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Puertas cerradas y palabras que hieren: la ficción audiovisual después del #MeToo

¿Qué impacto ha tenido el movimiento #MeToo en el cine contemporáneo? El estreno de “The Assistant” y, próximamente, de “Una joven prometedora” abre la puerta a reflexionar cómo las ficciones recientes se acercan a la violencia misógina.

“American Bitch” de “Girls”:  debate sobre los límites del consentimiento.
“American Bitch” de “Girls”: debate sobre los límites del consentimiento.

I. Dentro del laberinto

En “American Bitch”, tercer episodio de la última temporada de “Girls” (HBO, 2012-2017), Hannah (Lena Dunham, también creadora de la serie), una joven escritora, y Chuck, un famoso novelista acusado de abusos sexuales, debaten durante horas sobre los límites del consentimiento. El espacio en el que se escenifica este juego del gato y el ratón es el lujoso apartamento del segundo, una suerte de intrincado laberinto-trampa del que será imposible escapar con la dignidad intacta. Lo auténticamente enrevesado, sin embargo, es el discurso que Chuck teje alrededor de Hannah: la adulación –“qué bien escribes, qué futuro tan brillante tienes ante ti”– allana el camino que lleva al abuso y a la humillación subsiguiente. Lo que ha sucedido allí dentro la ha dejado sin palabras –a ella, que las usa para ganarse la vida– y la ha convertido en una más de las chicas anónimas que entran en el apartamento de él en el revelador plano final. O, como afirmó Emily Nussbaum en ‘The New Yorker’: “El castigo es convertirla de nuevo en una mujer, intercambiable con las demás”.

“El escándalo”: los dobles sentidos y los sobrentendidos; “lealtad” equivale a favores sexuales.
“El escándalo”: los dobles sentidos y los sobrentendidos; “lealtad” equivale a favores sexuales.

II. La palabra

“American Bitch” predijo el tsunami generado por el movimiento #MeToo y acertó al colocar el lenguaje, la palabra, en el centro de la representación del abuso sexual y de poder. Desde entonces, se han sucedido ficciones que intentan poner en escena aquello que había sido, durante años, irrepresentable: la violencia sostenida a la que hacen frente las mujeres en un sistema patriarcal. Las estrategias de representación de filmes como “The Assistant” (Kitty Green, 2019; Filmin, 2021), “Una joven prometedora” (Emerald Fennell, 2020; en España se estrenará próximamente) o “El escándalo” (Jay Roach, 2019) son variadas pero tienen un punto en común: la agresión suele estar en fuera de campo, pero no así el relato oral de las supervivientes o el lenguaje violento, coaccionador, que utilizan los agresores.

En “The Assistant” nunca vemos al poderoso y tiránico productor para el que trabaja Jane, la joven protagonista del impactante debut en la ficción de Kitty Green. Oímos, eso sí, sus insultos por teléfono, el lenguaje degradante con el que la paraliza y domina. Vemos, también, los correos de disculpa que Jane le escribe, flanqueada por esos dos compañeros que le dictan las excusas humillantes que debe redactar para seguir trabajando allí. Cuando, después de una bronca especialmente grave, le llega un mail de ese jefe monstruoso diciendo que le exige mucho porque quiere hacer de ella “alguien grande”, el laberinto-trampa se acaba de constituir: esa tímida promesa, esas palabras de alabanza son la garantía de que ella seguirá soportando las humillaciones.

En “El escándalo”, los modos autoritarios y degradantes con los que el todopoderoso productor televisivo Roger Ailes insulta a las presentadoras que trabajan para él contrasta con el lenguaje sutil, ambivalente, que utiliza en su despacho a puerta cerrada. En ese entorno, el magnate utiliza los dobles sentidos y los sobrentendidos para hacer entender a sus víctimas que mostrar “lealtad” equivale a favores sexuales. La escena en la que unos abogados preguntan al personaje de Nicole Kidman frases concretas que, de forma inequívoca, demuestren que Ailes es un depredador sexual recuerda al momento climático de “The Assistant” en el que Jane denuncia a su jefe frente al incrédulo responsable de recursos humanos de su empresa. En ambas ocasiones se evidencia la dificultad de denunciar un comportamiento delictivo basado en gestos ambiguos, sugerencias veladas y silencios cómplices en un momento, previo al #MeToo, en el que ni siquiera existían las palabras concretas para acotarlo y definirlo.

“The Assistant”: testigo de las fechorías de Harvey Weinstein.
“The Assistant”: testigo de las fechorías de Harvey Weinstein.

III. Secreto tras la puerta

En “The Assistant”, el acoso laboral es parte de un sistema enfermo que permite, también, el abuso sexual. Jane no es víctima pero sí testigo de lo que sucede más allá de las puertas del despacho de ese productor modelado a imagen y semejanza de Harvey Weinstein. “El escándalo” utiliza también el motivo visual de la puerta cerrada para evocar actos criminales –una criminalidad subrayada por las imágenes de las cámaras de seguridad que muestran a las chicas entrando en el despacho– que no pueden ser representados y que el filme decide sustituir por el relato oral de las víctimas. Una secuencia de montaje muestra las fotografías de diversas mujeres que narran el acoso que sufrieron, en la vida real, por el auténtico Roger Ailes. El carrusel de imágenes subraya el carácter compulsivo, serial, del comportamiento del agresor. Pero el filme se encarga también de dotar de rostro, nombre y, sobre todo, voz a las víctimas, en vez de sumirlas en un inocuo anonimato.

La utilización de fotografías para mostrar a las víctimas es un recurso empleado también en “The Assistant”, aunque el resultado es distinto. Jane fotocopia las fotografías de las decenas de aspirantes a actrices que quieren entrevistarse con su jefe; los rostros femeninos que se superponen en la bandeja de la fotocopiadora evocan la voracidad de un sistema para el que estas mujeres son, como esas jóvenes anónimas del final de “American Bitch”, absolutamente intercambiables.

 Michaela Coel se erige en “Podría destruirte” como autora de su propio relato.
Michaela Coel se erige en “Podría destruirte” como autora de su propio relato.

IV. Un futuro prometedor

Tanto “Una joven prometedora”, de Emerald Fennell, como “Podría destruirte” (BBC One-HBO, 2020), de Michaela Coel, abordan las consecuencias de la violencia. La ópera prima de Fennell –guionista de la segunda temporada de “Killing Eve” (desde 2018) es una fantasía de venganza que, con sus giros de guion y su impactante final, se extravía en su propia provocación. Mucho más interesante es la miniserie autobiográfica de Coel, que parte de una experiencia real, una agresión sexual sufrida por la autora. La actriz y showrunner construye un personaje protagonista extremadamente complejo que se puede definir tanto por su obsesión por no dejarse catalogar como víctima como por su fijación por vengarse de su agresor. En la ficción, Arabella, alter ego encarnado por la propia Coel, es una escritora de éxito viral pero volátil, que decide escribir un libro sobre la violación que sufrió tras ser drogada. El último episodio, estructurado en forma de muñeca rusa, enlaza los diversos finales alternativos que el personaje está imaginando como clausura del libro que está escribiendo. A un final dominado por una sangrienta venganza le sigue otro en el que se despliega una fantasía de dominio sexual de ella sobre su agresor… Los finales, insólitos, sangrientos o realistas se suceden hasta que el exorcismo está completo y el hombre que la agredió, o su recuerdo, se esfuma de su habitación para siempre. Es un modo hermosísimo de hablar del acto creativo, de la escritura, como proceso curativo, pero también una manera de decir que alzar la voz, que contar tu historia, es un sistema efectivo para tomar el control de la narrativa. Frente a esa Hannah silenciada al final de “American Bitch”, Arabella se erige en el desenlace de “Podría destruirte” como autora de su propio relato, de su propia vida. ∎

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