Juanjo Sáez (Barcelona, 1972) se ha labrado una carrera más allá de la publicidad, las viñetas y las historietas. Empezó a publicar en la pequeña pero interesantísima Morsa editorial con “Buenos tiempos para la muerte” (2000), para dar el salto a las grandes editoriales con “Viviendo del cuento” (2004) y “El Arte. Conversaciones imaginarias con mi madre” (2006) hasta su último cómic, quizá el más personal de todos, “Para los míos” (2021). Pero en el terreno audiovisual Sáez ha sabido aportar a la animación y a las series su sello personal en “Arroz pasado” (2009-2012) y en “Heavies tiernos” (2018), dos series muy frescas, con un toque de nostalgia, retrato generacional y laboral, mucho sentimiento y melomanía. Series con las que consiguió bastante éxito y reconocimiento, ganando el Premio Ondas en dos ocasiones. Ahora retoma la idea divulgativa de “El Arte. Conversaciones imaginarias con mi madre” y hace una incursión en el arte contemporáneo a través de Roni, un joven e inseguro artista en proceso de búsqueda creativa que quiere convertirse en el nuevo Picasso.
Saéz elabora el retrato de un joven artista en el que sobresalen los miedos, inseguridades y autosabotajes, pero con el gancho de una sátira moderna, surrealista y desenfadada. Lo acompañan en las desventuras de sus diez capítulos –de veintitantos minutos– Núria, una examiga y compañera de estudios; Toni, un joven inmigrante y exfrutero que quiere ser artista y se instala en su estudio; su madre Lola, superprotectora; el escultor Jaume Plensa, vecino de su taller; o el artista mallorquín Miquel Barceló.
La miniserie (estrenada el 9 de noviembre en la plataforma 3Cat en catalán y el 14 de noviembre en Filmin en castellano) tiene un ritmo ágil y distendido, y de alguna manera quiere acercar el arte a todo el mundo, poniendo el énfasis en la burbuja del sector, los coleccionistas, el mercado o las subastas, pero añadiendo mucha guasa. Una comedia que se pasa volando y donde se suceden las visiones y las fantasías de grandes artistas universales –Damien Hirst, Jeff Koons, Marina Abramović, Vincent Van Gogh o Edvard Munch, pasando por Jean-Michel Basquiat, Goya o Andy Warhol, entre muchos otros– con las peripecias de los protagonistas.
Roni traza una completa mirada al arte de manera distendida y con mucho sentido del humor. Lleva gafas y gorra, una chaqueta que menciona a Matisse en la parte trasera y una camiseta donde viene inscrita la palabra art. Relativiza la trascendencia y lo canónico del arte para incluir la variable capitalista y especulativa del mercado del arte. Retrata la creación como algo que va más allá del romanticismo, como una profesión que requiere mucho trabajo, constancia y talento. También se ríe de actitudes impostadas, del activismo por el activismo. Y señala la necesidad de mirar las raíces, de la familia como el origen, del valor de la amistad en nuestra evolución personal y del aprendizaje constante en un mundo repleto de estímulos.