Lo peor de la sátira es otorgarle importancia, creer que reírse del poder es combatir el poder. Porque no lo hace, no lo combate, solo refuerza su omnipresencia e inviolabilidad. Ningún cómico ha echado nunca a un rey, ni siquiera a un primer ministro, solo ha mitigado el ansia de enfrentarse a él haciendo creer a la gente que reírse del poder es combatir el poder. La gente se ríe y ya está. La gente se ríe y está contenta. La gente se ríe y se olvida de por qué se ha reído. Las democracias están llenas de cómicos no porque sea una sociedad más libre, sino porque así el poder actúa con más impunidad.
La sátira, por tanto, siempre es parte interesada del poder, no su contraria. Es el bufón quien, por mucho que se ría del rey, solo legitima más su omnipresencia. En este contexto hay que preguntarse ¿por qué escribir una sátira sobre Putin como un hombre viejo y demente desde occidente? No será para combatir a Putin, claro que no. Entonces será para legitimar el poder de occidente. ¿Qué es entonces “La senilidad de Vladímir P” (“The Senility Of Vladimir P”, 2016; Libros del Kultrum, 2024; traducción de Antonio Lozano)? ¿Qué es la novela del médico Michael Honig recuperada ahora en castellano? Pues una solemne tontería divertida hasta morir.
Los libros en los que puedes reducir su argumento a su título te hacen pensar si en realidad tienes motivos para leer las 361 páginas que van a continuación, que a lo mejor la historia ya te la han contado. Porque de eso va el libro, de la senilidad de Vladímir P, antiguo jefe supremo de la gran potencia rusa que ahora dormita entre dolores y delirios y ve impotente cómo la corrupción, el agotamiento moral y la negligencia han convertido a Rusia en un chiste.
Sin embargo, Honig no se conforma con reírse del todopoderoso Putin desde la distancia, sino que nos presenta la decadencia de todo lo que existe a su alrededor a partir de los personajes satélite que lo rodeaban cuando gobernaba y lo continúan rodeando ahora. Porque hay un segundo libro dentro de esta senilidad putiniana, y en este segundo libro es donde está su verdadero valor. ¿Cuál es el valor del libro? Pues la descripción de la vida del hombre encargado de cuidar del malo malísimo Putin, en este caso su enfermero y no solo enfermero, sino su confidente, amigo, chef y lo que haga falta, el genial Sheremetev. ¿Por qué no se llama “La serenidad del enfermero Sheremetev”? Porque en la era de internet y el clickbait, quién demonios iba a leer eso.
La sátira, por tanto, es desternillante, no en cuanto a Putin, que solo es una especie de deus ex machina que mueve toda la acción, sino en cuanto a cómo se relaciona la gente con la maldad, con la corrupción, con las camarillas, con el poder. Honig, médico de profesión, es mejor hablando desde la perspectiva del cuidador que del villano. Eso está claro. Y en este caso es mejor así.
A partir de aquí encontraremos lo que se supone que tienes que encontrarte en una sátira respecto al poder ajeno, o sea el que ostenta una potencia que no es la tuya y hay que combatir. Claro, tiene todo lo peor, torturas, elecciones amañadas, asesinatos, disidentes encarcelados, corrupción, sometimiento, pero está este Sheremetev que nos ayuda a preguntarnos cuál sería nuestro papel en un mundo donde los malos malísimos se ven a la legua, pero acercarse a ellos es la única forma de fraguar.
Esta es la segunda novela de Honig después de años dedicado a la medicina. La primera,“Goldbaltt’s Descent” (2013), se reía de la decadencia de la Seguridad Social inglesa, un mundo que Honig conoce muy bien. ¿Qué podemos satirizar mejor, lo que vemos en las noticias o lo que vivimos en nuestras propias carnes? ∎