Cuatro capítulos le bastan a Alauda Ruiz de Azúa (Baracaldo, 1978) para escudriñar el significado del amor a partir de la historia de una mujer que denuncia a su marido por violación. ¿Qué es querer?, se pregunta precisamente “Querer” (2024), su primera miniserie, en emisión en Movistar Plus+. El enamoramiento, el flechazo, el sexo apasionado, el fraternal y el de padres a hijos y a la inversa. El amor propio. Toda la polisemia que encierra este verbo se despliega a lo largo de cuatro capítulos de diferente duración a partir de la historia de una mujer que denuncia a su marido por violación continuada durante los 30 años del matrimonio. Ella es Miren (Nagore Aranburu); él, Iñigo (Pedro Casablanc). Son una pareja burguesa de Bilbao con dos hijos, Aitor (Miguel Bernardeau) y Jon (Iván Pellicer), un gran piso en el centro de la ciudad y una casa de verano en la playa.
El primer capítulo sienta las bases de lo que vamos a encontrarnos. Primero, la frontalidad a la hora de filmar la secuencia de sexo de Jon y su novia adelanta la claridad y el naturalismo con que se va a narrar esta historia, pero también pone en escena una idea de intimidad y complicidad necesaria para el placer sexual y el disfrute de una relación sentimental que, por otra parte, debería ser la norma cuando dos personas se acuestan juntas. Descubriremos que en el matrimonio de Nagore y Pedro sucede justo lo contrario.
Esa primera declaración de intenciones no es, en cualquier caso, lo mejor de un episodio cuyo núcleo dramático fija su narrativa a las hechuras del thriller, transformando, por ejemplo, la arquitectura de un apartamento burgués en un laberinto claustrofóbico y transmitiendo, mediante este y otro trabajo de puesta en escena, el miedo que la protagonista siente hacia su cónyuge.
No vamos a avanzar muchos más detalles de una serie en la que las dudas sobre la trama –sembradas por un par de protagonistas capaces de imprimir a sus personajes los grises y los matices que se dan en unas circunstancias tales– son su gran virtud. “Querer”, en este sentido, está muy bien dirigida, probablemente mejor dirigida que escrita, ya que el guion de Ruiz de Azúa, Eduard Sola (Santa Eulàlia de Ronçana, 1989) y Júlia de Paz (Barcelona, 1995) parece aspirar por momentos a convertirse en caso de estudio sobre los abusos sexuales que se dan en el matrimonio. Hay ciertos diálogos demasiado obvios mientras que el desarrollo dramático de algunos personajes, como el del hijo mayor o el de la abogada, puede que sean algo rígidos.