según tu edad, como nos pasa a la mayoría: tus gustos musicales –bueno, cualquier tipo de gusto– pueden variar desde la adolescencia hasta los cincuenta o sesenta. Pero confiesas que The Fall es un amor eterno, a quienes solo evitaste durante unos meses. ¿Son la única banda que ha sido una compañía musical constante y fiel para ti?

En realidad es Lou Reed quien ha estado siempre conmigo. Hay muchas cosas que me parecen geniales, pero ya no necesito escucharlas porque las escuché muchísimo hace tiempo.

The Auteurs en Glastonbury, el 20 agosto de 1993: “Show Girl” y “Lenny Valentino” (+ entrevista).

Consideras que la música en vivo no se debe tocar ni disfrutar al aire libre, al menos eso es lo que experimentaste en tu concierto con The Auteurs en el festival de Glastonbury de 1993, y más aún después de ver a The Velvet Underground en el mismo festival. ¿Has vuelto a asistir a un concierto al aire libre desde entonces?

No busco música al aire libre. La música amplificada necesita cuatro paredes, un suelo y un techo para que el sonido rebote. Al aire libre, el sonido simplemente se desvanece en el aire. No es una decisión estética ni emocional. La física dicta que la música suena mejor en interiores. En recintos cerrados. Cualquier otra cosa es francamente estúpida.

Me parece muy interesante, aunque también arriesgada, la tesis en la que sugieres que quizá el britpop, con todo su machismo y su patriotismo superficial, fue un fermento para el Brexit. Dado que aquella generación del britpop tiene ahora entre 50 y 60 años, quizá des en el clavo, porque los más jóvenes fueron, en general, quienes votaron por quedarse en Europa. ¿Crees que el Brexit podría volver a ganar si el referéndum se celebrara hipotéticamente hoy? ¿O crees que este clima de opinión ha cambiado en los últimos años, dadas las consecuencias del resultado?

Oh, sí. Sin ninguna duda, creo que el britpop, con su absurdo ondear de banderas, sembró las semillas de un nacionalismo que no existía desde hacía tiempo y que luego cobró fuerza, una vez fue azuzado por los políticos. Muy poca gente, si es que hay alguna, se toma en serio mi punto de vista, quizá porque en su momento fueron cheerleaders mediáticos del britpop y ahora sienten vergüenza de aquello. Mantengo mi punto de vista. Lamentablemente, creo que durante el resto de mi vida nunca nos recuperaremos del todo del Brexit.

Por cierto, también escribes sobre el arte de vivir sin trabajar, al menos en un trabajo formal. Desde la época de The Servants, en la que alargabas todo lo posible el subsidio del paro. Tengo curiosidad, si me permites la pregunta, ¿has logrado vivir de tu música siempre o tienes o has tenido que compaginarlo con algún otro trabajo?

Nunca he tenido otro trabajo que no sea la música. Tengo la suerte de que me paguen suficientes royalties como para vivir. Todo el dinero que he ganado a lo largo de mi vida, lo he hecho con el rock’n’roll.

Muestras tu admiración por Billie Eilish. ¿Crees que es la última gran freak?

Jajaja, es una freak. Sin duda. Pero no será la última.

“Creo que el britpop, con su absurdo ondear de banderas, sembró las semillas de un nacionalismo que no existía desde hacía tiempo y que luego cobró fuerza, una vez fue azuzado por los políticos. Lamentablemente, creo que durante el resto de mi vida nunca nos recuperaremos del todo del Brexit”

Sé que es imposible enumerar exhaustivamente a todos los ilustres freaks de la música, y tampoco era tu objetivo. Pero leyendo sobre Les Rallizes Dénudés me acordé de Julian Cope, porque fue él quien me los descubrió en su libro “Japrocksampler. Cómo el rock le voló la cabeza al Japón de posguerra” (2007), uno de los libros de música más singulares de los últimos tiempos. ¿Lo leíste o te gustó, el libro o el propio Julian Cope?

Ah, sí, Julian es un gran escritor. Y también me gustan su música y su actitud.

¿Cómo te sentiste después de escribir este libro? ¿Aliviado? ¿Satisfecho? ¿Orgulloso? ¿Ambas cosas?

Me alegré mucho de haberlo escrito. Expuse con bastante claridad en qué punto me encuentro como músico y como persona. Creo que es mi mejor libro. Y sería feliz si fuera mi único libro.

No guardas un gran recuerdo de tus años de adolescencia en Portsmouth. Yo solo estuve una vez: me escapé desde Bournemouth unas horas en 1998 para ver a Sparklehorse en directo un domingo por la tarde, y su ambiente de ciudad costera desangelada me recordó a lo que describía aquella canción de otro freak a quien admiras, Morrissey: “Everyday Is Like Sunday”.

Tienes toda la razón con lo de “Everyday Is Like Sunday”. Es que es así. Probablemente he dicho suficientes cosas chungas sobre Portsmouth como para llenar una vida entera, pero me alegro de haber tenido aquella experiencia. Es bueno tener algo contra lo que luchar, siempre y cuando puedas escapar. ¡Y yo escapé! ∎

Especialista en corrosiones

“Freaks Out! Tarados, raros e inadaptados: ascensión y caída del rock and roll como Dios manda”
(Contra, 2025)

A Luke Haines le traen al pairo las convenciones del periodismo o de la literatura musical. Y ahí radica gran parte del encanto de este libro, escrito a tumba abierta –o a calzón quitado, por ser más vulgares– como cualquiera de los anteriores. Mucho más que un anecdotario o un recuento de músicos de acusada personalidad, puede ser leído como una más de las muchas historias paralelas de la música popular de las últimas seis décadas, desde Gene Vincent hasta Billie Eilish, por quien también siente rendida admiración, con un registro tan personalísimo que, en esencia, también es autobiográfico, como lo fue el corrosivo “Bad Vibes. Britpop And My Part in Its Downfall” (2009). Quizá no fuera esa su intención –se lo pregunto en el cuestionario que articula la entrevista y es la única pregunta que no me contesta–, pero así se percibe.

Ameno, perspicaz, provocativo, en ocasiones divertido y hasta con un puntito conmovedor, como el capítulo dedicado a su amigo Cathal Coughlan, el músico británico se confirma, tras la publicación de “Post Everything. Outsider Rock and Roll” (2011) y “Outsider Food And Righteous Rock And Roll” (2015), como un narrador efervescente, siempre proteico aunque puedas discrepar de sus maximalistas opiniones, cómodo en su rol de Pepito Grillo de un pop –o rock’n’roll, que al final viene a ser todo, como él explica– británico al que nunca le vienen mal voces incómodas, discordantes y (auto)críticas, dotadas de un vitriolo tan carcajeante y saludable como el suyo. ∎

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