Libro

Penelope Fitzgerald

El niño de oroImpedimenta, 2024

La lectura de la primera novela de una autora, considera una de las mejores escritoras británicas de la segunda mitad del siglo XX, sorprende bastante en función de sus obras posteriores, ya que esta no va más allá de un divertimento, que se mece entre el sarcasmo y la comedia de intriga, aliñado con los cadáveres pertinentes y los diálogos acusatorios, punzantes e impertinentes. Penelope Fitzgerald (1916-2000), hija de un editor, publicó su primer libro en 1975, a los 58 años, una biografía del pintor prerrafaelita Edward Burne-Jones. En 1977, apareció su primera novela: “El niño de oro” (“The Golden Child”; Impedimenta, 2024; traducción de Miguel Temprano García). Ese mismo año, salía “The Knox Brothers”, la biografía conjunta de su padre y sus tíos.

El relato transcurre, en su mayor parte, en un museo ficticio de Londres, que recuerda al Museo Británico. Cuando el niño dorado, la resplandeciente pieza del tesoro de la antigua Garamantia, es cedido a la institución, una red de intrigas se extiende en torno al personal de la pinacoteca; especialmente sobre Waring Smith, del departamento de Arte Funerario, quien, durante una ronda nocturna, ha estado a punto de ser estrangulado.

El funcionario, habitualmente atribulado, se siente presionado por su esposa, Haggie, y atado en el trabajo, a causa de las restricciones pecuniarias. Sin embargo, la adversidad no impide que el funcionario muestre un carácter jovial, que llama la atención del anciano Sir William Simpkin, que a diario va al museo, observa impávido desde su despacho las largas colas que se forman, en pleno invierno, para visitar la exposición; suelta unas cuantas sentencias y se sumerge en sus pensamientos. El director del museo lo desteta, desde una interesada lealtad, basada en el importante legado que la institución espera recibir tras su muerte.

El museo tiene la oportunidad de presentar una exposición, “El tesoro dorado de los garamantes”, que causará un gran impacto entre la población. La narradora acude a este artificio para ridiculizar la exitosa exposición del Museo Británico “Tesoros de Tutankamón”, de 1972. Según su criterio, la mayoría de los museos se toman a sí mismos demasiado en serio. Entretanto, se sospecha que el contenido de la exposición es falso. Además, se corre la voz de que el niño dorado está maldito. Una ola de chismes y temores inunda el museo al conocerse ese dato. Smith será enviado a Moscú para indagar sobre la certeza de los interrogantes planteados ante un misterioso curador.

La autora pone en un brete a sus personajes al decidir que solo los jeroglíficos, de naturaleza críptica, de los garamantes pueden poner fin al caos. No deja de ser una solución ingeniosa, al tiempo que se desprende una mirada irónica del mundo del arte. En medio de la confusión, pues hay que abrir el museo, se producirán otros hechos luctuosos. La cola es larga y los ánimos se impacientan. Waring Smith gestiona el improvisado gabinete de crisis. Opta por abrir las puertas del museo. Por primera vez en su vida, vio que no le costaba dar órdenes, y que sus órdenes eran aceptadas sin discusión”. El relato es una novela de misterio que se ajusta a las convenciones británicas del género. La propia narradora consideró el volumen un divertimento para entretener a su marido, enfermo de gravedad, a quien dedica la obra.

Penelope Fitzgerald es autora de varios títulos referenciales como son La flor azul” (1995; Impedimenta, 2014) y La librería” (1978; Impedimenta, 2010), finalista del premio Booker, galardón que alcanzó con A la deriva” (1979; Impedimenta, 2018). ∎

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