Libro

Ronnie Spector

Be My BabyLiburuak, 2024

Ronnie Spector (1943-2022) fue la voz solista de The Ronettes, trío de chicas fundado en 1957. Actuaban en el circuito de institutos y en actos sociales juveniles de toda clase y, luego, en el circuito de clubes y fiestas organizadas por los DJs de radio de la época en el área de Nueva York. En 1963 obtuvieron un éxito importante con canciones como “Be My Baby” y “Baby, I Love You”, que continuó en 1964 con “The Best Part Of Breakin’ Up” y “Walking In The Rain”. El amor romántico compuesto, arreglado y producido por Phil Spector (1939-2021) encontró en las voces de Veronica y Estelle Bennett –Ronnie y su hermana– y Nedra Talley –prima de las Bennett– una pasarela vocal determinante para el pop de aquella época.

Mucho después, en 1990, la cantante alzó la voz cuando publicó sus memorias bajo el título de “Be My Baby. How I Survived Mascara, Miniskirts, And Madness, Or My Life As A Fabulous Ronette”. Lo hizo con la colaboración inestimable del escritor y guionista de televisión Vince Waldron en calidad de coautor, aunque su nombre no aparezca en la cubierta de la versión en castellano de la actualización de aquella obra, “Be My Baby” (“Be My Baby. A Memoir”, 2022; Liburuak, 2024; con traducción de Aixa de la Cruz). Como a tantos libros, le llegó el momento de la descatalogación. Un nuevo editor consideró que al viejo texto le convenía un cambio de título, algunas actualizaciones, más la adición de un delicado prólogo a cargo de Keith Richards, amigo de la intérprete.

La girl band entró en el Rock And Roll Hall Of Fame en 2007. El ingreso tuvo diversos retrasos, debido a las insistentes malas artes de Phil Spector, que siempre subestimó los logros de la vocalista. El creador del Muro de Sonido fue admitido en 2011. Desde pequeña Veronica se hacía llamar Ronnie, y fue una víctima propiciatoria en manos de quien sería su marido desde 1968, el mencionado productor, que con los años no hizo otra cosa que boicotear su carrera musical. No hay forma de obviar el hecho de que mi exmarido causó una cantidad de dolor inmenso en el mundo; para mí y para tantas otras personas. Y tampoco hay forma de obviar cómo la industria de la música toleró e incluso animó a Phil. (…) El mal comportamiento era señal de excentricidad, y cuando el mal comportamiento se convirtió en crueldad, se disculpaba como si fuera el precio que hay pagar por la brillantez. E incluso entonces nadie dice una maldita palabra”. Spector estaba por encima de la música misma. Habitaba en un plano superior. Para la pareja, el estudio de grabación se convirtió en un campo de batalla y, años después, su vida en común, en un campo de minas. Se divorciaron en 1974. “Después de ir a juicio, descubrí que estar casada con Phil Spector era un chiste comparado con divorciarse de él”.

En “Be My Baby”, la coautora muestra hasta qué punto estaba atrapada en el pasado, sin escapatoria. Músicos como Richards la ayudaron en los tiempos de las nuevas oportunidades que supone el mercado del revival, dentro del mundo del espectáculo en Estados Unidos. Los cuatro álbumes de la cantante –“Siren” (1980), “Unfinished Business” (1987), “The Last Of The Rock Stars” (2006) y “English Heart” (2016), más el EP “Something’s Gonna Happen” (2003)– la devolvieron a la carretera, pero no a la gloria. Gracias a ello, la intérprete mantuvo su nombre en el panteón del reconocimiento. El libro está lleno de anécdotas con los Rolling Stones, los Beatles, David Bowie, Steven Van Zandt, Bruce Springsteen, etc. En otro orden de cosas, la tonada de “Be My Baby” abre “Malas calles” (1973), la tercera película de Martin Scorsese, un devoto del rock.

El relato se instala en esa línea tan fina que existe entre las memorias y la autobiografía, en la que conviven los acontecimientos y las fechas con la alegría y el sufrimiento envueltos en autocompasión, hasta alcanzar la catarsis que supone la redención. Una nueva vida se abrió ante ella. Madre de dos niños, casada en segundas nupcias con Jonathan Greenfield, su mánager, de quien tomó el apellido, supo que la púrpura no volvería, pero alcanzó el bienestar tan deseado. La vocalista encontró el alimento emocional necesario para superar el alcoholismo y sacar a la luz las aguas residuales de una existencia tan desoladora como turbulenta. “Nunca se me ocurrió cuestionar las obsesiones de Phil ni mi decisión de alimentarlas”.

En lo referente al gobierno de su trabajo, a la toma de decisiones, la intérprete se reprocha a sí misma la visión que tenía del negocio musical. La mentalidad de dejarse llevar y permitir que otros asumiesen las directrices sobre su carrera supuso una gran merma de tiempo y de oportunidades, perdiendo así “el control artístico sobre los materiales que podía grabar”. Como consecuencia decidió reclamar sus derechos como ejecutante, ninguneados durante décadas por su ínclito exesposo, en un pleito judicial. “No entendí que mi talento me daba poder y que mi determinación me daba fuerza. Pero estaba tan deslumbrada por lo que Phil podía hacer por mí que me quedé ahí mientras él construía su ‘muro de sonido’ en torno a mí”.

En las actualizaciones de la obra no asoma ninguna valoración sobre el juicio por un delito de sangre que llevó a su antiguo esposo a la cárcel. Sería un error entender que el libro de Ronnie Spector y Vince Waldron es un apéndice de la literatura existente sobre su exmarido, a destacar “Tearing Down The Wall Of Sound. The Rise And Fall Of Phil Spector” (Mick Brown, 2007). Por el contrario, es un claro ejemplo de la cultura de la cancelación avant la lettre.

Según Ronnie, la trascendencia de “Be My Baby” –incluida en 2016 en el Registro Nacional de Grabaciones de la Biblioteca del Congreso estadounidense– radica en que “no es difícil sonar sexy cuando el hombre que amas está a cinco pies de distancia de tu micrófono”. Los famosos yodels “whoa-oh-oh-oh” son un sello distintivo que marcó una era del rock’n’roll. El texto incluye una discografía seleccionada, bien documentada, que va más allá del catálogo oficial. ∎

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