Serie

Poquita fe

Pepón Montero y Juan Maidagán(T1, Movistar Plus+)
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La primera vez que oí hablar de “Poquita fe” (2023) fue hace diez años, cuando mi amigo Pepón Montero (Madrid) me mandó el capítulo piloto de una serie que había escrito con su socio habitual, Juan Maidagán (San Sebastián). Entonces la serie se llamaba “José Ramón”, como el nombre del protagonista, que ya entonces era Raúl Cimas. Una década después la serie es una realidad estrenada en Movistar Plus+.

Aquel piloto se centraba en la rutina, el tedio, el bajón, la tensión de las relaciones familiares y de pareja y en cómo una tontería cotidiana se convierte en un drama épico: pisar una cagada de perro se transforma en una odisea por la ciudad o la mala contestación de una desconocida deviene en una experiencia traumática. Las escenas ya entonces se aderezaban con las intervenciones a cámara de sus protagonistas, pero la serie de 2023 ha añadido una estructura endiablada donde unas tramas se dan de bruces con otras, a la manera de los guiones de Larry David para “Seinfeld” (Larry David y Jerry Seinfeld, 1989-1998) o “Larry David” (Larry David, 2000-). Los enredos que urden Montero y Maidagán transcurren en bares con barra de acero inoxidable y suelo lleno de serrín o en pisos con humedades en las paredes, pero bajo esa apariencia “de andar por casa” hay una escritura sofisticada, muy popular y a la vez muy culta, heredera de una tradición cómica muy bien estudiada, pero también basada en experiencias y vivencias de los autores. Resumiendo: una situación parte de algo que les pasó a Pepón o a Juan debajo de su casa, pero se resuelve como en una película de Ernst Lubistch.

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Como guionista de comedia pero sobre todo como conocedor del método de escritura de Montero y Maidagán –dirigí tres capítulos de su anterior serie, “Justo antes de Cristo” (2019-2020)–, soy consciente de que ese es su gran truco: hacer parecer fácil lo difícil. Que bajo una aparente simplicidad hay diálogos reescritos y pulidos mil veces, tramas y giros a los que se le han dado ochocientas vueltas.

Lo más relevante de “Poquita fe” es que es muy graciosa. Su primera temporada contiene momentos que te obligan a darle al pause por los ataques de risa. Lo segundo en importancia es que se trata de una serie que refleja con una precisión inédita lo que es el día a día de la España actual. Cumple el tópico de “¿qué le enseñarías a un extraterrestre que se plantara en tu país para explicarle cómo es la vida de los españoles”. Yo les mostraría “Poquita fe” para que nos entendiesen. Porque lo que Montero y Maidagán ponen en pantalla se parece mucho a un domingo por la tarde en la existencia de un español. Hay tazones de leche con magdalenas, anoraks feos, maratones de series, bares con ofertones de marisco más botella de albariño, comidas familiares que no te apetecen y que te atrapan, fiestas en las que estás marginado, madres que te relatan con precisión lo que han comido ese mediodía, jornadas laborales que te parecen infinitas. Mucho bostezo, mucho rascarse, muchas cervezas y mucha resaca. A golpe de situaciones cotidianas que derivan en el absurdo, “Poquita fe” nos retrata con patetismo y ternura, que es como merecemos. ∎

Fe, esperanza y caridad.
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